Tuesday, November 24, 2009

GAITA – MARACA – TAMBOR (1993)

Por Julio Sierra Domínguez



Muchos grupos de indígenas, varios siglos después de la conquista, continúan practicando sus creencias en medio de una vida simple y ejemplar. Sus convicciones y arraigadas tradiciones han logrado, según estudios del musicólogo Luís Antonio Escobar, el milagro de que sus instrumentos hayan perdurado y sus músicas puedan ser escuchadas hoy como en otros tiempos. Tal es el caso de los indios Kogi, Ijka y Sanka, entre otros, que siguen tocando sus gaitas y resurgiendo la memoria de los suyos en la plenitud de sus melodías.

Gaita-Maraca-Tambor es un todo en la estructura de un conjunto de gaitas. Gaita Hembra y Gaita Macho; Tambor Alegre y Llamador. Conjunto de elementos indispensables en la iniciación del rito. Otras veces, conjunto de gaitas adicionan la Tambora y el Guache. Sin embargo, se debe preferir la penetrante y suave melodía de la Gaita como elemento central.

Las Gaitas están hechas con materiales, todos de origen nativo, obtenibles fácilmente en los alrededores de la sierra Nevada de Santa Marta (Magdalena); San Jacinto (Bolívar) Chalán y Ovejas (Sucre). Se trata de cañas, cardón, cañón de plumas de pavo de monte o de pato, cera y ceniza o carbón. El proceso de elaboración es parte de una técnica envuelta en saber popular musical, generalmente, con caracteres muy normales o mejor naturales que en ocasiones se tornan un rito mágico. Las Gaitas Hembra y Macho junto con las Flautas malibúes, se han convertido en los instrumentos melódicos más importantes de la cultura precolombina en Colombia.

La Maraca se constituye con totumo limpio y seco y semillas resonantes. Los tambores deben ser cónicos de una membrana o parche de cuero, con fondo abierto, y sistema de tensión por caña. Su esencia es ritual y sagrada.

La Tambora es un tambor cilíndrico de dos membranas con sistema de tensión de aros y abrazaderas, de percusión con banquetas. El Guache es, en esencia, una sonaja tubular que se fabrica de un tubo de latón con semillas secas en su interior.

Cuando Gaita-Maraca-Tambor se juntan, la tierra se prende con un fuego venido del cielo. Se comienza la vida con un rito que agrada y satisface tanto a hombres como a dioses. La melodía es propia de nuestros parajes y el ritmo brota del mismo fondo de la tierra. Así lo han sentido en la Sierra Nevada de Santa Marta, San Jacinto y Ovejas, como también lo han manifestado los pueblos vecinos de Darién y Bajo San Jorge. Templos abiertos de una gran expresión musical folclórica. Aquí se guardan y están sembradas reales esperanzas de supervivencia cultural.