Saturday, November 25, 2006

LA CHUANA... UNA POSIBILIDAD PARA LA VIDA (2005)

Con un juego espectacular, se mueven con agilidad pasmosa. Nuevamente llega el mes de Octubre y las gentes de Ovejas expresan: “Son los gaiteros” que llegan para participar alegremente del evento cultural más autóctono de Colombia, el Festival Nacional de Gaitas “Francisco Llirene”. Son momentos de vida. Todos ellos hablan, cantan y hasta bailan. No sabemos que pasa pero se roban toda la atención, el cariño y el corazón de todos los ovejeros y ovejeras.

¡Que grata sorpresa! No esperábamos lo que se ve y se siente en la plaza principal del pueblo cuando comienzan a sonar las gaitas, las maracas y el tambor. Un espectáculo fuera de serie que absorbe a todos los presentes hasta cautivarlos. Entonces se da apertura oficial al certamen folclórico y se inicia el festival que durante cuatro días y cuatro noches nos hace sentir distintos, como protagonistas, como si participáramos en escena. Por momentos nos sentimos transportados a un universo mágico –realista de hermandad, tolerancia paz y unidad en el cual queremos por siempre permanecer-.

Y se produce el inesperado milagro ya que San Francisco de Asís desde lo alto de nuestro imponente templo parroquial henchido de regocijo y amor nos imparte a magistralmente la legendaria Chuana de América a través del bitoque de pitahaya cabeza e’ cera.

Durante el desarrollo del Festival Nacional de Gaitas se vive una experiencia que rápidamente anima el espíritu y alimenta profundamente el alma; gracias a él construimos amistad sincera, abrimos y desarmamos los espíritus. La gaita permite comprendernos y nos consuela en los sufrimientos y adversidades, nos marca el camino a seguir en la construcción de sólidos y permanentes espacios de dialogo, concertación y reconciliación nacional encaminado todo ello a la consecución de la tan anhelada y esquiva paz que añoramos los colombianos, con una patria soberana donde se haga una realidad y no una quimera la justicia social, lo mismo que una efectiva democracia sin exclusión de nadie, donde la gente no se muera de hambre, se respete, cultive y ame la Vida.

El universo de las gaitas, con especial moraleja, queda retratado en nuestra memoria. Lo disfrutamos en su plenitud. Reímos, gozamos, aprendemos y también cambiamos. Los rostros de los participantes y asistentes en el marco del festival se notan iluminados y risueños. Todos aplaudimos y salen los pañuelos. Nos sentimos distintos, estamos alegres y somos otros.

La Chuana es trascendente, es capital, es la acción fundamental de existencia como ser humano, quien escucha su sonido melodioso y la baila puede también vivir en estos tiempos, quien la lleva en su sangre se vuelve más discreto, más sencillo, más solidario y más alegre.

La Chuana es sana para el cuerpo y el alma. Es la tranquilidad. El sosiego de nuestros miembros y nuestro corazón. La gaita nos crea de nuevo y es una terapia que nos rejuvenece a diario, nos prepara para vivir plenamente el maravilloso milagro de la vida misma.

Cada día le decimos a la Chuana, eres maravillosa y cuánto más se lo decimos más maravillas nos hace ver. Miramos afuera y allí está otra vez todo el escenario; el maravilloso teatro que le ha permitido vivir: el aire, las nubes, los árboles, la tierra, el camino, los arroyos, las montañas, el barrio el campo, el mar, los ríos, las flores, el sol, la luna, los pájaros, la mujer, en fin lo más maravilloso.

La Chuana es la música que consigue crear otra dimensión, construir otra realidad y hacer que los juglares gaiteros y espectadores se sumerjan en ella. La Chuana no es otra cosa distinta que la creadora del tiempo. Sin ella, la vida no tendría sentido, no habría colores, no habría memoria, no habría poesía, no habría ilusiones, no habría amor, no habría nada.

La música de gaitas va a seguir existiendo por siempre, ya que si alguna misión tiene los gaiteros es la de no permitir que llegue “el fin de los tiempos”, es decir, que la vida se siga manifestando en nuestro planeta con toda su carga de misterio, belleza y ensoñación. Que donde quiera que haya un ser humano y esté presente la Chuana exista todavía una posibilidad para la vida, donde quiera que haya música de gaitas exista aún el encuentro, el abrazo y la solidaridad.


Por Alfredo Taboada Alfaro