Saturday, November 25, 2006

RELATO DE UNA DESPEDIDA TRISTE (2005)

“Quiero sacar a la luz todos secretos de vuestro fondo; y cuando estéis expuestos escarbados, al sol, también vuestra mentira estará separada de vuestra verdad”: Friedrich Nietzsche

El día antes de la muerte de “SEBA”, estuve poseído por la nostalgia (viernes 15 de octubre de 2004), al no poder estar en el marco de la inauguración del Festival nacional de Gaitas. Por lo mismo. Mi llegada a Ovejas el sábado al mediodía, la acompañó la indiferencia total hacia lo acontecido en la noche anterior. Intenté ignorarlo todo, absolutamente todo. Sin embargo, la calidad humana de los Ovejeros y el regocijo familiar diseminó de alguna manera el estado nostálgico en el que estuve la noche anterior. Quizás, lo que transformó mi estado emotivo de una manera abrupta, fue el asedio de las ganas de llegar a la Plaza del Parque Principal, en donde en ese preciso momento se estaban realizando actividades culturales. No lo dudé un momento para acercarme hasta ese sitio. Luego entonces, los saludos de los amigos cultores de este género musical, con quien he tenido la oportunidad de compartir momentos trascendentales no se hicieron esperar. Pero, el saludo que jamás he podido olvidar es el de Marqueza Mercado, cuando me disponía en ir a ver las muestras fotográficas expuestas en la Sede del Evento Folclórico. Fue un saludo con una actitud opaca, insípida, algo no común en ella. Parecía que no deseara pronunciar palabra alguna. Fue suficiente y entendible la razón de su comportamiento. Me dijo: “Hernán ha muerto un gran hombre en el día de hoy; un gran maestro. Sebastián ha muerto. Lo están velando en el ancianato. Creo que el entierro es a las cuatro de la tarde”. De inmediato, la noticia de la muerte de Sebastián Mendoza “Seba”, fue para mí toda una sorpresa. A los mejor, porque conocía muy de cerca el padecimiento del viejo, dado el progresivo distanciamiento de mi pueblo, al residenciarme en la ciudad de Cartagena. Aunque en el fondo, creo que esto se debió a que no había experimentado la sensación de la despedida eterna. En todo caso, ha sido la despedida triste de un noble gaitero. El sepelio de un gaitero es todo un ritual musical en el cual el sonar de las gaitas y el retumbar de los tambores apaciguan la tristeza, la agonía y melancolía, que trae consigo la despedida, el silencio inagotable de los hombres. Con esto, se reconoce y dignifica al hombre humilde, noble de pensamiento y fiel a la damisela Chuana. Da manera, que los amantes de las gaitas sueñan con este via-crucis, símbolo de orgullo de ser quienes somos y como somos, enamorados de las gaitas.

Ahora, me pareció asombroso, calculado, misterioso, el morir en ese preciso día. Fue como algo querido por el viajero gaitero, morir en un día nublado de altisonantes melodías de gaitas. Esta es la muestra exacta del amor hacia las gaitas, aunque me aterra el estado de indeterminación y las condiciones indignas de vida en que murió este gran hombre.

Por su parte, “Marque” no volvió a pronunciar palabra alguna. Yo tampoco tuve el valor de preguntarle los pormenores de este hecho. Inmediatamente se marchó. No se a donde fue. Aspiré encontrarla en el sepelio. Mientras tanto, pensé en ir a casa en algunos minutos. Intenté terminar de observar las fotografías expuestas en el evento, lo cual no fue posible. Algo me desesperó. Tuve ganas apresuradas de ir a casa. Lo hice. Este desespero fue lo único que me permitió alcanzar el sepelio del Viejo Gaitero, llevado a cabo mucho antes de la hora manifestada por Marqueza. Solamente lo acompañaba la previa bendición cristiana realizada en el ancianato del municipio, Joche Álvarez, Luis Álvarez, “Chango” Mendoza, Francisco Ortiz, Andrés Narváez, Enrique Ortiz, Franklin (huérfano) y 5 gaiteros procedentes de Medellín, motivados por el respeto al maestro. Recuerdo nítidamente las palabras de un joven alto, claro; con lágrimas en sus mejillas. Expresó: “He así la forma como mueren los hombres valiosos”. Enfatizó: “Hasta nunca Maestro”.

Por Hernán Vásquez Blanco