EN LA NOCHE DE LOS ANCESTROS (2002)
A los Cumbiamberos de Magangue
Antonio Botero Palacio
En la oscuridad de la noche
hay temblores de incandescencia
sobre la línea final del horizonte
mientras signos de soledad y de misterio
se asoman a los resentimientos
de la mulatería.
Un aire envejecido
empuja pentagramas
sobre caminos de cera calcinada
en la prisión de las cañas de millo
y un canto de libertad perfora
el embrujado misterio de la noche.
Sones de tambores enloquecidos de lujuria
martillan a sordina
un tam… tam… que va a perderse
a menos de cien años
sobre estridencias de cadenas
y crujir de grilletes
que murmuran a sotto voce
una canción de campanas enfermas
opacadas por badajos de carnes putrefactas.
Y las manos ariscas
de los tamborileros
poco a poco
se van expatriando
sobre un dolor de esclavos
que termina por escucharse
allá a lo lejos
sobre un trópico virgen
amparado en la enrancia
de algún sueño Bantú.
Cuando lloran las gaitas
un dolor vertical
va trepando el ancestro
y en los gritos de angustias
de su voz monocorde
se almacenan las lagrimas
que por cinco centurias
recogieron intacto
todo el dolor de América.
Mientras que en esta noche
de gaitas y tambores
un relámpago enciende
la faz del horizonte,
mi canto lleva un grito
rebelde que contiene
todo el resentimiento
de la mulatería.
Magangue, sept 4 de 1996
Antonio Botero Palacio
En la oscuridad de la noche
hay temblores de incandescencia
sobre la línea final del horizonte
mientras signos de soledad y de misterio
se asoman a los resentimientos
de la mulatería.
Un aire envejecido
empuja pentagramas
sobre caminos de cera calcinada
en la prisión de las cañas de millo
y un canto de libertad perfora
el embrujado misterio de la noche.
Sones de tambores enloquecidos de lujuria
martillan a sordina
un tam… tam… que va a perderse
a menos de cien años
sobre estridencias de cadenas
y crujir de grilletes
que murmuran a sotto voce
una canción de campanas enfermas
opacadas por badajos de carnes putrefactas.
Y las manos ariscas
de los tamborileros
poco a poco
se van expatriando
sobre un dolor de esclavos
que termina por escucharse
allá a lo lejos
sobre un trópico virgen
amparado en la enrancia
de algún sueño Bantú.
Cuando lloran las gaitas
un dolor vertical
va trepando el ancestro
y en los gritos de angustias
de su voz monocorde
se almacenan las lagrimas
que por cinco centurias
recogieron intacto
todo el dolor de América.
Mientras que en esta noche
de gaitas y tambores
un relámpago enciende
la faz del horizonte,
mi canto lleva un grito
rebelde que contiene
todo el resentimiento
de la mulatería.
Magangue, sept 4 de 1996
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