Thursday, June 21, 2007

EDITORIAL (2002)

En el inicio del siglo XXI, cuando la globalización de la economía arrastra tras sí beneficios y perjuicios que pueden a muy corto tiempo debilitar organizaciones hasta llevarlas a su disolución, se hace imprescindible realizar una profunda reestructuración al interior del FESTIVAL NACIONAL DE GAITAS “FRANCISCO LLIRENE” mediante una reorientación administrativa, un manejo eficaz de los recursos y un fortalecimiento de nuestra identidad cultural que permita preservar en el tiempo el amor por la cadenciosa melodía que brota de la idílica chuana.

De no atenderse estas consideraciones, nos veremos avocados a claudicar ó, en el mejor de los casos, a sumirnos en el profundo mar de la desesperanza. No podríamos entonces, cargar con el peso de la tristeza, producto de la nostalgia y la vergüenza de no haber podido actuar a tiempo y brindar nuestro mejor esfuerzo al legado cultural casi olvidado, que una vez rescatara un grupo de personas aquel 5 de septiembre del año 1985; para deleite de los amantes del sosiego y del embrujo soñador del sonido proveniente de la ancestral chuana.

Dios permita retribuir con creces a las personas que se han percatado de la gran oportunidad que existe de continuar por el fino sendero de la seriedad, de la transparencia, de la proyección y el profundo interés de resguardar para nuestras futuras generaciones, ésta hermosa música con sabor a tierra y sudor, producto del esfuerzo diario del hombre por mantener en armonía a su familia.

Bienvenidos a la reivindicación del evento cultural de gran autenticidad y representatividad en nuestra colorida y variada República de Colombia: EL FESTIVAL NACIONAL DE GAITAS “FRANCISCO LLIRENE”.

GAITA: PASIÓN MUSICAL DE NUESTRA HISTORIA (2002)

Alfredo Ricardo Guerrero

A Nelly y José Víctor, mis hijos, mi pasión

Un día escribí que la gaita era semblanza musical de nuestra América, hoy escribo que la gaita es nuestra historia hecha canción. De veras no encontré otro motivo para concebir esta frase, que la de sublimizar y elevar a un sentido espiritual el género musical gaita, quien en su recorrido por los tiempos ha servido de vehículo para dinamizar la historia de nuestros pueblos.

La gaita de acuerdo a su naturaleza melódica describe la profundidad sentimental de aquellas comunidades indígenas que son el pilar de nuestra nacionalidad; con ella se motiva la noticia de un pasado matizado en un conjunto de vivencias económicas, políticas y sociales, caracterizadas por un montón de complejas aplicaciones sobre el medio natural, que desde luego llevaría la impronta del aborigen, que con la venida del hombre proveniente del viejo continente quedarían truncadas sus aspiraciones de disfrutar el producto de su creatividad. Pero, la gaita fruto del poder de la inventiva del nativo ha servido de correo temporal para transmitirnos no sólo el mensaje sonoro de esa época sino que ha servido, también como elemento fomentador de vínculos que interpretados bajo una concepción sociológica es el enlace en tiempo entre la relación de sucesos pasados con los protagonizados en la actualidad, surgiendo de allí una acción educativa proyectada a las generaciones de la gran familia colombiana.

Ahora, la estructura material del instrumento de la gaita compendia la armonización espiritual del hombre con el cerril canuto que produce ese delírico sonido estimulador con ímpetu del estado emocional y su percepción interior que no es otra cosa que la pasión.

La pasión corresponde en la música a una vivencia mental profunda que nos hace deslizar por el disfrute simbólico de la vida. Esta pasión ha venido circulando en la sangre y en el fluido sentimental de muchas generaciones de colombianos a través de muchos tiempos tanto cronológicos como en los tiempos melódicos y armónicos circunscritos a la interpretación propiamente de la música. En esta dirección la música ha escrito también las paginas de nuestra historia y ésta encuentra en la gaita a una de sus fuentes más autenticas y originales al ser producto de la matriz de la sociedad colombiana como en efecto lo son los indígenas. Así queda establecida la relación existente entre el comportamiento espiritual y emotivo que provoca el lírico sonido de la gaita y su despliegue histórico. Con esta frase hoy acogida por la actual Junta Directiva del Festival Nacional de Gaitas “Francisco Llirene”, quiero ante todo significar que la gaita es un patrimonio testimonial vivo de la historia colombiana con el cual se interpreta un porro, una cumbia, una gaita, un merengue, ritmos primigénicos de diálogos melódicos que comunican emociones y sentimientos.

A manera de emisión conceptual, el aire o ritmo musical de la gaita se caracteriza por trasmitir la pasividad del indígena y de aquellos cultores innatos del folclor como ocurre en la actualidad donde dejan traslucir en sus interpretaciones un “dejo” melancólico, lastimero y profundo. El gaitero acude con frecuencia al “bajoneo” para arrojar a los vientos el quejido parturiento de la gaita hembra; el “guruteo” del gaitero se hace sentir confundiéndose en esa plegaria musical que emerge de la delicada obturación de los cinco orificios tonales esparcidos sobre el cuerpo del canuto de pitahaya.

