Monday, March 26, 2007

PROBLEMAS DE NUESTRA CULTURA (2003)

Hernán D. Vásquez B.

“Era tan difícil convivir con los hombres, por ser tan difícil callar” Friedich Nietzche

Los festivales de gaitas son la prueba idónea para corroborar la desidia de nuestra cultura raizal; la explicación certera de la estratificación del orden cultural de nuestra nación: el manejo improvisado, incoherente, coyuntural, de nuestra cultura en lo complejo de nuestro multiculturalismo, como componente del progreso y formación de nuestra nación.

No es necesario recabar la importancia cultural que tienen los festivales de gaita en toda nuestra Costa Norte Colombiana, por ser el único medio posible con el que cuenta la expresión auténtica de nuestra identidad gaitera, de lo que se alcanza a comprender en buena medida, que los festivales han permitido a pesar de todos los desaciertos y equivocaciones, gestar la reivindicación de nuestra idiosincrasia cultural, de nuestros valores y nuestra gente. Ellos han sido el eslabón necesario con el cual se rememora nuestro pasado en nuestro presente amnésico; son el punto de referencia, la bitácora que nos proporciona la posibilidad de consolidar en nuestro presente el redimensionamiento de nuestra cultura hacia un futuro no muy lejano. Por todo lo dicho, los festivales de gaita tienen una enorme responsabilidad, indelegable e insustituible con la historia: nos permiten reconocer que hay en los hombres una infinidad de cosas que son de admiración, antes que de desprecio.

Sin embargo, para ello se requiere en mayor medida la participación activa del Estado como sujeto legitimado que aspira alcanzar el progreso de su gente, porque un pueblo que no progresa en la valoración de su riqueza cultural, será un pueblo dominado por la ignorancia de su pasado; será un pueblo anestesiado por la globalización cultural. Este es un pueblo que desaparecerá con el paso del tiempo, sin cultura, sin nada que lo permita individualizarlo. Hay que entender que el progreso de los pueblos no se mide única y exclusivamente por el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes. ¡Por supuesto que no! En este estado de cosas, los festivales son el reflejo palpable del cumplimiento de los lineamientos para alcanzar los fines del Estado, en donde la premisa mayor debe ser el progreso de su gente como tal. Pero lo anterior nos permite explicarnos la situación actual de los festivales de gaitas. A los festivales les corresponde asumir el papel de pordioseros que mendigan los recursos necesarios para la realización del evento que se hace cada año; ¡Esto sí que es lamentable! Bien podría creerse que por el hecho de destinarse partidas presupuestales, inalcanzables para el cubrimiento de los eventos, se están creando las condiciones necesarias para la revalorización de nuestra cultura. Este hecho, no puede significar más que el interés del Estado en procura del cumplimiento obligatorio que por disposición constitucional le corresponde atender. De no ser así creo nunca se hubiese organizado cualquier evento de esta similitud.

En otro sentido, hay que entender que el diseño de la política cultural de nuestro país está orientada bajo una serie de patrones establecidos que representan un orden jerárquico del acervo de nuestra cultura, hecho por quienes gobiernan y, por lo tanto, obedece a una serie de prioridades culturales que hay que cubrir, lo que se presupone por el mayo o menor aporte, promoción e interés que se tenga en ello. Esto sí que es entendible. En este orden de ideas, los festivales de gaita no se encuentran bien librados o beneficiados de esto. ¿Será porque representan la manifestación más arraigada del pueblo raso, la muestra de su quehacer cotidiano, la gesticulación del elogio incansable del amor por su cultivo o por su tierra? Creo que por este hecho es entendible la marginalidad en que se encuentran sometidos los festivales de gaita: son manifestación de la cultura popular.

Sumado a la anterior, es conveniente señalar que la historia ha permitido reconocer los trasuntos culturales de las primeras civilizaciones. En ellas, la solidez de su organización fue un aspecto de vital importancia para el desarrollo de sus componentes sociales: supieron entender la necesidad de manejar el orden como base, el amor a sus cosas como principio y el progreso de su gente como objetivo. No así, la trascendencia que hubiesen tenido fuese nula o casi nula. Por esto no fue tan fácil como parece ser. Fue necesario en sus propósitos visionar más allá de su horizonte, sin improvisaciones, conjeturas o coyunturas por los gobernantes de turno. A ello se debe la trascendencia que ellos han tenido en la historia de la humanidad. En esta vía la historia es la enseñanza de la vida del hombre en comunidad. No obstante, en el peor de los casos, es desatenderla totalmente sin rescatar los aspectos más esenciales que merecen respeto y asimilación. En esta gran dificultad en la que nos encontramos actualmente: Planificar para la construcción de una gran nación requiere una coherencia constante en las pautas a seguir, más si existe un problema de multiculturalismo. Sin una verdadera planificación de nuestra cultura no obtendremos sino fracasos que la historia no absolverá.