RAFAEL OVALLE BOLIVAR: EL ETERNO REY MOMO (2007)
“La memoria viviente de la historia del Carnaval Ovejero”
Por: Lic. Armando Rivero Manjarréz
Hoy 9 de Julio de 2007, he de recordar la primera vez cuando fui al colegio, el rostro alegre de la seño Senia y la ternura de la vieja Saida, me recibieron como en aquella ocasión y fue hace veinte años, cuando por primera vez, en ese lugar comencé a escuchar sobre un hombre alegre y dicharachero que le gustaba el Carnaval, la música de Gaitas, la de Bandas y los Boleros. Hoy vine a ese hogar, ubicado por el curato como antiguamente se le conocía a esa calle, dispuesto a retroceder en el tiempo y viajar por la vida de Rafael Ovalle Bolívar, 85 años que esta ligados también a una pequeña parte de la historia de Ovejas.
Su vida
Ovalle, como popularmente lo conocemos, nació un 20 de Julio de 1922, hijo del primer telegrafista que tuvo el pueblo, Rafael Ovalle, padre, era oriundo de Santander del Sur y se enamoró de Ana Isabel Bolívar, la hija de Simona González, nieta de la encomendadora Doña Matía González. Rafael tuvo un único hermano, Marino Bustillos.
En su niñez estudió en la nocturna en la primera Escuela oficial de Ovejas. Ella funcionaba en lo que hoy es el comando de la Policía Nacional. Como todos los niños de la época jugaba, con sus amigos, la bolita de cristal, el escondido, el trompo, el caballo de palo, el barrilete y salían a las pajas a cazar conejo y a Calle nueva a ver los ensayos de Carnaval. Recuerda que su abuela tenía, en la que hoy es su casa, uno de los primeros hoteles del pueblo llamado “Hotel Bellavista”; en el cual se hospedaban las personalidades del momento como el Clero. A ese hotel llegaban sus amigos de infancia a jugar: Abraham Rivero, Tico Taboada, Jaime Pizarro, Luis Portillo, Benjamín Tarrá, entre otros.
Desde muy temprano le tocó trabajar y aprendió el oficio de reparador y hacedor de viviendas de palma y bahareque, con el tabaco a manipularlo y hacer todos los oficios que un buen obrero tenía que saber. La Universidad de la vida le enseño muchas cosas y le permitió estudiar a distancia, a la edad adulta, fotografía y Administración de Empresas. Sus buenas relaciones políticas le permitieron ser delegado del partido Liberal y trabajar en altos cargos del Estado como fotógrafo oficial de la Registraduría Nacional de Estado Civil, Registrador encargado y delegado para diferentes zonas del país, revisor técnico grado dos en la Contraloría, funcionario de INSCREDIAL (El Instituto de Crédito Territorial). Estos trabajos le permitieron viajar por muchos rincones del país y como un buen marinero dejo sus amores en cada puerto, de los cuales recuerda que le dejaron 20 maravillosos hijos e hijas, quienes le han regalado 63 nietos y nietas, a ellos los ama profundamente. Su fiel amada y compañera Saida Narváez Cárdenas, con quién lleva 35 años de matrimonio le regaló 10 de los veinte: Enrique Jaime, Rafael Dionisio, Saida Isabel, Senia, Eraclio, Edgar Antonio, Bernardo, Domingo Sabio, Sandra, y Alberto. Saida como si fuera el primer día de casado, lo sigue consintiendo y le prepara su comida, en la cual no puede faltar su calducho, que lo prepara con cebolla picada, limón, guagualito picante, sal, un poco de agua y mucho amor, de la cual dice que “es medicinal y le sirve para los gases”
Por: Lic. Armando Rivero Manjarréz
Hoy 9 de Julio de 2007, he de recordar la primera vez cuando fui al colegio, el rostro alegre de la seño Senia y la ternura de la vieja Saida, me recibieron como en aquella ocasión y fue hace veinte años, cuando por primera vez, en ese lugar comencé a escuchar sobre un hombre alegre y dicharachero que le gustaba el Carnaval, la música de Gaitas, la de Bandas y los Boleros. Hoy vine a ese hogar, ubicado por el curato como antiguamente se le conocía a esa calle, dispuesto a retroceder en el tiempo y viajar por la vida de Rafael Ovalle Bolívar, 85 años que esta ligados también a una pequeña parte de la historia de Ovejas.