El porro es un aire que conjuga la particularidad rítmica de la percusión desarrollada en la influencia africana y el grito melódico de la gaita indígena, en cuyo dialogo se suscita un desenlace de pausa llamativa, dándole apertura a la llamada “Bozá” desatando un juego melódico-armónico que produce una sensación de goce frenético en aquellos degustadores de estos ritmos prístinos. Los golpes del tambor en el porro son entrecortados, sincopasados; el tamborilero realiza el llamado “canteo” siendo golpes entre el borde del tambor y el centro del mismo, en esta escena uno de los dedos se estaciona en el centro del tambor mientras el otro percute con intervalos en el canto y de allí soltar la andanada de repiques en donde el tamborilero exterioriza sus habilidades y destrezas estableciendo una conversación fluida y apasionada. Sus golpes certeros sobre la membrana es un castigo a las penas y aflicciones del alma. El aporreo impulsa al espíritu a dar gritos de júbilo. El porro es procreador de íntimas conmociones humanas.

La cumbia es un lamento cantarino edificado en las penurias de unas razas fustigadas por la ambición pro-imperialista de aquellos pueblos que nunca han alcanzado a entender que la especie humana no es una exclusividad territorial ni mucho menos del capital. Los negros e indígenas bajo el forcejeo por la reivindicación de sus libertades naturales, sólo pudieron apreciar el padecer de sus frustraciones sociales que luego fraguarían en cantos como buscando resignación. Ese llanto musical llamado cumbia fue alimentado por la pasión cultural africana mediante los delirantes tambores y la sensible melodía de sus gaitas americanas. Las circunstancias históricas y sociales los unió para fundir un ritmo que hoy nos identifica ante el mundo. La pasión por hacerse sentir ante los “avasalladores” con instinto histórico nuestros músicos naturales lo han cultivado con recobro herencial que se puede afirmar que la cumbia, la gaita y el porro representan la prolongación de nuestras vivencias en la historia; ellos son y serán siempre comunicadores de la pasión por sentir y vivir como pueblos libres, deseosos de la paz que brota de la música de gaita, de la justicia y principalmente de la gloria de Dios.

AL PUEBLO DE OVEJAS, A LOS SUCREÑOS Y A LA COLOMBIA DE NUESTROS SUEÑOS (2002)

Edwin Mussy Restom, Alcalde de Ovejas


Los cuatro días mágicos donde la gaita multiplica sus influjos para decirle al mundo que su reino va más allá de la imaginación, son en esencia la prolongación de nuestra existencia jovial, alegre y absolutamente fiestera. La fiesta de las gaitas, ya es eterna. Su simbología nos eleva a otros confines y nos demarca el quehacer como hijos de los imponentes Montes de María.

Significa esta singular reflexión que Ovejas ha eternizado su presencia Caribe, en extensión a las cálidas sabanas sucreñas, desde el lenguaje útil, antológico, vernáculo, celestial y mágico de las gaitas zenúes, a manera de parto tri-etnico que nos ha consagrado ante el mundo.

En medio de ese aletear de esperanzas y sueños, nuestro grandioso Festival Nacional de Gaitas “Francisco Llirene”, llega a su madurez, sin un atisbo de decadencia, pese a las dificultades que hemos hallado, para entronizarlo en su aniversario numero 18, es decir, en su mayoría de edad.

Debemos reconocer que a lo largo de la historia del más grande evento folclórico del territorio norte del país y quizá el de mayor esencia ancestral en toda la geografía colombiana, ha sufrido la inclemencia de las improvisaciones, en algunos casos, de la irresponsabilidad, pero también ha tenido instantes de gloria, aunque haya sido en medio de las borrascas de tiempos adversos, en que los recursos fueron recortados por entidades, personas naturales, jurídicas, colaboradores asiduos, etc.

Sigue el paso del tiempo, sigue soñando Ovejas con los rutilantes instantes en que la gaita se ha encumbrado hacia los confines celestiales, a donde sólo llegan las más hermosas manifestaciones culturales y simbológicas. Sus cultores, pródigos de coraje y sapiencia, trascendieron las fronteras de la imaginación y se volvieron etéreos tal como es el susurro de las brisas suaves que bajan de los Montes de María. Nos enseñaron de manera simple pero contundente que la magia de los grandes, no será jamás alterada aunque suenen otras melodías.

En este proceso de construcción de cultura, de magia, de desarrollo social y de imaginación, hemos querido participar desde nuestra invertebrada posición de amigos de la verdad y de luchadores innatos. Cambiamos las palabras por obras, precisamente porque así fomentamos el desarrollo integral y sostenible de Ovejas, para que en este siglo XXI, nos enrumbemos hacia un futuro mejor. Enfrentamos con inteligencia el reto del desempleo buscamos respuestas en las más altas esferas del Estado para poder encontrar las fuerzas que se requieren, en la consolidación de los espacios de paz y de ciudadanía, iniciados en nuestro periodo 1995-1997 y continuados en el actual periodo 2001-2003, con la anuencia y participación de todos ustedes, por ello, gracias, mil gracias.

A de de Dios que no nos hemos propuesto ser los voceadores de nuestra verdad, solo queremos dar una imagen más traslúcida de los esfuerzos, motivaciones y luchas que nos acompañan desde que estamos al frente del potro cerrero de una Alcaldía, de complejo manejo.

En fin, seguimos creyendo en Ovejas, apostamos por ella, apoyamos a sus jóvenes, invertimos en su grandeza, seguimos tratando de conseguir espacios y recursos para engrandecer la cultura gaitera y elevamos constantemente una oración ante JESUCRISTO para que nos ilumine en medio de las dificultades propias de la carencia de recursos.

Por nuestro pueblo, dejemos que la melodía de una gaita nos traslade hacia los confines de la grandeza musical y folclórica que sueñan los Sucreños y Colombianos en general, para los Ovejeros. Experimentemos la vibración sobrenatural del crujir de los cueros atados a la madera y deleitemos nuestros corazones con las chuiras cautivas, en las maracas de totumo cariaco y soñemos que acariciamos la PAZ en medio de la edición XVIII del Festival Nacional de Gaitas.

