LA GAITA O CHIRIMÍA (1994)
Por Fernando Ortíz
La gaita es la denominación que se ha dado a instrumentos de viento, de la familia del oboe, pero de diversos tipos. El más simple es el de una especie de clarinete como de media vara de largo, con varios orificios, que produce un sonido gangoso y a veces algo estridente. Se ha dicho que como un “tenor del oboe”. Pero tal como hoy se entiende en los pueblos hispánicos, la gaita es un instrumento de insuflación, compuesto de un odre en el cual se insufla por un tubo llamado cortavientos, saliendo un sonido característico a través de un tubo llamado roncón y de unos canutos con orificios, a modo de caramillos o flautas. Ambos tipos de instrumentos se conocen desde hace siglos, habiendo inseguridad en cuanto a su origen y su evolución organográfica. Así uno como otro tipo han recibido en España el nombre de gaita, y también los de chirinía o chirimías, dulcemele, dulzaina, cornamusa y muchos otros; por lo cual ha habido gran confusión.
Alguien ha dicho que en los bailes populares de Cuba se ha tocado la gaita. De esto pudo inferirse que era también instrumento musical de los negros criollos; pero no es así. La gaita llegó tarde a la vida alegre de Cuba. Cuando ya ésta era granada y había aprendido a bailar entre las guitarras de los conquistadores y pobladores blancos y los tambores de los conquistados pobladores negros, unos y otros venidos de allende. Cuando llegó con la cubana, siempre jocunda y sandunguera. Sin duda, en algunos bailes ejecutados en Cuba se ha oído y oye la gaita; pero ello ocurre en los propios de los inmigrantes oriundos de Galicia, España, los cuales gustan folklóricamente de tañer la típica gaita gallega, o sea la gaita con odre para depósito del viento y continuidad de su sonación.
Se estima por muchos que la gaita de odre es instrumento propio de los celtas y que éstos la introdujeron a España, Portugal, Italia del Sur, Bretaña Francesa, Irlanda, Escocia y Gales: pero fue conocida también en otros países y continentes. La gaita de odre es instrumento antiquísimo y ya se conoció en Mesopotamia, siglos antes de la era vulgar y parece que los caldeos la llamaban sumpoia y de ahí pasó a ser simphonia en la civilización occidental de Europa: donde también se denominó aakos por los griegos y utricularium, por los romanos. Utricularium, aludiendo al artículo o diminutivo del odre que es el característico. En la edad media la gaita se extendió por todo el Mediterráneo,
Así entre cristianos como musulmanes; no solo en su forma milenaria de gaita de odre sino en su tipo más simple, reducida al caramillo, flauta u oboe. Fue en esa época que la gaita nombre provinzal que significa el velador o centinela del castillo pasó a significar el instrumento que el velador tocaba para anunciar las horas de la noche. El origen de este nombre se ilustra con una miniatura de la Crónica Tayrona que representa una ciudad sobre cuyos muros y torres hay muchos juglares de salterios vihuelas y trompas; en la torre más alta propia para el centinela que vigila o agaita, está un tañedor de gaita.
En esa época entre las naciones cristianas la gaita de uno y otro tipo sirvió para la música de los templos. Leonid Lienen ha escrito de la gaita “es el curioso efecto hipnótico de la música de la gaita tanto en los seres humanos como en ciertos animales lo que la coloca en una clasificación comple, menta sui géneris”. Este efecto se debe sin duda al son monótono e invariable del roncón y a la aguda pero dulce melodía del tubo, que juntos producen una armonía muy insólita en instrumentos musicales comparables a un coro de voces. Esta es sin duda la razón de que en los tiempos medievales se conociera la gaita con el nombre de coro y hay prueba suficiente de que fue antepasada de los órganos de iglesia que fundamentalmente se basan en un principio análogo. Antes de que estos devinieran los instrumentos usuales para la música religiosa, la gaita proporcionaba el acompañamiento para los cantos del templo, como todavía desempeña este papel en las canciones populares portuguesas”.