Su vida
Ovalle, como popularmente lo conocemos, nació un 20 de Julio de 1922, hijo del primer telegrafista que tuvo el pueblo, Rafael Ovalle, padre, era oriundo de Santander del Sur y se enamoró de Ana Isabel Bolívar, la hija de Simona González, nieta de la encomendadora Doña Matía González. Rafael tuvo un único hermano, Marino Bustillos.
En su niñez estudió en la nocturna en la primera Escuela oficial de Ovejas. Ella funcionaba en lo que hoy es el comando de la Policía Nacional. Como todos los niños de la época jugaba, con sus amigos, la bolita de cristal, el escondido, el trompo, el caballo de palo, el barrilete y salían a las pajas a cazar conejo y a Calle nueva a ver los ensayos de Carnaval. Recuerda que su abuela tenía, en la que hoy es su casa, uno de los primeros hoteles del pueblo llamado “Hotel Bellavista”; en el cual se hospedaban las personalidades del momento como el Clero. A ese hotel llegaban sus amigos de infancia a jugar: Abraham Rivero, Tico Taboada, Jaime Pizarro, Luis Portillo, Benjamín Tarrá, entre otros.
Desde muy temprano le tocó trabajar y aprendió el oficio de reparador y hacedor de viviendas de palma y bahareque, con el tabaco a manipularlo y hacer todos los oficios que un buen obrero tenía que saber. La Universidad de la vida le enseño muchas cosas y le permitió estudiar a distancia, a la edad adulta, fotografía y Administración de Empresas. Sus buenas relaciones políticas le permitieron ser delegado del partido Liberal y trabajar en altos cargos del Estado como fotógrafo oficial de la Registraduría Nacional de Estado Civil, Registrador encargado y delegado para diferentes zonas del país, revisor técnico grado dos en la Contraloría, funcionario de INSCREDIAL (El Instituto de Crédito Territorial). Estos trabajos le permitieron viajar por muchos rincones del país y como un buen marinero dejo sus amores en cada puerto, de los cuales recuerda que le dejaron 20 maravillosos hijos e hijas, quienes le han regalado 63 nietos y nietas, a ellos los ama profundamente. Su fiel amada y compañera Saida Narváez Cárdenas, con quién lleva 35 años de matrimonio le regaló 10 de los veinte: Enrique Jaime, Rafael Dionisio, Saida Isabel, Senia, Eraclio, Edgar Antonio, Bernardo, Domingo Sabio, Sandra, y Alberto. Saida como si fuera el primer día de casado, lo sigue consintiendo y le prepara su comida, en la cual no puede faltar su calducho, que lo prepara con cebolla picada, limón, guagualito picante, sal, un poco de agua y mucho amor, de la cual dice que “es medicinal y le sirve para los gases”
Rafael y su Carnaval del Recuerdo
La memoria de Rafael Ovalle se remonta a los relatos de su Abuela Simona González quien le contó que los Carnavales se celebran en Ovejas desde 1840. De su recuerdo rememora 1936 cuando participa con un disfraz envuelto en una crítica a una pareja que se había casado, teniendo la novia 3 meses de embarazo, hecho censurable ante las normas morales de la sociedad de la época: Ricardo Buelvas se disfrazó de cura, Ovalle de esposo, Maria Bohórquez de novia y Mauricio Cohen era el padre de la novia.
En aquellos tiempos Calle Nueva era uno de los barrios mas populares de la Comunidad y allí se reunían para presenciar las practicas de los grupos folclóricos y las danzas. Entre los que actuaban, recuerda a el viejo “Kilo”, Nicanor Arias, José Ortiz, las hermanas Bohórquez, Sofía Rojas, una morena muy elegante, quién se adornaba su cabeza con un ramo de flores y aretes grandes y largos. Ella interpretaba sus improvisados versos dedicándolas a las personas que encontraban a su paso, señalando las costumbres, anécdotas e idiosincrasia del Ovejero, también la acompañaba Carmen Contreras, Marisol Hernández y Maria Isabel de la Rosa “La bizca”. Con su recorrido por todo el pueblo contagiaban a su paso a todas las personas, que terminaban bailando al ritmo de sus cantos.