Gracias a Dios, las gaitas seguirán sonando en los confines de los Montes de María por la grandeza de nuestra patria Colombiana.

Con cariño y respeto.

EN LA NOCHE DE LOS ANCESTROS (2002)

A los Cumbiamberos de Magangue

Antonio Botero Palacio


En la oscuridad de la noche
hay temblores de incandescencia
sobre la línea final del horizonte
mientras signos de soledad y de misterio
se asoman a los resentimientos
de la mulatería.


Un aire envejecido
empuja pentagramas
sobre caminos de cera calcinada
en la prisión de las cañas de millo
y un canto de libertad perfora
el embrujado misterio de la noche.


Sones de tambores enloquecidos de lujuria
martillan a sordina
un tam… tam… que va a perderse
a menos de cien años
sobre estridencias de cadenas
y crujir de grilletes
que murmuran a sotto voce
una canción de campanas enfermas
opacadas por badajos de carnes putrefactas.


Y las manos ariscas
de los tamborileros
poco a poco
se van expatriando
sobre un dolor de esclavos
que termina por escucharse
allá a lo lejos
sobre un trópico virgen
amparado en la enrancia
de algún sueño Bantú.


Cuando lloran las gaitas
un dolor vertical
va trepando el ancestro
y en los gritos de angustias
de su voz monocorde
se almacenan las lagrimas
que por cinco centurias
recogieron intacto
todo el dolor de América.

Mientras que en esta noche
de gaitas y tambores
un relámpago enciende
la faz del horizonte,
mi canto lleva un grito
rebelde que contiene
todo el resentimiento
de la mulatería.


Magangue, sept 4 de 1996

DE LAS CORRALEJAS A LOS FESTIVALES (2002)

Aníbal Jiménez Díaz


Las corralejas fueron para muchos pueblos de la Costa Caribe, los espacios de expresión folclórica, obligados por la falta de oportunidades para encontrar un espacio más propicio e el que pudieran expresar todos sus saberes y experiencias populares, artísticas, literarias, etc.

No podemos desconocer que en las fiestas en corralejas se reúnen y confunden muchas expresiones del arte popular, yendo desde la lidia del toro hasta la del prestidigitador que con su coime y su ágil juego de manos te pela hasta el último centavo. Es que pueblo que se respetara realizaba sus fiestas en corraleja. Ovejas no fue la excepción. Esto medía la magnitud económica del pueblo o caserío y la de los hacendados quienes competían y se lucían ofreciendo la mejor torada, derrochando mucho dinero, incluyendo el que tiraban encima del toro o adhiriéndolo en los cachos del más asesino, desde luego, esto evidencia lo tristemente cierto de estas fiestas cuyo éxito se mide y se seguirá midiendo por el numero de muertos, heridos y atropellados que se produzca en las mismas.

En buenahora entramos en la era de los festivales, una forma nueva y reivindicativa de manifestación y expresión folclórica y cultural que empezó a ser apoyada, mostrando resultados positivos. Son entonces para muchos pueblos una alternativa que ante la imposibilidad de continuar las tradicionales corralejas, han logrado embarcarse en un nuevo rumbo histórico que he denominado ERA DE LOS FESTIVALES.

Ovejas celebró su última fiesta den corralejas en el año 1978, después de un largo receso; luego pasaron siete años de transición para entrar en esta nueva era que hoy nos disponemos a celebrar con mucho entusiasmo: la versión numero dieciocho del Festival Nacional de Gaitas “Francisco Llirene”, aquí en Ovejas, Sucre.

Los festivales han brindado a los pueblos espacios de sana diversión y participación, enriqueciendo de paso su folclor. Muchos festivales se han organizado, algunos con motivos bien claros y definidos; otros con motivos un poco graciosos como el Festival del Burro en San Antero, Córdoba, que muestran el afán de entrar en esta era de los festivales, no importando el motivo, lo interesante es estar a la moda.

Ovejas tiene su festival y hoy no nos queda otro camino como Ovejeros, amantes del folclor y defensores de la cultura, que defenderlo como el PATRIMONIO MÁS VALIOSO con que contamos, no sólo a nivel regional, sino a nivel nacional.

El Festival es vida, en él se vive con el goce y el placer que dan la armonía melodiosa de los conjuntos de gaita que ofrecen con su espectáculo desde la tarima o desde cualquier lugar que ellos quieran expresarse porque gozan de plena libertad para hacerlo, sin ninguna restricción. También se revive la memoria de los que han pasado a conformar: El Grupo de Gaita Celestial (que en paz descansen), porque han sido parte fundamental de esta historia particular que hoy tenemos la gran dicha de contar como faceta evolutiva de nuestra historia viva.

EL LLANTO DE MI PUEBLO (2002)

“El hombre que ama su tierra es digno ante los ojos de Dios”, Anónimo

José Luis Rolón Álvarez

Las tardes apacibles que servían de marco arquitectónico del hermoso conjunto sinuoso de las verdes montañas de María, han quedado relegadas al recuerdo de los hijos de Ovejas, no porque dejen de ser hermosos los atardeceres vistos desde las terrazas y patios de las casitas pegadas a las laderas bajas de esta formación montañosa. Se trata de que la policromía generada por la multiplicidad de destellos de sol brillante y brioso, aunque se halla presente en cada tardecita nuestra, desprende un halito de nostalgia, llanto y dolor porque sus hijos olvidaron la esencia del mandamiento divino que específicamente dice: AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.

