A LA UNIVERSIDAD DEL FOLCLOR (2005)
Un día cualquiera, dejando atrás la carrera iniciada en pedagogía musical, me vi. de vuelta en mi sabana sucreña, buscando, creo que aún a tiempo, la fuente que tanto me había sido esquiva en los centros de formación académica. Allí estaban entonces Ovejas, Morroa y Galeras con sus ya nacidos festivales y sentí que había llegado a la verdadera universidad del folclor; si, allí estaban los pitos de carrucha, las gaitas y los tambores; allí estaban los MAESTROS, sin tizas, sin tableros, sin aulas de paredes de cemento y luces de neón en pleno día; eran los verdaderos MAESTROS que sin egoísmos, sin la mezquindad de los mediocres y los badulaques estaban dispuestos a dar de beber del conocimiento puro de nuestro folclor.
A partir de allí entonces aprendí - y sigo aún aprendiendo con ellos cada día – el verdadero significado, valor y respeto por las raíces autóctonas y en ese mismo viaje he conocido a mucha gente en este pequeño universo, que me da la certeza de que eso, lo que algunos sabihondos del arte citan despectivamente, “del folclor”, no morirá jamás; los primeros maestros le han dado el legado a las nuevas generaciones y estas a su vez la van transmitiendo a las que recién nacen y me llena de orgullo estar allí en medio de todos ellos, como uno mas que se suma a la causa de seguir luchando por un espacio de reconocimiento a nuestro legado cultural.
Pero que hace la escuela o la universidad frente a esta manifestación pura de la cultura popular?
La experiencia de mi propia vida de estudiante me forzó desde lo más adentro a buscar la respuesta a este interrogante y el punto de partida fue mi inquietud por buscar la fuente primaria del conocimiento, entonces es cuando se es verdaderamente consciente que aquella había sido y sigue aun siendo negada en los salones de clases de primaria, de bachillerato y aún se menciona en voz baja en las escuelas de Bellas Artes o en la Universidades donde existe la carrera de música; Con un poco de resentimiento puedo catalogar que esa negación teórica, histórica y pedagógica es un abominable acto de barbarie cultural que castra el conocimiento del nuestra fuentes terrígenas-
Hoy desde el Festival de Ovejas, para mí, “ La universidad de la gaita” con sus 20 años a cuestas, han salido sones, inspiraciones, hombres y mujeres orgullos de nuestro folclor y en estos 20 años la gaita ha penetrado los poros de muchas gentes, se ha entronizado en los jóvenes y niños, ha perforado las paredes de las universidades (y paradójicamente, no precisamente a las facultades de música ni en las escuelas de Bellas Artes que siguen siendo sordas a los sonidos del folclor), y es apetecida por artistas y casas disqueras en el mercadeo de la nueva música; sin embargo, falta mucho por recorrer, ¿por que no pensar desde la Secretaría de Educación Departamental en una cátedra de folclor aprovechando la inagotable riqueza de nuestra sabana (Bandas, gaitas, pitos y tambores con toda su variedad rítmica, tradición oral etc.)? “Y QUE NO ES EL REGUETÓN, NI LA CHAMPETA NI EL VALLENATO”
NOTA AL MARGENSe necesita concienciar más a nuestras autoridades civiles y políticas locales, departamentales y nacionales, de que este no es un espacio para la mezquindad o de propiedad individual, es un patrimonio público ya no sólo de ovejas y los ovejeros sino de los gaiteros doquiera sean, un patrimonio del folclor nacional. Por eso a la única universidad de la gaita en el mundo se debe tratar de la mejor manera, darle mas permanencia y mejor posición a quienes abandonan sus compromisos personales y profesionales para entregarse de lleno a su organización, administración y proyección, pero sobre todo darle a la gaita y a los gaitero el tratamiento que ellos se merecen.
A partir de allí entonces aprendí - y sigo aún aprendiendo con ellos cada día – el verdadero significado, valor y respeto por las raíces autóctonas y en ese mismo viaje he conocido a mucha gente en este pequeño universo, que me da la certeza de que eso, lo que algunos sabihondos del arte citan despectivamente, “del folclor”, no morirá jamás; los primeros maestros le han dado el legado a las nuevas generaciones y estas a su vez la van transmitiendo a las que recién nacen y me llena de orgullo estar allí en medio de todos ellos, como uno mas que se suma a la causa de seguir luchando por un espacio de reconocimiento a nuestro legado cultural.
Pero que hace la escuela o la universidad frente a esta manifestación pura de la cultura popular?
La experiencia de mi propia vida de estudiante me forzó desde lo más adentro a buscar la respuesta a este interrogante y el punto de partida fue mi inquietud por buscar la fuente primaria del conocimiento, entonces es cuando se es verdaderamente consciente que aquella había sido y sigue aun siendo negada en los salones de clases de primaria, de bachillerato y aún se menciona en voz baja en las escuelas de Bellas Artes o en la Universidades donde existe la carrera de música; Con un poco de resentimiento puedo catalogar que esa negación teórica, histórica y pedagógica es un abominable acto de barbarie cultural que castra el conocimiento del nuestra fuentes terrígenas-
Hoy desde el Festival de Ovejas, para mí, “ La universidad de la gaita” con sus 20 años a cuestas, han salido sones, inspiraciones, hombres y mujeres orgullos de nuestro folclor y en estos 20 años la gaita ha penetrado los poros de muchas gentes, se ha entronizado en los jóvenes y niños, ha perforado las paredes de las universidades (y paradójicamente, no precisamente a las facultades de música ni en las escuelas de Bellas Artes que siguen siendo sordas a los sonidos del folclor), y es apetecida por artistas y casas disqueras en el mercadeo de la nueva música; sin embargo, falta mucho por recorrer, ¿por que no pensar desde la Secretaría de Educación Departamental en una cátedra de folclor aprovechando la inagotable riqueza de nuestra sabana (Bandas, gaitas, pitos y tambores con toda su variedad rítmica, tradición oral etc.)? “Y QUE NO ES EL REGUETÓN, NI LA CHAMPETA NI EL VALLENATO”
NOTA AL MARGENSe necesita concienciar más a nuestras autoridades civiles y políticas locales, departamentales y nacionales, de que este no es un espacio para la mezquindad o de propiedad individual, es un patrimonio público ya no sólo de ovejas y los ovejeros sino de los gaiteros doquiera sean, un patrimonio del folclor nacional. Por eso a la única universidad de la gaita en el mundo se debe tratar de la mejor manera, darle mas permanencia y mejor posición a quienes abandonan sus compromisos personales y profesionales para entregarse de lleno a su organización, administración y proyección, pero sobre todo darle a la gaita y a los gaitero el tratamiento que ellos se merecen.
Por Cristóbal Colón Benítez
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