LA BLANCURA ME FASCINA (1996)
Por Álvaro Alfonso Devia. Pbro
Párroco Municipal
Porque las mañanas frías de Ovejas en días de junio se cubren de blancas nubes, títutlo así del presente artículo.
Encontramos la blancura haciendo presencia con estilo elegante de múltiples formas, encaramadas en las cimas de los montes en forma de nieve impoluta, se hace dueña y señora de nuestros polos glaciales, y se esparce en peregrinos viajes por las inmensa regiones, cubriendo los campos, ciudades, villorrios, reclamando un derecho que le corresponde.
La blancura viaja con las aguas ya en forma de blanquísima espuma o en las estruendosas olas que forman las cascadas en la belleza de nuestras cordilleras. De ellas se visten los lirios del campo de que nos hablan los Libros Santos. De igual manera engalana los parques y avenidas en las fragantes magnolias y agapantos de múltiples ciudades. La mansa oveja que escucha y sigue el silbido del pastor la escogió como armiño en sus vestiduras sacras.
La estilizada garza que tapiza los caminos de blancura se vistió. La blancura se incorporó a nuestro cuerpo y se hizo parte de nuestra débil biología en la forma más sutil de nuestros huesos y en la alegre sonrisa de nuestra dentadura. La tarde de los años la escogió para cubrir la cabeza de nuestros ancianos como una invitación saliente en la pedagogía de la experiencia humana.
Queriendo ser sustancia nutritiva se hizo néctar insustituible en el pecho de la Madre para alimentar el fruto del amor, también se hizo compañera inseparable, y de ella se vistió el hijo del hombre en la víspera de su pasión y en el nuevo amanecer de la resurrección triunfante. La real presencia del Mesías nos la da la blancura de la hostia consagrada. Se hizo compañera del dolor y la enfermedad en las blancas sabanas de clínicas y hospitales en la mortaja de los cuerpos que en la vida han sido.
En la blancura del papel los genios y poetas plasmaron sus más sublimes ideas y conceptos. También la música sobre los pentagramas desparramaron sus más íntimos sentimientos.
El silbido sonoro y elocuente de la gaita haciendo remembranzas como también la delicada sinfonía de los órganos y violines se sirvieron de ellos (blancura). La semblanza de la celestial Jerusalén que nos dibújale vidente Juan, el inspirado, en la isla de Patmos la blancura está como un ejercito incontable de blancas vestiduras. Mas la blancura no se queda en los parámetros terrenales sino que remonta como águilas audaces en los infinitos espacios que superan la cotidianidad fugaz de esta tierra sin nada con la sombra asustadiza de la violencia entre hermanos.
De blancura también se vistió María la humilde esclava del Altísimo en su maternal, revelación de Fátima y de Lourdes. En la blancura cantarina del riachuelo descubrió Francisco, nuestro seráfico patrono, el infinito amor de Dios a los hombres. Finalmente de blanco se vistió la Paz, don inefable del Creador pero tan esquivo de nuestra humanidad presente.
Ningún momento tan oportuno para Ovejas y los Montes de María para una convocación regional a la conquista de la paz integral como este Festival de Gaitas, en donde sin fronteras ni distingos, al conjuro del sublime silbar de la gaita en un concierto, saturado de música y fraternidad nos hacemos un solo corazón y un solo sentimiento, elemento vital para sentirnos más hermanos y más auténticos colombianos. Que viva la blancura, que suenen las gaitas y arriba los corazones.
Párroco Municipal
Porque las mañanas frías de Ovejas en días de junio se cubren de blancas nubes, títutlo así del presente artículo.
Encontramos la blancura haciendo presencia con estilo elegante de múltiples formas, encaramadas en las cimas de los montes en forma de nieve impoluta, se hace dueña y señora de nuestros polos glaciales, y se esparce en peregrinos viajes por las inmensa regiones, cubriendo los campos, ciudades, villorrios, reclamando un derecho que le corresponde.
La blancura viaja con las aguas ya en forma de blanquísima espuma o en las estruendosas olas que forman las cascadas en la belleza de nuestras cordilleras. De ellas se visten los lirios del campo de que nos hablan los Libros Santos. De igual manera engalana los parques y avenidas en las fragantes magnolias y agapantos de múltiples ciudades. La mansa oveja que escucha y sigue el silbido del pastor la escogió como armiño en sus vestiduras sacras.
La estilizada garza que tapiza los caminos de blancura se vistió. La blancura se incorporó a nuestro cuerpo y se hizo parte de nuestra débil biología en la forma más sutil de nuestros huesos y en la alegre sonrisa de nuestra dentadura. La tarde de los años la escogió para cubrir la cabeza de nuestros ancianos como una invitación saliente en la pedagogía de la experiencia humana.
Queriendo ser sustancia nutritiva se hizo néctar insustituible en el pecho de la Madre para alimentar el fruto del amor, también se hizo compañera inseparable, y de ella se vistió el hijo del hombre en la víspera de su pasión y en el nuevo amanecer de la resurrección triunfante. La real presencia del Mesías nos la da la blancura de la hostia consagrada. Se hizo compañera del dolor y la enfermedad en las blancas sabanas de clínicas y hospitales en la mortaja de los cuerpos que en la vida han sido.
En la blancura del papel los genios y poetas plasmaron sus más sublimes ideas y conceptos. También la música sobre los pentagramas desparramaron sus más íntimos sentimientos.
El silbido sonoro y elocuente de la gaita haciendo remembranzas como también la delicada sinfonía de los órganos y violines se sirvieron de ellos (blancura). La semblanza de la celestial Jerusalén que nos dibújale vidente Juan, el inspirado, en la isla de Patmos la blancura está como un ejercito incontable de blancas vestiduras. Mas la blancura no se queda en los parámetros terrenales sino que remonta como águilas audaces en los infinitos espacios que superan la cotidianidad fugaz de esta tierra sin nada con la sombra asustadiza de la violencia entre hermanos.
De blancura también se vistió María la humilde esclava del Altísimo en su maternal, revelación de Fátima y de Lourdes. En la blancura cantarina del riachuelo descubrió Francisco, nuestro seráfico patrono, el infinito amor de Dios a los hombres. Finalmente de blanco se vistió la Paz, don inefable del Creador pero tan esquivo de nuestra humanidad presente.
Ningún momento tan oportuno para Ovejas y los Montes de María para una convocación regional a la conquista de la paz integral como este Festival de Gaitas, en donde sin fronteras ni distingos, al conjuro del sublime silbar de la gaita en un concierto, saturado de música y fraternidad nos hacemos un solo corazón y un solo sentimiento, elemento vital para sentirnos más hermanos y más auténticos colombianos. Que viva la blancura, que suenen las gaitas y arriba los corazones.
<< Home