Acaso de esta época provenga el nombre el nombre de chirimía, a tener de una etimología popular que oímos hace muchos años en las islas Baleares, donde las chirinías eran todavía instrumentos de bailes pastoriles. Chirinías nos dijeron, tanto quiere decir como jeremías porque con ese instrumento de música llorona o Jeremiqu iantes se acompañaba antiguamente en las iglesias el canto de los salmos los cuales por influjo popular de las bellas lamentaciones litúrgicas de la sinagoga. Objeto de burla en la España católica, se decían jeremiadas. Esos cantos judíos dejaron profunda huella en las tierras Españolas donde abundaron los creyentes de Moisés. En Andalucía pasaron al folklor como base del llamado cantejondo. También parece que en Levante dieron su nombre a la gaita de odre. Chiringas allí significó tanto como “Sac de Jamecs"o “saco de gemidos”, que es un nombre que también se le da en tierras lemosinas a las chirimías o gaitas. Otros nombres que según Amades se dan a éste instrumento en Cataluña, confirman ese sentido tristón y nostálgico que merecen los timbres peculiares de la gaita.
El uso de las gaitas o chirimías en los templos cristianos debió de ser revivencia del carácter religioso que tuvieron tales instrumentos desde su origen. Sin duda, la gaita tuvo desde su inicio relación con lo sobrenatural. La Gaita fue un típico instrumento de magia formado del cuero cocido y empegado de un animal, al que le sacan sonidos; tal como se hizo con el cuero cocido y relleno, convirtiéndolo en tambor y en rascador. En la India, la gaita es una simple vejiga de cerdo con una caña insertada en ella y en el Cáucaso es una piel de cerdo con un cuerno de res por tubo en que tocas las notas. En algún pueblo de gentes blancas, con las gaitas se obtienen los mismos efectos hipnóticos que con los tambores batá entre los negros yorubas. El mismo Leonid Lieven dice: “Hay un rincón remoto de Yugoslavia muy cerca de la frontera rumana, que parece haber quedado casi intacto de toda influencia de los siglos transcurridos y en donde los ricos, paganos sobreviven hasta hoy. Es costumbre allí el Domingo de Pentecostés poner en estado de trance a mujeres que se suponen videntes y de los ancianos de la aldea extraen profecías mientras se hayan en estado subconsciente. La caída en trance y la vuelta al estado normal las hacen los gaiteros tocando gaitas”. Aún en los pueblos que conservan las gaitas estas se usan en las fiestas rurales, donde los bailes y regocijos van unidos a ceremonias peregrinaciones y romerías de carácter religioso, que se remontan a ritos del paganismo precristiano.
Las Gaitas o Chirimías, al caer la edad media con el descubrimiento de América, pasaron el Atlántico con los conquistadores. Las Chirimías o gaitas parece que entraron en Cuba por dos vías; primero por la eclesiástica y siglos después por la inmigración gallega.
Indudablemente, en Cuba como en el resto de América Hispánica, se tañían chirimian en relación con el servicio del culto en las iglesias. Por Real Cédula de Felipe IV se dispuso para las Indias: “Que en los presidios se asienten por soldados a cuatro chirimías que acompañen el Santísimo Sacramento” (Ley 17 it. Lib. 3).
Y, además se sonaban trompetas y trompetillas por los indios que se hacían “grandes músicos” y con ellas “ofician una misa”. Según vargas Machuca a comienzos del siglo XVIII todavía se oían varias chirimías en las ceremonias del culto y festividades sacramentales de la Catedral de Santiago de cuba. El 12 de Julio de 1721, el Consejo de Indias pide al Rey y éste resuelve que continúen en esa catedral las cuatro chirimías que gozaban plazas de soldados en el presidio de la Habana. En Cuba a las chirimías eclesiásticas se unían los calabozos o guayos y consta que éstos eran tocados por negras. No parece empero, que las chirimías fuesen también sopladas por negros, salvo ocasionalmente, a juzgar por el celo real en proveer a la catedral de chirimistas con plazas del ejercito. Debemos advertir, sin embargo, que no tenemos datos precisos para decidir si esas chirimías tañidas en la catedral de Cuba eran del tipo simple de oboe o del tipo de las gaitas o chirimías de odre. Ambos tipos se usaron en las iglesias para reforzar los cantos y ello explica el empleo de chirimistas como múscos profesionales. Quede para otros la dilucidación de esa duda.