Esta reflexión pretende decir la verdad acerca de lo ingrato que ha sido el tiempo que transcurre. Éste, aunque no puede borrar de nuestra memoria los recuerdos, se ha dado a la tarea de enseñarnos como el dolor supera todo amago de nostalgia entre los habitantes de esta hermosa tierra. Eso de tratar de recordar aquellas épocas donde la Semana Santa era preludio de regocijo, recogimiento, buena mesa y respeto por lo litúrgico, resulta en estos tiempos de dolor, una gran TORMENTO. Recordar cómo el Almagra, en la casa de Julio Álvarez Ortega y doña Julia Moreno, todos los visitantes eran recibidos como lo ordenan los cánones de la gastronomía, del afecto, de los juegos, del licor, ruedas de cuentos, sinceridad y respeto, no es más que un ataque de masoquismo, dado que el lamento impregnado de tristeza brota a raudales de la memoria, hace mucho daño en la conciencia del ovejero amante de la paz y la tranquilidad. No es para menos: Olvidar y olvidar, sólo puede traer tristezas y dolor.

Casos y cosas como las que narro, se sucedieron a montón en esas no lejanas épocas. De igual manera recuerdan otras personas de otros corregimientos, veredas y fincas, y que son los soñadores que sufren como yo, la angustia de la memoria, que quiere a toda costa aflorar los recuerdos del ayer para que desarrollemos la conciencia y nos embarquemos en el sueño de la construcción de una paz duradera.

Si bien la patria está agobiada, aún nos queda la esperanza del perdón y del amor. Nos queda la tarea de recuperar al país, tratar de encontrar la senda del desarrollo con justicia social y equidad que tanto necesita mi pueblo, recuperar el sentimiento pueblerino que apropia una altísima dosis de pertenencia.

Enderecemos el rumbo, sumemos los esfuerzos y busquemos los caminos de la redención social, siempre de la mano de JESUCRISTO, para que hallemos juntos los escenarios de concertación que necesitan los Montes de María. Todos unidos podemos trazar el gran proyecto de vida y alegría que se requiere. Reconstruyamos el sueño de los mártires y próceres de la historia colombiana. Démonos una oportunidad, elevemos los brazos al cielo y clamemos a DIOS por la paz anhelada. Ejercitemos la mente en pos de ese proceso que busca construir escenarios de justicia social. Dejemos de lado los odios, perdonemos, entreguémonos a la causa de generar el desarrollo que pide a gritos Ovejas y de aquí enseñémosle al país que nosotros lo logramos.

Aprovechemos los tiempos de la gaita, instrumento mágico que encarna los sutil de la cultura, espectáculo de amor y de música que nos alivia las penas causada por la nostalgia de los recuerdos bellos. Empleemos nuestras fuerzas para amar al prójimo, dediquemos nuestra vida al SUPREMO CREADOR, armemos pero un ejército de GAITEROS, discutamos PERO UNICAMENTE sobre quien puede ganar el Festival Nacional de Gaita que este año llega a su mayoría de edad, luchemos pero por llegar temprano a la plaza, lloremos pero cuando suenen las notas de una gaita, adornando la canción inédita que nos gusta, rivalicemos pero solo cuando bailamos con una pareja zaramulla, al son de las gaitas de mi pueblo.

Rescatemos del olvido al pueblo de nuestros ancestros ¡empecemos el proceso! Esta invitación es para todos los habitantes de los Montes de María, porque ha llegado el momento en que decidamos si es mejor una patria aplastada que un país en flor y en desarrollo constante.

Como dije, aprovechemos el influjo mágico de las GAITAS, bailemos y gocemos el FESTIVAL DE GAITA en su XVIII edición, para que nos llegue la inspiración que construya ese sueño y anhelo de PAZ.

¡No dejemos que Ovejas siga llorando! Avivemos la llama del amor, con nuestra música vernácula y digamos al mundo que nosotros somos un pueblo de paz y anhelo, que sólo quiere trabajar y crecer, sin dolor, sin odios, con honestidad y pidiendo mucho respeto por nuestras comunidades.

EL SABOR DE LA CULTURA OVEJERA (2002)

Jorge Antonio Rivero Mendoza


De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua “Cultura” significa “conjunto de conocimientos que posee una persona, sociedad o país, lo que conlleva a un sistema de valores y un sistema de acciones”.

La comprensión y el análisis de la cultura han sufrido una profunda modificación a partir de los aportes de muchas ciencias. Estas afectan las categorías que tradicionalmente se han utilizado para el análisis de dicho fenómeno como el fundamento y la misma comprensión del hecho cultural.

A pesar de todo, los ovejeros nos mantenemos con una sangre que suena con sabor a gaita, que todos los acontecimientos del siglo hacen parte del algo cotidiano que igual hace efecto pero no quita o aparta el querer de nuestra cultura, como diría alguna vez el legendario Pacho Llirene: “Un par de gaitas y un traguito de ron son suficientes compadre, para llenar el mundo de alegría”; ese valor cultural nos identifica como cultivadores de una herencia como parte del patrimonio cultural nacional.

La gaita como instrumento de viento elaborado por nuestros aborígenes, cuando es ejecutada refleja el estado de ánimo de quien la interpreta, lo que si es seguro que con un son alegre pone a bailar a cualquiera que la escuche.

En este municipio de Ovejas, lo folclórico es algo esencial; es el alma del pueblo; la gaita, ha permitido que el dolor se exprese, que la desilusión se cante, que los inconformes se vuelvan poetas.

