El tiempo, la experiencia, la realidad cotidiana que vive nuestro municipio nos convence cada minuto que el tabaco anima a nuestros campesinos a detenerse e intentar –poniendo en peligro su vida y la de los suyos-, quedarse en su pedazo de tierra para hacer lo que vio y aprendió de sus padres y abuelos, a labrar la tierra; cultivando lo que de ella brota; viviendo su propia experiencia y narra de sus labios, que al cultivo que más apego y ventaja que más le ven es al de tabaco, a sabiendas de los sin sabores que tiene desde echar la semilla hasta traerlo a los sitios de venta, pero aquí está el mito, lo incomprensible, lo mágico, lo dulce, lo provinciano, ¿Qué será?
Nos preguntamos Señor con tanto sufrimiento, ¿Por qué sigue dentro de nuestra cultura?, haciendo un recorrido por todo el cordón tabacalero del país y algunos países de Centroamérica, es la misma vaina, es la misma cultura caribe, es el mismo lamento. Es el lamento que encontramos en nuestra cultura caribe, especialmente en el cordón gaiteril de los Montes de María, la cultura montemariana es la misma cultura tabacalera, e aquí el paralelo, e aquí lo interesante, después de muchas investigaciones y hallazgos el indio, el tabaco y la gaita era uno solo.
Según Carmenza Plazas, Orlando Fals Borda, Ana María Falcheti, Numas Gil Olivera, Gustavo Tatis Guerra, solo por citar algunos críticos e investigadores, coinciden en que los antepasados (cultura precolombina negros caribe) desde nuestros aborígenes, han estado ligado a esta. Muy especialmente nuestros gaiteros, por eso digo, gaitero que se respete ha cultivado tabaco, aquí a vuelo de pájaro citemos algunos: Toño Cabrera, Julio Martínez (El Lobo), los hermanos Arias, la Familia Ortiz (Ismael, Francisco), los hermanos Mendoza (Chango, Sebastián), los Yepes (Pijiguay), el Lobo de la Ceiba (Chalán), Félix Contreras, y algunos que se me han escapado. Si nos vamos a los compositores ocurre lo mismo: Misael Acosta, jairo Barrios, Juan Manuel, El Pollo Díaz, Andrés Narváez, José García, solo por citar algunos gaiteros y compositores montemarianos (la baja). Esto para controversiar y polemizar Numas, el habla y defiende a los de los Montes de María (la alta); si nos vamos para San Jacinto: Toño Fernández, Chuchita Hernandez, Toño García, los hermanos José y Juan Lara, Mañe Mendoza, Nicolás Hernández, Nolasco Mejía, Eliécer Melendez, estos, además de ser buenos gaiteros, sus raíces sus padres o abuelos tuvieron que ver con el cultivo de tabaco, ni que hablar de los compositores de esta tierra: Adolfo Pacheco, Andrés Landero, Ramón Vargas, Rafael Pérez García, los hermanos castro (Rafael, Pascual), solo por citar algunos de la 4ta y 5ta generación, a todos ellos les pasa la misma vaina, les corre por algún lado gaita y tabaco.
He aquí lo indescifrable, productos de hallazgos e investigaciones, siempre cogidos de la mano de nuestros campesinos, la gaita y el tabaco. He dicho esto porque lo he vivido y comprobado hasta la saciedad, quienes labran la tierra para producir tabaco, quienes ejecutan un instrumento de un conjunto de gaita, les ha sucedido en sus vidas por escrito por Numas Gil Olivera “entonces compruebo que todos nuestros gaiteros mueren de la misma manera, algunos con menos suerte que otros, pero siempre en la misma tragedia... la tragedia de nuestros gaiteros. En cada uno de ellos se muere nuestro conocimiento, nuestro recuerdo, nuestra memoria histórica” página 103 del libro Toño Fernández, la pluma en el aire.
Yo diría que es la misma tragedia para los tabacaleros, los obreros(as) del tabaco y la tragedia de quienes comercializan a nivel local este producto. ¡pero que paradójico! La gaita y el tabaco son dos elementos ancestrales, mágicos, porque ellos alegran el alma del hombre montemariano; basta ver inspirado un conjunto de gaitas para reconfortar el alma, parece que fue la esencia de nuestra vida, basta ver unos bultos de tabaco, y ver ya a las empresas, las chambas, las compras de cualquier corredor de tabaco, o el simple olor a tabaco, cualquier ovejero expresa con alegría o esperanza: ¡esto cambió!, se acerca la bonanza, el bienestar. Ya en pleno mes de Octubre llega el éxtasis para todo el pueblo ovejero, llegó lo mejor de la cosecha tabacalera, llegó el festival, se acabaron, aunque por un corto tiempo, las penas. Viene el regocijo y llegó el momento de olvidar los rencores, llega el perdón, existe ya en nuestros corazones la solidaridad, el consenso, se acaba la intolerancia; gracias a lo mágico que tienen las gaitas y el tabaco, solo hay convivencia entre los ovejeros, por eso sigo, y seguiré sosteniendo, en Ovejas (Sucre, Colombia) gaitas y tabaco son una verdadera cultura de paz, bienvenidos al Festival Nacional de Gaitas único en el universo, el más auténtico; cardón, cera, banco, ceiba, chuira, plumas de pato, cuero de chivo o venao, son brotados de nuestra madre tierra, son puros, originales, nada de instrumentos traídos del exterior.
Me atreví a expresar lo antes narrado porque lo siento, lo vivo; sin irlo a buscar a las grandes academias, lo he aprendido de la vida, que bueno a estas alturas; para sustentar lo expresado a Ana Marcelia Olivera Benítez (la Negra Olivera) mi señora madre, puede sentirse orgullosa de haber visto subir a la tarima Francisco Llirene cinco nietos a concursar, ver a un nieto de su hermana Chicha Olivera (del Carmen de Bolívar); para los escépticos, me refiero a Julio Cesar, Ana Marcelia, Camilo Andrés, Maren Paola y Mercedes; tendríamos que consultar con Yunes (el genetista), para comprobar que la vena gaitera nuestra viene por el lado de los Olivera, o tendríamos que mirar también a Numas Gil Olivera, lo mismo que al suscrito. A cualquier hombre o mujer que toque un instrumento de gaitas; jamás empuñara un arma para agredir a su prójimo, entonces es el momento para invitar a los mandatarios del nivel municipal, departamental, nacional para que fomenten las Escuelas de Gaita, de danza, estos niños y jóvenes serán un verdadero semillero de paz.
Por Julio González Olivera