De todos modos, tras la revolución del “siglo de las luces”, las chicrimias o las gaitas de uno y de otro tipo cayeron en desuso. La simple fue sustituida por perfeccionados oboes y clarinete. La gaita de odre fue desapareciendo en todas partes, como cosa medieval y “oscurantistas”, sobreviviendo sólo en la música folklórica de ciertas regiones montunas y marginales de occidente, y siendo sustituida en las iglesias por el órgano y el armonium. No sin que el sonido hipnótico de las chirimías fuese conservado en un registro especial, así llamado, de los órganos, mediante el cual se simulaba la voz de dicho tradicional instrumento de la música eclesiástica. Recordamos haber oído en Iglesias de España esas chirimías del órgano durante las ceremonias festivas de las Navidades.
Con tales antecedentes de antigüedad, magia, religión e influencia afroislámica, bien pudo suponerse que la gaita de odre fuera también instrumento de los negros como de los blancos. Sin duda en el África negra se conoce ese instrumento. En el diccionario hausa-inglés de Robinson (I, p, 6) encontramos la voz alguita, “un instrumento de viento que se toca como un bagpipe”. Hambly aporta la figura de un negro yoruba del sur de Nigeria tañendo una alguita: pero advierte que éste “probablemente procede del Norte de África”, es decir de tierra de moros. Pero, de todos modos, la gaita no es instrumento originario de los negros” y en África, así en la blanca como en la negra, se encuentran en gran parte ligado a los creyentes del Islam, donde se denomina alguita. Por cierto que, según se refiere por Cadamosto, en uno de sus viajes por la costa africana del oeste en el siglo XV, “el sonido de una de sus gaitas campesinas, tañida por un marinero, causó asombro entre los negros. Viendo que estaba adronada con cintas y lazos en su cabeza, ellos pensaron que era un animal vivo que cantaba con voces diversas y se complacían mucho en oírlo”.
Pero habiéndole dicho que era un instrumento y puestolo desinflado en sus manos, dijeron que era instrumento divino, hecho por el mismo Dios, para que emitiera tan dulces voces, y declararon que nunca habían oído algo que con más dulzura sonara” y en Cuba ni los negros de nación ni sus descendientes han empleado la gaita.
Cuando ya en las iglesias no sonaban chirimías, de cualquier tipo que ellas fuesen, bien mediado el siglo XIX, entró en Cuba la típica gaita gallega con los numerosos inmigrantes de Galicia. Ellos trajeron para sus divertimientos, evocaciones patrióticas y añoranzas de su tierra, sus aldeanas gaitas como los negros de África trajeron sus tribales tambores.
La gaita es la denominación que se ha dado a instrumentos de viento, de la familia del oboe, pero de diversos tipos. El más simple es el de una especie de clarinete como de media vara de largo, con varios orificios, que produce un sonido gangoso y a veces algo estridente. Se ha dicho que como un “tenor del oboe”. Pero tal como hoy se entiende en los pueblos hispánicos, la gaita es un instrumento de insuflación, compuesto de un odre en el cual se insufla por un tubo llamado cortavientos, saliendo un sonido característico a través de un tubo llamado roncón y de unos canutos con orificios, a modo de caramillos o flautas. Ambos tipos de instrumentos se conocen desde hace siglos, habiendo inseguridad en cuanto a su origen y su evolución organográfica. Así uno como otro tipo han recibido en España el nombre de gaita, y también los de chirinía o chirimías, dulcemele, dulzaina, cornamusa y muchos otros; por lo cual ha habido gran confusión.
Alguien ha dicho que en los bailes populares de Cuba se ha tocado la gaita. De esto pudo inferirse que era también instrumento musical de los negros criollos; pero no es así. La gaita llegó tarde a la vida alegre de Cuba. Cuando ya ésta era granada y había aprendido a bailar entre las guitarras de los conquistadores y pobladores blancos y los tambores de los conquistados pobladores negros, unos y otros venidos de allende. Cuando llegó con la cubana, siempre jocunda y sandunguera. Sin duda, en algunos bailes ejecutados en Cuba se ha oído y oye la gaita; pero ello ocurre en los propios de los inmigrantes oriundos de Galicia, España, los cuales gustan folklóricamente de tañer la típica gaita gallega, o sea la gaita con odre para depósito del viento y continuidad de su sonación.