Que espléndido que una sociedad irradie folclor y cultura. Ojalá se opte por hacer que todos los establecimientos educativos del municipio vean como materia; así sea durante un período determinado, la enseñanza de la gaita y encontrar en un futuro cercano el verdadero “semillero de gaiteros”, por nuestra identidad, para sacarle el inconfundible sabor de nuestra cultura.

LA LUNA AMARILLENTA DEL RECUERDO (2002)

José Ramón Mercado


Uno
Los días para ella siempre empezaban cuando la luna todavía estaba alta. Cuando el cielo de un gris plomizo intenso empezaba a azularse y se echaba a descender entre un murmullo de golondrinas por entre las torres de la iglesia. Por ese vacío compasivo del sueño, ella siempre parecía despierta. Y por el percance obsesivo del insomnio era que nunca dormía, según parece. La gente, sin embargo, creía que ella se levantaba temprano para recoger la gracia de Dios desenvuelta en las calles. Lo único cierto es que Luisana empezó hablando sola delante de los espejos. A verse a sí misma, mas allá de su piel gruesa y apagada que empezaba a asustarla a pesar de la intensa claridad de los días. Se miraba bien adentro de los ojos. Rasgaba el velo de los párpados y miraba bien adentro de sus ojos, hasta que sus pupilas perdían el cielo delirante de su imagen. Se retiraba luego. Se acercaba entonces. Después, empezaba a medir sus pasos en el cuarto solitario, como si estuviera preparándose para bailar un vals, un alegre danzón en el aire, estrujando las babuchas en el suelo, o quizás un mambo estrepitoso con las nalgas sueltas en vaivén, como en las películas de María Antonieta Pons, que estrenaban en el Granada.

Dos
-¿Con qué hablabas, Luisana? Pareció preguntarse ella misma.
- Hablaba conmigo. – dijo ella.
- Estarás loca. –Volvió a escuchar, ensimismada.
- No veo nada malo que uno hable sola.
- Tienes una hora de estar hablando con el espejo.- Recalcó la misma voz con cierta desilusión.


Tres
Los helechos silvestres que colgaban del alar de la vieja casona, estaban empapados con la lluvia que caía del firmamento plomizo y despiadado que se desmembraba en truenos que nunca acababan, cortados por relámpagos que hacían aparecer el cielo, una inmensa bóveda cuarteada, llena de grietas y sombras que se desmoronaban brutalmente a cada instante.

Cuando se cercioró que la lluvia caía en forma de pequeñas flores de cristal, se hincó en el patio y empezó a rezar en silencio. Tomó la regadera que estaba en el suelo y colocando su brazo en ristre entre la maleza verde del helechal, simulaba que hacía caer el agua sobre los helechos. Luego, la colgó en la percha, con hábito natural, un poco resignada, tratando ella de recuperar un tanto el trauma de su propia cordura. Siguió hablando consigo misma, como inaugurando un monólogo que había iniciado desde siempre. Solo que al comienzo esta conversación iba por dentro, articulándose en un escenario en donde ella y los demás eran, extraños protagonistas de su mismo drama. A veces quebraba sus dedos en el rito innecesario de su silencio. Era una especie de silencio adherido a la piel del rostro. En esta larga secuencia de vivas imágenes sin voz, solo hablaban sus ojos grandes amielados. Al comienzo, sus pasos en la calle eran lentos y pesados. El pelo negro iba cayendo en gajos abundantes sobre sus hombros. La luz amarillenta de la luna la ofendía en el aire sosegado de su intimidad. Luisana también llegó a odiarla intensamente bajo el turbio caudal de los días.
-Rumoraba. Esa cantinela, en ocasiones, era hilo sutil de una canción delgada.
- Señalaba, mientras yacía en una indiferencia evidente.


Cuatro
<<¿Qué llanto podría tener? Mis lagrimas se secaron al pie de su recuerdo>>.
<< Él era como el viento suave de la noche. Salgo a buscarlo y se va por el viento. Toco el viento pero no encuentro su rostro. Era un niño. Y de un momento a otro se volvió un muchacho que no supo enamorarse. En sus ojeras naufragaba la noche. No quisiera recordarlo. Pero lo veo muerto en el monte. Muchos días. Muchos meses. Mucho tiempo después, del día que se lo llevaron en la troja del camión. Cuando me avisaron, que vine corriendo a verlo, ya se lo llevaban con los demás que habían cogido esa misma noche en el cine>>.


Cinco
Decía ella, cayendo en el espeso sopor de los días de sol reverberantes o en el desaliento de las noches solitarias. Cada noche la sorprendía el vacío de una soledad insondable en un lugar diferente. Del corredor de la casa consistorial, se mudaba al atrio de la iglesia que tocaba con sus altas torres el cielo despejado del pueblo. Del atrio llegaba al matadero, atraída por la luz de las lámparas que se reflejaba en los largos cuchillos de asesinar reses. De donde se echaba a mirar asombrada, entre el muladar y el estercolero, la sangre caliente, manando de la herida de las reses que ahogaban el silencio de la madrugada en los mugidos agonizantes, como un pueblo sorprendido por una catástrofe, cayendo al abismo. Antes del amanecer, caía a la plaza de abastos en mitad de un mundo de voces que se confundía con la neblina y el aleteo de las golondrinas que se despertaban con los primeros golpes de campana. De pronto, aparecía muda y sonámbula debajo de una chalina negra, con los cabellos traslúcidos y amarillentos, de un color opaco, que enmarcaban un rostro ceniciento, bajo el influjo de un par de ojos fijos, cansados, como los de un cadáver resucitado al alba. Del cielo del púlpito y la parábola, de la meditación y la ira profética de los evangelios, que recitaba de memoria el Padre García. Luisiana se perdía entre el torbellino de una realidad cambiante, que ella misma nunca supo que la rodeaba. Desde allí volvía a iniciarse al mundo desquiciado de su memoria, de su presencia real en el cementerio, atisbando bajo el asombro de sus ojos salidos de órbita, a los muertos que llegan en sus ataúdes, al concluir la tarde, entre una sombra de luz, y la miel amarga del llanto de difuntos, que sabe a tristeza y a la hiel quemada de los recuerdos que a esa hora se apretujan entre el olor de las flores y el sollozo de las espermas, dejando una confusa fragancia de incienso y de muerto, que dura algunos días asomándose a la esquina del altar, y que hay que retirar con agua de creolina de ese lugar, así como rezando oraciones para alejarlos de la memoria sombría de los deudos, que siguen volviendo a la casa, igual que al cementerio, a dar vuelta a sus muertos queridos.

