Tuesday, November 24, 2009

COLOMBIA AL VAIVÉN DE LA CHUANA (1994)

Por Lic. Alfredo Taboada Alfaro



Un nuevo Festival comienza hoy 14 de octubre en Ovejas, departamento de Sucre. Cuando suenan la gaita y el tambor se piensa en la parranda típica de esta tierra. Se escucha el lamento adolorido de aquel que ya no encuentra mejor forma de sentir la música que le llega al alma. Se piensa en un bullicio que colma a Ovejas cuna de Festival, y así es.

Ahora cuando llega el Festival, el sonar de canciones, gaitas, tambores y maracas, animan el abrazo de los amigos que se saludan, y se abrazan emocionados. Pero también, y a poca distancia de la fiesta, existe en Ovejas un espacio hermoso del cual muchos disfrutan. Son Calle Nueva, La María y Plaza de la Cruz.

Rincones que superan la parranda y se quedan incólumes para llenarse de historias. Historias sencillas que hablan de tardes enteras vividas a golpe de tambor y gaita y adornadas con los fandangos, velaciones y ruedas de gaitas con buena esperma y ron a borbotones hasta la llegada de un nuevo día, en las que transcurría la vida tranquila, y se bordaba con sencillez la cotidianidad de un pueblo que parecía moverse en un tiempo distinto.

Toda esa apacible vida llena de rumos de tiempos idos, de añoranzas inevitables, de aromas perdidos en le pasado, se refleja en imponentes callejones repletos de secretos y en las estrellas que iluminan los años que ha transcurrido por esos lugares silenciosos que invitan a soñar.

Junto al frondoso palo de caucho ubicado en un costado de la Plaza principal, sentado en una banca, el ovejero puede soñar con los tiempos idos y con los que vienen, porque para eso se rescató el pasado y se embelleció el retazo histórico.

Para conservar la vida apacible como aquella cuando un canto entonado en cualquier rincón del viejo pueblo se escuchaba en todas las casas, y elevaba el espíritu y hacía pensar en que ya de ese estado de placidez no seguía nada más.

Y para el visitante, que no conoce esta tierra y viene, este espacio para soñar se puede convertir en el sitio indicado para comprender que Ovejas no sólo es gaita, ni parranda, ni la adversidad que a ratos la sacude, sino que es también encanto, historia de la buena, pasado con sabor a talante de gente emprendedora, laboriosa, sincera y de corazón amable.

El centro de Ovejas, limpio, rescatado del paso inclemente de los años, está ahí haciendo parte de una comunidad en la que se puede soñar con tiempos mejores.

O se puede, como entre las líneas de cientos de canciones, soñar con ese pasado de pregones y de amores escondidos tras las faldas de la noche. Guardando silencio, puede en el centro de Ovejas contar mil historias tejidas con los besos y las lagrimas de los amantes, voraces, incautos y entregados como la brisa sabanera. No existe un gemido del ayer que no se escuche al doblar de las esquinas. No hay balcón, ventana o casa que ignore el pasado de una tierra nacida y perdurada para cantar los versos de los mejores días.

Durante los cuatro días del Festival aquí si hay gente de todas partes. No lo pienses más.

Ven a Ovejas y podrás conocer lo que es un verso que sale del alma; una nota musical que te habla de paz; una canción que te explica lo que es el amor; una mujer de ojos soñadores que observa los Montes de María y ríe con la alegría del pueblo, lo que es un trago brindado con afecto, y la placidez de una fiesta descomplicada en donde el único requisito que existe para gozarla es quererla y tener el alma dispuesta para ser ovejero de corazón.

La Cultura es la tolerancia de la diferencia.

Uno de los legados más preciados de folclor colombiano es la GAITA, una herramienta musical que se entremezcla con el placer, la vida y la idiosincrasia de un pueblo, un instrumento que, más que un relato macondiano, es la esencia de una tierra que cada año goza con su folclor a través de una cumbia, porro, gaita, etc.

Dentro de este mundo mágico que se ha creado a través de la música de GAITA, tenemos que mencionar a figuras míticas como Toño Fernández, Juan Lara, Medardo Padilla, Victorio Cassiani, Los Hermanos Peluffo, Sebastián y enrique Arias, Catalino Parra, Lorena Prada, Fred Caro, José Antonio Cabrera Rivero y muchos más; juglares que han sido considerados como los artífices de este bello folclor.

En un pueblo lejano, lleno de bellezas naturales insospechadas, surgió el canto más hermoso del mundo: la GAITA.

