Tuesday, November 24, 2009

OVEJAS GAITA Y TABACO (1994)

Por Edgar Rey Sinning - Sociólogo



En el instante que una persona oye hablar de gaita y tabaco asocia los nombres de pueblos como Ovejas y San Jacinto y algunos otros más, casi sin excepción todos los habitantes montañeros de los “Montes de María” viven para la gaita y viven del tabaco y otros productos que brinda la madre naturaleza. Gaita y tabaco están en el alma de los ovejeros, este último desde la llegada de don Joaquín Pizarro, hecho acaecido en 1857. por el contrario la gaita cabeza de cera o chuana, como se le llamaba en el pasado, es un instrumento musical aerófono de los zenúes y que evolucionó posiblemente del primer instrumento musical del hombre, el caracol, que esta tribu llamaba shúa o chúa, de allí el nombre de chuana que el investigador Manuel Huertas Vergara considera como “La gaita de América”. Para probar su presencia milenaria existen dos piezas arqueológicas: el músico Sapo (Huertas) “de unos 5 centímetros de alto que representa a un músico que luce un típico sobrero trenzado o “vueltiao”… lleva una marca en la mano derecha y toca un aerófano, trompa o flauta” y la otra pieza es la de un gaitero cencenú, tocando una chuana larga figura encontrada entre Almagra y Vilú (municipio de Ovejas) en 1989, que sirvió como modelo para el afiche del sexto Festival Nacional de Gaitas realizado en 1990. ambas piezas están elaboradas utilizando la técnica tumbaga mezcla de oro y cobre. Posiblemente esta última pieza haya sido hecha hace más de mil años.

Ahora bien el tabaco desplazó otros productos y tal vez hasta la misma artesanía, sin embargo se enraizó de tal manera que el cultivo de la hoja en las tierras de los “Montes de María” entró a competir en producción y calidad con el tabaco que se sembraba en el interior del país, sobre todo con la de los Santanderes, el Tolima y otras poblaciones aledañas. Esta subregión costeña se convierte en la principal productora y exportadora del tabaco del Caribe Colombiano. Javier Hernández (1990) describe este proceso en los siguientes términos: “Desde la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, llegan a los Montes de María un grupo de empresarios hacendados que se asientan en las faldas y los cerros, zona apta por su clima, si riqueza hidrográfica y maderera y por su supuesta potencialidad ganadera. Fomentaron el cultivo del tabaco entre el campesinado asentado antes en la zona o que seguía fluyendo también de territorios vecinos, que como pareceros, terrazgueros o colonos libres, se dedicaban al cultivo del maíz, la yuca, el ñame y cría de cerdos. Si bien e tabaco se cultivaba en la zona desde tiempos remotos para el consumo, sólo a mediados del siglo XIX se comienza a comercializar la variedad criolla a partir de la expansión empresarial del núcleo de hacendados y empresarios nucleados en el Carmen de Bolívar y luego en Ovejas, San Jacinto y Zambrano, sobre todo a partir de los años 50 y 60 del siglo XX”. Con esa nota extensa queremos mostrar el proceso que sufrió la subregión con la siembra de la hoja y, por consiguiente, la estructura misma de la tenencia de la tierra y su utilización. Pero además consolidó un grupo de empresarios que asumieron la dirección de la economía y la política local.

Estos dos ingredientes –gaita y tabaco- en la vida del montañero de los “Montes de María” se han amalgamado para darle vida material y la gaita vida espiritual, que son los dos niveles de expresión de la cultura. Por ello el ovejero realiza el festival de gaita de 1985 después del proceso de producción de la hoja, cuando el campesino necesita del descanso y se ha desocupado de las labores que atañen al cultivo y por supuesto cuando ha recibido la paga y tiene el suficiente dinero para gastarlo divirtiéndose y entregándose en loa brazos de Baco. A la postre es un tiempo y un espacio necesario en la vida del ovejero donde le es menester renovar las fuerzas para continuar luchando contra la naturaleza y el olvido estatal. Y es en ese espacio y tiempo determinado por el festival el que permite entregarse a un goce colectivo sin precedente como hombre Caribe. Porque no podemos olvidar que los “Montes de María” fueron refugio de miles de negros esclavos libertos que trajeron a esas tierras –de su África lejana- su precusión que al unísono con las gaitas (hembra y macho) aborigen como las maracas, conformaron una armoniosa música que llamamos de GAITA, que sirvió para animar todas las fiestas, sean éstas familiares, patronales o regionales (Nacimiento de Jesús, 31 de diciembre, Día de Reyes, Inmaculada Concepción entre otras). Pero esa conjunción no solo fue musical o cultural, también germinó un tipo de hombre racial diferente, unos biétnicos y otros triétnicos.

Y hasta allá en “Flor del Monte”, donde se asoma una luz de esperanza para la paz del país, Gabriel Borja y Jacinto Ruiz y sus muchachos de la Corriente de Renovación Socialista, escucharon este viernes 15 de octubre el sonar de las gaitas y el repicar de los tambores dando inicio al Noveno Festival Nacional de Gaitas, Edición: Eloisa Bohórquez; que lastima que Enrique Buendía y su acompañante no los hubiera escuchado, aunque estamos seguros que Francisco “Pacho” Llirene, el inspirador del festival, los espero en el cielo con repiques de tambor tocado a mano limpia.