Seis
<<>>.

Siete
Cuando volvía a recobrar el trauma de su propia cordura, encendía de nuevo las luces de su locura. La presencia del tiempo inconcluso, el perfil, y a veces el rostro intacto, de ese otro rostro de su amor, que como una ciudad encendida, se había sumergido en el mar solitario de su vida, que era como el verdadero abismo de su suerte. Entonces, empezaba a recordar su carta, escrita algunos días antes de su muerte. Y todo era como recitar de tumba en tumba.

Ocho
<<>>.
<<¡Que yo no te alcance, porque voy a hacer de tu capa un sayo! Te pido que no me quites esta locura. Que quiero morir así. Tu sabes que no me importa el mundo. Óyeme bien. Tu sabes que ya no me importa demasiado el mundo. Y si te arrepientes, te quito el apoyo de mi amor. Yo no estoy loca. Yo no estoy loca. Perdí la guía del sueño. Ahora solo deambulo sonámbula entre las sombras de la noche. A mi no me gusta el hambre. Ni la soledad. Ni el frío. Ni tu muerte de muchacho regado solo en el monte>>.

Nueve
Para esa entonces, papá ya se había ido para Venezuela a ganarse unas lochas, unas cuantas monedas, como el decía. Dijo que se iba por esa vía de la trocha por donde entraban los indocumentados. <>. Así como tu misma decías. Todo va a cambiar. Aquí hasta nos construyeron los sueños, mamá. Quiero verte muy bonita con tu traje de flores y el cabello negro agajado sobre los hombros. Como las veces que ibas a bailar y que regresabas cuando ya la luna estaba alta. Y los primeros pájaros se echaban a cantar. El día que llegue hacemos una fiestecita en la casa, mamá. Como para borrar el recuerdo de esa luna amarillenta que tú decías que se ponía triste cuando regresamos trastabillando por las calles, escondiéndonos del frío de la madrugada.
" Tu hijo que te quiere, Manuel Segundo"
"PD. Avísale a Rosina y a los muchachos de la cuadra"

LA GAITA: PASIÓN MUSICAL DE OVEJAS (2002)

* Osvaldo Frank Manjarres Fuentes

Ovejas es un pueblo con lomas pavimentadas, algunas inmensas casas de madera con techo al estilo caballete y de zinc, pero con una arquitectura de mucha aireación. Otras construcciones tienen la estructura de la época moderna.

Durante su festival la gente posee una alegría espontánea y el hombre, específicamente, se vuelve totalmente parrandero en un ambiente de sano esparcimiento, sin distinción clasista, porque el evento se convierte en un carnaval en donde todo el pueblo se confunde en un solo ente social, entonces entre sí bailan la gaita y sus variantes: niños, jóvenes, adultos y viejos ponen a prueba su espontaneidad. La edad no importa, ni la coreografía tampoco, sin embargo, la mayoría la baila sin salirse de su ritmo y de sus pases. Ahora las nuevas generaciones están realizando la perfección rítmica e instrumental de ese género con las escuelas de gaitas. Los Ovejeros son gaiteros sanguíneos: su tipo de sangre tiene un factor positivo, porque sienten la gaita, que con facilidad hierve en sus venas calentando todo su cuerpo. La bailan con una cadencia y elegancia artísticamente admirables, con esos pases arrastrados que se mueven en diferentes posiciones o en semicírculos, o mejor, lo hacen hacia delante, de pronto se paran y se devuelven en el mismo sentido, pero sin voltear el cuerpo.

Simultáneamente los brazos también bailan; sus movimientos acompasados no solo acompañen el cuerpo, sino también marcan el camino coreográfico de la pareja. Toda la anatomía corporal guarda simultaneidad simétrica con planos artísticos dentro de sus ritmos. El baile, se convierte en una manifestación de esteticidad, el espectador-sujeto lo percibe como la relación que se guarda con la belleza, lo impresito o perceptivo, procedente del sentir: el sentido de sentir lo que se observa y analiza.

No podemos dejar de mencionar la significación textual de la gaita (y demás ritmos); sus composiciones tienen una identificación cultural con su medio, ya sea social, geográfica costumbrista, o versos envueltos en la idiosincrasia de un pueblo que siente sus instrumentos con el aroma del tabaco y se mece con su música en los Montes de María.

Lo poético y lo metafórico tampoco están exentos del campo literal de la gaita. Sus compositores tienen capacidad creativa para producir canciones poéticas, con recursos literarios.

Un ejemplo de la inventiva acerca del problema social es el porro de Gerson vanegas, Dime Violencia.

