Tuesday, November 24, 2009

LA GAITA ESTÁ MÁS VIVA (1993)

El esfuerzo de crear un Festival de la chuana es estas tierras ariscas, que en un momento no fue considerada una quijotada sino como un acto de locura de hombres decididos y apegados a nuestras más caras tradiciones, hoy comienza a dar los resultados más elocuentes, de tal manera que la historia nos obliga a los directivos emergentes a mantener viva esa brisa fresca de esperanzas para que la Gaita siga sonando y alegrándonos el alma.

Han pasado ya nueve largos años desde aquel día que en el sopor de un sardinel espontáneamente surgió la idea del festival. Decir nombres sobraría. Todos los hombres de este pueblo de una forma u otra han servido con cualquier acto de sus vidas al Festival, con su presencia, con sus aplausos, con sus sonrisas, con la compañía, con la ausencia, se han casado con el evento y hoy le quieren como un legado a nuestros antepasados que nos siguen transmitiendo su sabiduría, a través de la gracia morena, de ese mestizaje que nos ha hecho fuertes.

En el festival se expresan también los artesanos, decimeros, los que aún conservan el emocionante grito de vaquería, zafra de monte y la que utilizan en los entierros de pobres mientras dejan de ser sendos porros de madera sobre la capa que cubre el ataúd del familiar o amigo. Es la expresión viva de la cultura popular de estos pueblos, por lo que podemos afirmar que el festival de Gaita, al igual que el Pito Atravesao en Morroa y el de Algarroba en Galeras se han convertido en el espacio de expresión folclórica del pueblo costeño.

El Festival ha servido también para sacar de esa largo olvido en que permanecieron los cultores de esta música y colocarlos en el escenario que ellos merecen. Los Gaiteros quienes en el rincón de sus pueblos polvorientos, vivían chupando la boca de miel para alegrar el alma de sus vecinos hallaron en el evento el trampolín para encontrarse con un público más amplio que les ha sabido aplaudir. Los Peluffos, Los Laras, Los Cabreras, Los Padillas, Los de Guacamayal, los del Guamo, y tantos de nuestras regiones han demostrado que la Gaita seguía viva y que lo que hacia falta era un escenario que le sirviera para mostrar su gracia. Esto nos demuestra que no podemos hablar de rescate, sino de preservación y difusión, pues, los Gaiteros aunque olvidados se aferraron a su música.

Y el movimiento que se inició en 1985 desde Ovejas ha servido para que la Gaita no decaiga en la juventud que en forma ávida de gracia repentina sigue demarcando la tradición, surgiendo grupos de niños que se unen a los viejos a tocar espontáneamente y mientras se siembra la semilla hay la esperanza de una buena cosecha.

A la par han surgido grabaciones y arreglos musicales de otros grupos que han encontrado en la Gaita un pozo de la inspiración para refrescar sus trabajos discográficos. El gran Joe Arroyo halló en la Gaita un sustento de su obra introduciéndole un pedazo de melodías chuaneras en un homenaje a Estefanía. Y ahora por esos días, la Gaita ha hecho su aparición auspiciosa en los arreglos novedosos en ese himno asombroso de la Costa como lo es “La Hamaca Grande” de la autoría del San Jacintero Adolfo Pacheco y en la versión de Carlos Vives. Sin pretender llegar a los extremos de la comercialización desmedida que mata la originalidad, estos hechos engrandecen la Gaita, como lo hicieron en algún tiempo los famosos Gaiteros de San Jacinto que nos representaron con su indígena instrumento en la mayoría de los países del Viejo Continente y en toda América Latina.

Es propósito del Festival que hacemos en Ovejas preservar ese legado cultural de nuestros artistas populares, crear especialmente en los artistas populares, crear especialmente en los niños el sentido de pertenencia en el género de la cultura y la música que nos identifica.

Ahora solo faltan más eventos Gaiteros y organizaciones dedicadas a ello, el hecho de que surjan nuevos festivales y organizaciones con ese propósito debe servir para fortalecer todo este movimiento, de tal manera que no debemos verlos como una competencia sino como el más vivo ejemplo de que la Gaita ha encontrado el escenario adecuado para vivir y seguir viviendo.

“Un par de Gaitas y un Tambor Compa’e
es suficiente para llenar
al mundo entero de alegría, decía Pacho Llirene,
Y alegraba:… y un traguito de ron blanco,
Eso es todo”.