Esta novena versión del Festival fue la afirmación de que él tiene mayoría de edad y su afianzamiento es total, de ello son responsables todos los ovejeros. Esa es su voluntad. Porque el ovejero con su forma de ser, con su idiosincrasia montañera-sabanera es consciente de lo que significa para él el festival. La amabilidad del ovejero alcanza a los extremos, por eso el que llega se siente como en su propia casa. Antonio Hermosilla un joven ovejero que se baila y goza todo el festival, día y noche, es de los que lo invita a su hogar y le expresa al segundo de conocerlo: “cuando pase o llegue a Ovejas no toque en la puerta de mi casa, entre”. Y así es, sino que lo diga el poeta Josse Saravia. Ni que decir del doctor Germán González, o de los organizadores del festival o de la juventud que colabora con el evento cultural patrimonio del pueblo ovejero. Lo cierto es que el encanto de la gente y la hermosura y cadencia de sus mujeres hacen que uno anualmente vaya al festival a recrearse, es decir a volver a nacer. Sinceramente pensamos que no hay un ser más satisfecho de haber nacido en su tierra que el ovejero.

El festival de gaita es un homenaje a la vida, es un aporte a fomentar la cultura de la paz, a partir de la propuesta de los festivales que han surgido de la sociedad civil de muchos pueblos de Sucre, Córdova y de otros pueblos costeños. Tanto es así que a un lado de la tarima había una frase muy significativa: “La gaita es paz”. Porque es que el festival no está solo, existe una larga lista de pueblos que han ido consolidando su identidad cultural a partir de la realización de eventos como ese, valga señalar: El Festival nacional de Pito Atravesao, en Morroa; EL Festival Folclórico de la Algarroba, en Galeras; el Encuentro de Bandas de Sincelejo; El Festival Nacional del Porro, n San Pelayo; el Festival de la Tambora, en Tamalameque en el Cesar y en San Martín de Loba, Bolívar, El Festival Nacional Hombre-Caimán en Plato y otros tantos que no habría espacio para enumerar.

En este festival la gaita es la reina, por lo tanto no necesita que se le elija una de burla; una mujer reina por un año, porque la gaita como expresión musical de la América indígena es y será la reina por siempre y hasta siempre. Por eso en el fandango que se forma en los días de la gran fiesta sólo se oyen expresiones de infinita alegría y regocijo, tales como “Suena el tambó”, “Suena las maracas”, “Suena esas gaitas”, “levanta la pollera muje”, “Tómate un trago”, y en fin plegarias a la vida y a la gaita que brinda esa posibilidad mítica y onírica.

La evolución del festival ha sido importante, primero fueron los grupos de la subregión y de Cartagena, luego llegaron los de Guacamayal (Magdalena), hace siete años los de Pereira y ahora los de Barrancabermeja y San Vicente de Chucurí. Primero sólo se premiaban gaita larga y corta, después las canciones inéditas y mejores intérpretes de gaita hembra, macho y tambor alegre; en el año 1989 concurso de decimeros y desde 1991 concurso de parejas bailadoras de gaita. Pero también han llegado las Danzas de la Universidad del Magdalena, las de Medellín, la de los kamkuamos de Atánquez (Cesar) con el mama Abelancho encabezando la comitiva; investigadores socio-culturales y gente de todos los rincones del país, que llegan con todo tipo de cámaras, grabadoras, libretas de apuntes; la Radiodifusora Nacional traslada todo un equipo de grabación inmenso y luego trasmite programas para todo el país y por supuesto Telecaribe, nuestro canal, en general, el que llega al Festival es el país, en busca de reencontrarse con su pasado aborigen y baconiano y afirmarse como hombre caribe.

Pero no se crea que el festival sólo sirve para ese tipo de goce espiritual, es decir por la música, el baile, el ron, o la bacanería, sino porque alrededor del evento, está esa otra forma de goce espiritual manifiesta en la discusión teórica y práctica sobre la música de gaita y la cultura popular, y para ello se organiza el foro. En él han intervenido Orlando Fals Borda, Aquiles Escalante, Manuel Zapata y su hermana Delia, Totó la MOnposina, Eliécer Meléndez (el de los gaiteros de San jacinto), David Sánchez Juliao, Benjamín Puche, Manuel Huertas, José Ramón Mercado, Julio Sierra Domínguez, Enrique Muñoz Vélez, Simón Martínez Ubarnez, Wilmer Arias Córdoba y quien escribe estas notas entre otros. Este año el grupo “Proyecto Lumbalú” de Pereira ofreció una excelente conferencia: “Cumbia, Gaita, Porro y Merengue (Esquemas rítmicos de acompañamiento), que es el fruto de un trabajo de siete años de investigación por todos esos pueblos de Sucre, tanto que durante los años de 1990, 1991 y 1992 ocuparon el tercer lugar en el Festival Nacional de Pito Atravesao en la categoría única y en 1992 ganaron en Ovejas en la modalidad de aficionados en gaita larga, y este año fueron finalistas en la categoría de profesionales. Trabajo como el de este grupo y el que realizan otros investigadores y gaiteros son los que se necesitan para superar la crítica simplista sobre este tipo de música que a nuestro juicio nos enorgullece como caribe que somos, sentimos y vivimos.

Ovejas, su gente y su festival siempre serán el lugar para el reencuentro con el pasado que no ha muerto y alumbrará el camino para el futuro. Ahí siempre existirá una hermosa hembra que te aceptará bailar un son de gaita en las noches de octubre, mientras degustas un tabaco ovejero y un hombre te brindará un trago y su amistad sincera que será para siempre.