Oigo llanto, oigo llanto en la serranía
En los cerros y en las llanuras
Son los hombres de la tierra mía

Dime violencia, dime que buscas en
/mi pueblo
aquí están los blancos pañuelos
para decirte que en una gaita
la paz es melodía

Otro trabajo musical en porro, es la esencia para mostrar características poéticas: Gaita y Tambores, de Juan Carlos Díaz, quien referencia esta particularidad literaria.

Un clamor se oye en el cielo de
/melodías placenteras
Es el castigo de un cuero con el
/menear de unas caderas
El pie arrastrado por el suelo sobre
/tierras tabacaleras
Las mujeres que están gozando forman
/un baile de emociones
Y de sus pechos van brotando sudor
/de gaitas y tambores…


Tomando otros títulos del mismo álbum notamos la actitud irónica y mma-gallista del hombre del Caribe Colombiano, parte de su propia idiosincrasia y costumbres, de su convivencia de su sensibilidad amorosa, de la vida, del sudor de la frente y específicamente de la fraternidad calorienta del pueblo Ovejero. Anotemos esos títulos: De esa tuve una, Las interesadas, Conmigo que nadie se meta, Esa Gordita.

“La gaita es música de paz. Sus mensajes han sido y son en la actualidad cantos sencillos, espontáneos, sinceros, llenos de amor y sabiduría; cultura popular con lal que se le canta a la vida, se le canta al lanoreo…” (L.D. “Acompañado de gaita”2)

Ovejas es celoso con su representación musical. El pueblo es enemigo de los picós en tiempos de Festival, porque no muestran la tradición musical de los palitos, que sí despiertan el ánimo de los campesinos que bajan de las montañas para escuchar los pitos, las tamboras y las maracas que resuenan sin morir.

Este Festival es un tributo común a la recreación, a la diversión; sin ser un carnaval, el pueblo se escapa de la vida cotidiana y hace un paréntesis para vivir un desdoblamiento festivo. Es una fiesta popular con mucha espontaneidad y preservación musical.

La gaita es un patrimonio cultural del pueblo Ovejero, porque expresa su pensamiento, su quehacer doméstico. La gaita es la representación cultural de Ovejas. El sociólogo magdalenense Edgar Rey Sinning anota sobre este tipo de manifestación: “Las manifestaciones culturales son un elemento fundamental en la historia de un pueblo, al igual que las creencias religiosas; mejor aún. La cultura es el producto de esta historia, son las masas las que pueden preservarlas y crearlas, las manifestaciones culturales son el fruto de la imaginación del hombre” 1.

La gaita tiene su cultura, cuando referencia la significación de una lengua o de un dialecto; tal vez cuando marca la idiosincrasia popular de un campesino que tiene su propia historia y costumbres. Es la expresión de un pueblo que extrovierte su corazón, manifestando su sentimiento comunitario, familiar y nostálgico como la propia gaita, constantes que llegan a la justicia social en medio de la algarabía gaitera.

Hay que precisar, que la gaita ejecutada en Ovejas-Sucre y por extensión en nuestra Costa Atlántica es un instrumento técnicamente sencillo. No posee plena belleza estética, su belleza está en la música sutil y melancólica (cuando se trata de variantes como la cumbia y el porro) que el ejecutor sin academia musical hace brotar de los orificios del instrumento, sólo el ejercicio con los movimientos de los dedos al instante de definir una nota y el oído musical perseverante, consigue plenamente la melodía. Además de sus fabricadores tienen que emplear sus dotes artesanales y aguda audición musical para conseguir un aparato profesionalmente apto: con unos inadecuados pitos se puede perder el poder de mercadeo. Se estila una sana competencia dentro de una pequeña industria artesanal. En Ovejas los fabricadores veteranos resultan primordiales, mas que todo cuando éstos han sido gaiteros. Es una técnica bajo un silencio de conocimientos, sin gritos a viva voz de lo que se sabe. Lo de sencillo, porque no posee esa parafernalia ni accesorios inútiles, aunque algunos críticos opinan que tiene sus limitaciones instrumentales.

Pero no solamente reviste importancia su fabricación y utilización, sino la función sociocultural y folclórica que ha institucionalizado la gaita, su música y baile, porque su sentido de pertenencia hace parte de la cultura del pueblo Ovejero. Ovejas y sus regiones vecinas tienen su propia cultura gaitera, con valores arraigados, llenos de sabor, de alegría, de organización cuando se trata de los grupos musicales proyectados.

Sin duda alguna, que el Festival Nacional de Gaitas es una especie de universalización en el sentido de la difusión y promoción del folclor musical colombiano, en un certamen que recoge la filosofía, la sociología, el humor, la narración, la picaresca, lo mítico, las penas y alegrías de un pueblo que le brindó amor sin cautiverio a un mochuelo de los Montes de María y que acompañado de las gaitas, canta su lírica canción.

El autor es samario, Licenciado en Filología e Idiomas, U. del Atlántico. Especialista en Español y Literatura, U. de Pamplona. Cuentista y periodística cultural.

NOTAS:

1. L.D. “Acompañado de gaita”. Fondo Mixto de Promoción de la Cultura y las Artes de Sucre
2. Rey Sinning, Edgar. El Carnaval, la segunda vida del pueblo. P & J. 2000.

LA GAITA COMO HERRAMIENTA PARA LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA (2002)

Alfredo Tabeada Alfaro

La historia debe, hoy más que nunca, estudiar científica y profundamente los problemas sociales, asumiendo un compromiso social de orientación y denuncia.

La historia analiza a través del tiempo las acciones de los hombres, estudia las sociedades humanas, analizando los cambios efectuados en ellas y las transformaciones de las estructuras determinadas por situaciones especiales en el espacio y tiempo.