Cada año, en este terruño de mujeres hermosas y hombres parranderos y amables, se dan cita los mejores intérpretes de la música de GAITA de las diferentes regiones del país.

Ese es el Festival Nacional de la Gaita, un evento musical que reúne experiencias nuestras, que jamás serán arrancadas de nuestros corazones.

Que lindo es escuchar una maraca, una gaita y un tambor. Que lindo es no negar nuestra Cultura y decir con orgullo que somos una verdadera treintena venida de indígenas, negros y blancos.

Ese es nuestro folclor. Esa es nuestra vida.

Ha pasado mucho tiempo y todavía la música de GAITA se mantiene, y aún hoy con mayor fuerza.

Esa música dejó de ser de unos pocos y se va incrustando paulatinamente en todos los sectores sociales de la nación.

Niños, jóvenes y adultos y viejos, dejan de ser diferentes y se convierten en uno solo a través de esta, música que rompe corazones, reanima el alma y enaltece el amor.

Gracias a Dios tenemos un folclor. Un folclor que le ha dado nombre a toda una región.

Cada Festival es un capítulo más de nuestro folclor.

Colombianos vengan, visiten a Ovejas, pueblo alegre, acogedor y deslumbrante con el fin de que gocen la X VERSIÓN del Festival que este año 1994, se denomina “Germán González de la Rosa”, en memoria de este ilustre ovejero, y quien en vida fue un amante y defensor del género musical de la CHUANA.

Cuando lleguen irán sintiendo esa fragancia que se expande por el cielo y que llega al alma: la brisa de los Montes de María. Montañas que guardan insospechados secretos culturales aún por descubrir y donde han nacido bellas composiciones de la música de GAITA.

Verán también una cultura distinta, un pueblo que ha salido adelante con el paso del tiempo a pesar de las adversidades de este país macondiano. Esa es Ovejas.

Historias fantásticas se han creado por intermedio de la música de GAITA y su Festival.

La Plaza Principal y la iglesia de Francisco de Asís, han sido testigos mudos de un evento que se engalana cada año con los participantes. LOS GAITEROS, que son el alma y vida del evento cultural más autóctono, y a quienes hoy rendimos homenaje y reconocimiento por mantener viva la música ancestral por excelencia de Colombia: la Chuana.

La GAITA es un poema a la vida. Es un canto al placer de existir.

No importa que la critiquen. No importa que algunos renieguen de este folclor. Lo importante es que hay personas que como Jaime Vides, Toñito Cabrera, Jorge Cadena, José Ramón Mercado, Modesto Chávez, Joche Álvarez, Amalfi Vásquez, Ignacio Taboada González, Laureano Ordosgoitia, Pedro José Mercado, Nacho Paredes, Guillermo Vásquez, Héctor García, Rosario Ricardo Bray y una larga lista de ilustres ovejeros, que nunca dejarán de ser lo que son: amantes decididos y convencidos de una Cultura Musical que nunca morirá.

Por último, es en este tiempo apesadumbrado, muy difícil desenterrar la esperanza, hay que rescatarla del último rincón donde ha ido a parar por inútil.

Delante de ella están puestas todas las advertencias. Y se trata de sacar una esperanza que no resulte falsa, que no sea desmesurada y que tenga piso ahora cuando está hueco donde pisamos.

La parte más fundamental del desencanto es comprender que nada nos agrupa, distinto al miedo a sucumbir o a la impotencia de cambiar las cosas.

Haber arriado las velas de todas las utopías colectivas nos deja sumisos en el pequeño espacio personal donde cualquier intento a escala de mejorar las cosas, solo puede darse. Y si hace diez años decíamos el año 2.000 y estábamos pensando en una película, algo que podía o no tocarnos, ahora cuando seis años vista trasponemos el umbral del siglo y del milenio, la canillera es total porque no tiene atenuantes nuestro fracaso colectivo. Todos los muros caídos, las barreras levantadas y los filtros impuestos no enmiendan el desplome del balance.

Por más pequeñas utopías de remedio alternativos que recojamos es claro que vamos a pasar sin conocernos y sin respetarnos, aunque lo hagamos en aparatos rápidos y sospechando de todo. Lo mejor será agachar humildemente la cabeza y saber que hay que barajar y dar cartas de nuevo.

La fiesta del mileno podrá esperar hasta que un hallazgo humano vuelva los aparatos a su dimensión real y devuelva al camino a todos los sobrevivientes extraviados. Quien sabe si a ellos les será dada una nueva oportunidad sobre la tierra, como pedía en Estocolmo García Márquez.