El Carnaval de Ovejas estaba lleno de tradición, disfraces y comparsas que eran acompañadas de maracas, gaitas y tambores; otras con violinas, guacharaca y baile cantao, algunas provenientes de sus corregimientos y otras zonas; Algunos tenían su escenario en las calles para pedir dinero y otros en algunas casas donde se presentaban los números o presentaciones y cada quién pagaba su entrada. En Carnaval era muy frecuente ver cumbiambas en las cuales las mujeres personificaban los dos géneros; el ignorante con atuendo de intelectual, disfraces imitando toda clase de animales, la danza de la Trenza, de los Negros, de los Indios, de los Caballitos, de los Goleros y otras que la memoria ha olvidado. La crítica era su esencia y las autoridades, personajes eclesiásticos y otros eran el centro de ellas.
El primer reinado de Carnaval se hizo en casa de Maria Beatriz Cárdenas, en donde se desarrollo por muchos años. Las candidatas a concursar se escogían por la que más voto tuvieran; el voto era el nombre de cada una escrito en una cinta de dos centímetros de largo y lo colocaban en el pecho de las personas como un recordatorio, y la candidata que más vendía era la ganadora. Posteriormente el reinado se desarrollo de otras formas y con ello aparecieron las carrozas.
Los bailes de Carnaval no existieron en el principio. Posteriormente se fueron dando en sitios como el Teatro Granada, en el cual tocaba “Guillo” Montes con sus bocinas o altoparlantes, en la Pica Pica; también se desarrollaron en la bastilla, en los populares bailes con tiquetes de Mario Contreras, que consistía en que los hombre compraban un tiquete para bailar una pieza con una dama, pero no faltaron los que esperaban que otro pagara para pedir barato y bailar gratis. En el Bolsillo en la Kz de Gabriela Teherán se hicieron los bailes con capuchón. Por esa época se popularizó el disfraz. Ufran Echavez los traía de Barranquilla y otros los fabricaban en Ovejas. Las autoridades lo regulaban con un permiso, adjudicándole un número para evitar abusos con él. Todos los estratos sociales participaron en el carnaval porque podían ocultar su identidad, hasta que se prohibieron por causa de la polarización y la violencia durante el gobierno de Laureano Gómez.
El Carnaval se jugaba sanamente con las populares cáscaras de huevo que almacenaba Juana Lliyo, la eterna vendedora de empanadas y mondongo en la plaza. Las cáscara eran llenadas de almidón , Polvo Rosita y papel picado, se rociaba con agua de alucena y se tapaba con papeles de distintos colores; estos se encontraban en las tiendas de venta para reventarlos en la cabeza de las muchachas y muchachos. Los muchachos preparaban anilina en frascos de distintos colores para rociar a todos en Carnaval.
Su trabajo como gestor cultural
Rafael Ovalle ha estado presente en el Carnaval de mil formas, desde los comité de Barrios, en los disfraces hasta en Las Juntas Directivas. El Carnaval en un principio se celebraban con organización de Juntas elegidas por una asamblea popular, en 1987 bajo el liderazgo de Ovalle se conformó la Corporación Carnestolendas, eventos culturales y deportivos permanentes autónomos con personería Jurídica No 209 del 12 de Julio (inactiva), que trabajó por muchos años en la preservación del Carnaval, incentivando la presencia de más y mejores disfraces, comparsas, barras y reinado popular.
Él ha sido socio permanente del Festival Nacional de Gaitas, desde el segundo evento; ha trabajado por la reconstrucción del Templo y conservación de las Fiestas Patronales desde la Fundación San Francisco de Asís. En su casa inició la conformación de una Escuela de Gaitas, sufragando los costos con su pensión, y a la vez reclama de los políticos, Gobernantes y Personas pudientes del Municipio mayor sentido de pertenencia para que desde su posición contribuyan como lo hace él, con sus escasos recursos, al rescate y la preservación de nuestras tradiciones. “Si no fuera por el Festival no nos conocieran en México, Dinamarca y otras parte”, Termina diciendo.
Rafael Ovalle lleva por dentro la esencia del Ovejero, en su ser el Carnaval, expresado en su solidaridad, amistad, alegría y espontaneidad que ha contagiado a toda su familia. Después de un largo diálogo me despido y los mismos rostros llenos de ternura y alegría, que me volvieron a recibir, me despiden con un abrazo y el viejo Ovalle recuerda que el 20 de Julio es la cita en su casa con Gaitas y tambores. Ahora lo observé y me di cuenta de su lento caminar, de su rostro marcado por el tiempo, pero también de su constante sonrisa y su cabellera blanca que me hizo pensar que en verdad, él es puro carnaval, el eterno Rey Momo de la Alegría Ovejera.
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