El fin principal de la enseñanza de la historia desde la primaria hasta la universidad es el de formar el sentido crítico del alumno, es decir, su capacidad para comprender críticamente las cuestiones propias del desarrollo de las sociedades humanas. Por eso el núcleo fundamental en la formación de docentes en historia ha se ser esencialmente teórico y metodológico.

El hombre integral del mañana que está naciendo hoy no debe ser relegado al papel pasivo del receptor y consumidor de las artes, de la música, sino que debe recuperar su potencial de partícipe activo, creador de las mismas, como ha sido históricamente en edades menos materialistas y consumistas que la nuestra. El ritmo palpitante que desborda el corazón y las palabras sonoras del canto son patrimonio de todo ser humano por el solo derecho de nacer.

El patrimonio cultural de los pueblos no sólo es el resultado de las generaciones adultas anteriores sino también el reflejo de la dimensión social de las juventudes. Es decir, en la identidad cultural de las regiones se halla implícito el molde de la estrella que guiará a los niños y jóvenes del país para una mejor concepción de vida social y cultural.

Es de vital importancia que los docentes que laboran en las escuelas y colegios logren desarrollar y conquistar una capacitación óptima que tenga muy en cuenta el aspecto cardinal de la dimensión cotidiana de la cual se nutren las comunidades; el currículo educativo debe hacer más énfasis en la defensa de los valores terrígenos con el propósito de meterse en el alma y vida del tejido popular que permita la construcción de comunidad a diario.

Utilizando la música de gaitas se puede enseñar la historia como asignatura. Para el logro de este objetivo se toma como herramienta clave las canciones que en cada versión del Festival Nacional de Gaitas presentan los compositores y juglares gaiteros para concursar en el marco de la modalidad de “Canción Inédita”, con la sana aspiración de recrear el espíritu.

Una muestra clara y concreta de la gaita como herramienta para la enseñanza lo constituye el tema musical de la autoría del compositor Ovejero Juan Carlos Díaz; en su primera estrofa dice:

“Un encuentro de dos mundos
Te llaman a la conquista
Le llaman a la conquista
Le llaman a la colonia
Y al vasallaje español”

Aquí se habla del choque de la cultura europea con la amerindia; los españoles vinieron a los territorios del llamado nuevo mundo a conquistarlo y para lograrlo utilizaron la fuerza bruta. Los nativos ofrecieron valerosa resistencia pero finalmente fueron sojuzgados y la Corona Española les impuso su dominación.

La segunda estrofa expresa:

“¿Cuál encuentro de dos mundos?
Si aquí estábamos nosotros
Con un mundo de cultura
Que el tirano destruyó”

En este segmento, se desnuda la farsa de un encuentro de las dos culturas con traspuestas y se manifiesta con propiedad que antes de la llegada del invasor español vivían en América y alcanzaron significativos desarrollos importantes culturas como la azteca, maya inca, chibcha y tairona, colosales obras de ingeniería, sistemas democráticos para elegir sus autoridades, etc.

“Pueblo, pueblo, pueblo, pueblo,
/pueblo
Una preguntica te hago yo
Se acabó ese vasallaje pueblo
Hombre que tanto nos oprimió”

Se destaca en el coro la acción valiente librada por el gallardo pueblo neogranadino en pro de la independencia y de su liberación definitiva del yugo opresor español.

La tercera estrofa esta signada por la nostalgia y manifiesta:

“Con el paso del dominio
Marginado el pueblo estaba
Y para calmar sus penas
Cantando se deshogaba
Eran melodías recordaba
Y acompañado de gaita
Las penas las alejaba”


Se reafirma que como resultado del dominio colonial español el pueblo era oprimido y no gozaba de ninguna clase de derechos, y para mitigar en parte su sufrimiento y reforzar su identidad, el indígena expresaba también su lucha contra el invasor ejecutando la música de gaita, manifestación autóctona que no pudo destruir el invasor. La gaita representaba para el indígena su libertad, su autonomía espiritual para continuar su lucha de resistencia, mantener en alto su dignidad y esperanza de un mejor mañana.

La magnifica composición declara en su cuarta estrofa:

“Amerindio con orgullo
De mis costumbres y razas
Después de 500 años
Cosas parecidas pasan
Un ejemplo es esta tierra
Que cultura ha retomado
Para valorar lo nuestro
Y así cambiar lo pasado”

Se destaca el talante que identifica al amerindio, sale a flote el sentido noble de la autenticidad versatilidad y la expresión sólida de la dignidad de los pueblos americanos.

La gaita es la afloración de la vida; el fruto del alma. Es preciosa como la sabiduría. Mas deseable que el oro; la gaita es una vida serena que reside en el océano de la verdad, debajo de las olas, mas allá del alcance de las tempestades, en la calma eterna.

La paz comienza con la realidad del pan sobre la mesa, con la canción del campo y la semilla, con la ilusión del agua que deambula cristalina. Con la certeza de un lugar limpio y amable. Donde reposar de vez en cuando, todos los recuerdos, sudores y alegrías. La paz es despertar sin el asombro del hambre entre la boca, es sonreír, incendiados de esperanza hasta los ojos, sin las raíces rotas. Abiertos a la aventura sin fronteras de la vida.

La paz es no colocar el corazón paralelo a la ley de la oferta y la demanda. Las paz es construir palabras para establecer linderos a la guerra y al dolor de la sangre sobre la piel del hombre. La paz es como una aldea desde donde un día, todos los niños partieron ataviados de fiesta.