Se estima por muchos que la gaita de odre es instrumento propio de los celtas y que éstos la introdujeron a España, Portugal, Italia del Sur, Bretaña Francesa, Irlanda, Escocia y Gales: pero fue conocida también en otros países y continentes. La gaita de odre es instrumento antiquísimo y ya se conoció en Mesopotamia, siglos antes de la era vulgar y parece que los caldeos la llamaban sumpoia y de ahí pasó a ser simphonia en la civilización occidental de Europa: donde también se denominó aakos por los griegos y utricularium, por los romanos. Utricularium, aludiendo al artículo o diminutivo del odre que es el característico. En la edad media la gaita se extendió por todo el Mediterráneo,
Así entre cristianos como musulmanes; no solo en su forma milenaria de gaita de odre sino en su tipo más simple, reducida al caramillo, flauta u oboe. Fue en esa época que la gaita nombre provinzal que significa el velador o centinela del castillo pasó a significar el instrumento que el velador tocaba para anunciar las horas de la noche. El origen de este nombre se ilustra con una miniatura de la Crónica Tayrona que representa una ciudad sobre cuyos muros y torres hay muchos juglares de salterios vihuelas y trompas; en la torre más alta propia para el centinela que vigila o agaita, está un tañedor de gaita.
En esa época entre las naciones cristianas la gaita de uno y otro tipo sirvió para la música de los templos. Leonid Lienen ha escrito de la gaita “es el curioso efecto hipnótico de la música de la gaita tanto en los seres humanos como en ciertos animales lo que la coloca en una clasificación comple, menta sui géneris”. Este efecto se debe sin duda al son monótono e invariable del roncón y a la aguda pero dulce melodía del tubo, que juntos producen una armonía muy insólita en instrumentos musicales comparables a un coro de voces. Esta es sin duda la razón de que en los tiempos medievales se conociera la gaita con el nombre de coro y hay prueba suficiente de que fue antepasada de los órganos de iglesia que fundamentalmente se basan en un principio análogo. Antes de que estos devinieran los instrumentos usuales para la música religiosa, la gaita proporcionaba el acompañamiento para los cantos del templo, como todavía desempeña este papel en las canciones populares portuguesas”.
Acaso de esta época provenga el nombre el nombre de chirimía, a tener de una etimología popular que oímos hace muchos años en las islas Baleares, donde las chirinías eran todavía instrumentos de bailes pastoriles. Chirinías nos dijeron, tanto quiere decir como jeremías porque con ese instrumento de música llorona o Jeremiqu iantes se acompañaba antiguamente en las iglesias el canto de los salmos los cuales por influjo popular de las bellas lamentaciones litúrgicas de la sinagoga. Objeto de burla en la España católica, se decían jeremiadas. Esos cantos judíos dejaron profunda huella en las tierras Españolas donde abundaron los creyentes de Moisés. En Andalucía pasaron al folklor como base del llamado cantejondo. También parece que en Levante dieron su nombre a la gaita de odre. Chiringas allí significó tanto como “Sac de Jamecs"o “saco de gemidos”, que es un nombre que también se le da en tierras lemosinas a las chirimías o gaitas. Otros nombres que según Amades se dan a éste instrumento en Cataluña, confirman ese sentido tristón y nostálgico que merecen los timbres peculiares de la gaita.
El uso de las gaitas o chirimías en los templos cristianos debió de ser revivencia del carácter religioso que tuvieron tales instrumentos desde su origen. Sin duda, la gaita tuvo desde su inicio relación con lo sobrenatural. La Gaita fue un típico instrumento de magia formado del cuero cocido y empegado de un animal, al que le sacan sonidos; tal como se hizo con el cuero cocido y relleno, convirtiéndolo en tambor y en rascador. En la India, la gaita es una simple vejiga de cerdo con una caña insertada en ella y en el Cáucaso es una piel de cerdo con un cuerno de res por tubo en que tocas las notas. En algún pueblo de gentes blancas, con las gaitas se obtienen los mismos efectos hipnóticos que con los tambores batá entre los negros yorubas. El mismo Leonid Lieven dice: “Hay un rincón remoto de Yugoslavia muy cerca de la frontera rumana, que parece haber quedado casi intacto de toda influencia de los siglos transcurridos y en donde los ricos, paganos sobreviven hasta hoy. Es costumbre allí el Domingo de Pentecostés poner en estado de trance a mujeres que se suponen videntes y de los ancianos de la aldea extraen profecías mientras se hayan en estado subconsciente. La caída en trance y la vuelta al estado normal las hacen los gaiteros tocando gaitas”. Aún en los pueblos que conservan las gaitas estas se usan en las fiestas rurales, donde los bailes y regocijos van unidos a ceremonias peregrinaciones y romerías de carácter religioso, que se remontan a ritos del paganismo precristiano.
Las Gaitas o Chirimías, al caer la edad media con el descubrimiento de América, pasaron el Atlántico con los conquistadores. Las Chirimías o gaitas parece que entraron en Cuba por dos vías; primero por la eclesiástica y siglos después por la inmigración gallega.
Indudablemente, en Cuba como en el resto de América Hispánica, se tañían chirimian en relación con el servicio del culto en las iglesias. Por Real Cédula de Felipe IV se dispuso para las Indias: “Que en los presidios se asienten por soldados a cuatro chirimías que acompañen el Santísimo Sacramento” (Ley 17 it. Lib. 3).
Y, además se sonaban trompetas y trompetillas por los indios que se hacían “grandes músicos” y con ellas “ofician una misa”. Según vargas Machuca a comienzos del siglo XVIII todavía se oían varias chirimías en las ceremonias del culto y festividades sacramentales de la Catedral de Santiago de cuba. El 12 de Julio de 1721, el Consejo de Indias pide al Rey y éste resuelve que continúen en esa catedral las cuatro chirimías que gozaban plazas de soldados en el presidio de la Habana. En Cuba a las chirimías eclesiásticas se unían los calabozos o guayos y consta que éstos eran tocados por negras. No parece empero, que las chirimías fuesen también sopladas por negros, salvo ocasionalmente, a juzgar por el celo real en proveer a la catedral de chirimistas con plazas del ejercito. Debemos advertir, sin embargo, que no tenemos datos precisos para decidir si esas chirimías tañidas en la catedral de Cuba eran del tipo simple de oboe o del tipo de las gaitas o chirimías de odre. Ambos tipos se usaron en las iglesias para reforzar los cantos y ello explica el empleo de chirimistas como múscos profesionales. Quede para otros la dilucidación de esa duda.
De todos modos, tras la revolución del “siglo de las luces”, las chicrimias o las gaitas de uno y de otro tipo cayeron en desuso. La simple fue sustituida por perfeccionados oboes y clarinete. La gaita de odre fue desapareciendo en todas partes, como cosa medieval y “oscurantistas”, sobreviviendo sólo en la música folklórica de ciertas regiones montunas y marginales de occidente, y siendo sustituida en las iglesias por el órgano y el armonium. No sin que el sonido hipnótico de las chirimías fuese conservado en un registro especial, así llamado, de los órganos, mediante el cual se simulaba la voz de dicho tradicional instrumento de la música eclesiástica. Recordamos haber oído en Iglesias de España esas chirimías del órgano durante las ceremonias festivas de las Navidades.
Con tales antecedentes de antigüedad, magia, religión e influencia afroislámica, bien pudo suponerse que la gaita de odre fuera también instrumento de los negros como de los blancos. Sin duda en el África negra se conoce ese instrumento. En el diccionario hausa-inglés de Robinson (I, p, 6) encontramos la voz alguita, “un instrumento de viento que se toca como un bagpipe”. Hambly aporta la figura de un negro yoruba del sur de Nigeria tañendo una alguita: pero advierte que éste “probablemente procede del Norte de África”, es decir de tierra de moros. Pero, de todos modos, la gaita no es instrumento originario de los negros” y en África, así en la blanca como en la negra, se encuentran en gran parte ligado a los creyentes del Islam, donde se denomina alguita. Por cierto que, según se refiere por Cadamosto, en uno de sus viajes por la costa africana del oeste en el siglo XV, “el sonido de una de sus gaitas campesinas, tañida por un marinero, causó asombro entre los negros. Viendo que estaba adronada con cintas y lazos en su cabeza, ellos pensaron que era un animal vivo que cantaba con voces diversas y se complacían mucho en oírlo”.
Pero habiéndole dicho que era un instrumento y puestolo desinflado en sus manos, dijeron que era instrumento divino, hecho por el mismo Dios, para que emitiera tan dulces voces, y declararon que nunca habían oído algo que con más dulzura sonara” y en Cuba ni los negros de nación ni sus descendientes han empleado la gaita.
Cuando ya en las iglesias no sonaban chirimías, de cualquier tipo que ellas fuesen, bien mediado el siglo XIX, entró en Cuba la típica gaita gallega con los numerosos inmigrantes de Galicia. Ellos trajeron para sus divertimientos, evocaciones patrióticas y añoranzas de su tierra, sus aldeanas gaitas como los negros de África trajeron sus tribales tambores.
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