“SER GAITERO ES UN ESTADO DEL ALMA” (1996)
Por Tania María Cabrera Arroyo
En las hermosas y espesas montañas de los Montes de María, en donde aún es posible hipnotizarnos con el canto de pájaro, descansar los ojos con el verdor de los paisajes, respirar a pleno pulmón, sentir el esplendor del sol con toda inclemencia en cada poro del cuerpo y en las noches poder apreciar la expansión del cielo repleto de puntos brillantes.
Me refiero a Ovejas y a sus pequeños corregimientos, en especial a Pijiguay, un caserío con olor a tierra y a monte, con sus calles amarillas destapadas, viviendas de bahareque con techo de palma, asiento en las puertas de las casas para reposar con frescura. Sí. Aquí nació José Antonio Cabrera Rivero, el 20 de febrero de 1909, hijo único del matrimonio entre José Antonio cabrera Luna.
El viejo Toño, como se le dice por afecto, nunca sufrió de enfermedades, a pesar de las mujeres, la parranda y el tabaco. Nunca peleó, a excepción del día que Enrique Arias se la buscó, y el no hizo más sino defenderse, pegándole en la oreja. Después fueron cuñados, compadres y amigos alcahuetes de parranda hasta el sol de hoy.
En toda la zona de Pijiguay, Don Gabriel, El Páramo, El Zapato, se celebraban fiestas a San Pacho, el patrono. Se le pedía para que lloviera y les fuera bien en las cosechas; como es de suponer, el viejo nunca se perdía una y fue en estas parrandas en donde empezó a interesarse por la gaita.
Betsabé Muñoz, al darse cuenta del interés que el niño mostraba le regaló una gaita que le sirvió para poner en practica los sones que había memorizado de su ídolo gaitero.
Betsabé fue tan importante para él, que el viejo le debe el estilo que le identifica.
Toño es analfabeta, dedicó toda la fortaleza de la juventud para levantar a sus hijos con el fruto de la agricultura y el sacrificio de animales. Hoy, que su cuerpo no le da para el esfuerzo que exige el campo, fabrica mochilas para poder desahogar lo que la modernidad le ha obligado a sentir: impotencia y aburrimiento.
Con la nostalgia perceptible en sus ojos, cuenta sus momentos de crisis ocasionadas por las parrandas; dejaba el trabajo para irse a jugar ruleta y apostar desmedidamente hasta el punto de no acordarse de su mujer y sus hijos o perderse a tocar por varios días en cuanta fiesta tenía noticia. Por eso, cuando llegaba a la casa, su esposa María Asunción Montalvo, le decía irónicamente: “Mañana vas a comer gaita, ¿oíste?”.
El viejo Toño o Antoyo, tuvo 22 hijos aproximadamente, y cuando por primera vez llevó a su hijo mayor, Julio, a un fandango en Ovejas dijo: “To’lo llaman fiesta, fiesta es la que hacen en Pijiguay, que es con gaita”.
Este instrumento milenario ha sido desde entonces, y a pesar de todo, una especie de puente para unir a la familia Cabrera. Las fiestas de fin de año, la Semana Santa, los carnavales, los cumpleaños o simplemente un día normal, con ganas de tomar se reunían los amigos gaiteros y tamboreros allegados, armándose así la fiesta. En uno de esos momentos de éxtasis gaitero, su hijo, Antonio José Cabrera Montalvo, se le ocurre la idea de crear un festival para su padre, que vino a convertirse luego, y sin darse cuenta, en un evento para el país y del país.
El señor Cabrera participó en el Festival desde su inicio en 1985 hasta 1989, compartiendo con Juan Lara, Paulino Salgado, Batata, Javier Cabrera, el nieto; Avelino Yepez, su primo hermano y machero de toda la vida.
Toño fue declarado el mejor gaitero, acompañado por su grupo Sones autóctonos de Mancomoján. En su estilo fue catalogado como el rey de la gaita y de una u otra forma así se lan hecho sentir.
Dentro de sus composiciones contamos Travesía a Pijiguay, Travesía a Palenque, grabada por su nieto Javier; Marichita, Bajando el Magdalena, grabada por el grupo Los de la Vereda, de Cartagena.
Este último tema nace en Sucre, Sucre, cuando se dirigía cuando se dirigía hacia las fiestas patronales de ese pueblo. Metió la cabeza de la gaita en el río para humedecerla y la corriente se la arrebató de las manos; río abajo, unos chaluperos la recuperaron.
El viejo Toño aún sigue viajando a tocar y a pegarse sus petacazos por encima de las recomendaciones de sus hijos, respondiendo simplemente que ya esta viejo, que es ahora cuando tiene la última oportunidad de terminar de vivir lo que una vez empezó; además, la gaita ha sido su vida, ha sido su mundo y ha logrado convencerlos de lo que para él es ser gaitero: “Ser gaitero es un estado del alma y lo seré hasta que muera, porque me tienen que enterrar con gaita”.
En las hermosas y espesas montañas de los Montes de María, en donde aún es posible hipnotizarnos con el canto de pájaro, descansar los ojos con el verdor de los paisajes, respirar a pleno pulmón, sentir el esplendor del sol con toda inclemencia en cada poro del cuerpo y en las noches poder apreciar la expansión del cielo repleto de puntos brillantes.
Me refiero a Ovejas y a sus pequeños corregimientos, en especial a Pijiguay, un caserío con olor a tierra y a monte, con sus calles amarillas destapadas, viviendas de bahareque con techo de palma, asiento en las puertas de las casas para reposar con frescura. Sí. Aquí nació José Antonio Cabrera Rivero, el 20 de febrero de 1909, hijo único del matrimonio entre José Antonio cabrera Luna.
El viejo Toño, como se le dice por afecto, nunca sufrió de enfermedades, a pesar de las mujeres, la parranda y el tabaco. Nunca peleó, a excepción del día que Enrique Arias se la buscó, y el no hizo más sino defenderse, pegándole en la oreja. Después fueron cuñados, compadres y amigos alcahuetes de parranda hasta el sol de hoy.
En toda la zona de Pijiguay, Don Gabriel, El Páramo, El Zapato, se celebraban fiestas a San Pacho, el patrono. Se le pedía para que lloviera y les fuera bien en las cosechas; como es de suponer, el viejo nunca se perdía una y fue en estas parrandas en donde empezó a interesarse por la gaita.
Betsabé Muñoz, al darse cuenta del interés que el niño mostraba le regaló una gaita que le sirvió para poner en practica los sones que había memorizado de su ídolo gaitero.
Betsabé fue tan importante para él, que el viejo le debe el estilo que le identifica.
Toño es analfabeta, dedicó toda la fortaleza de la juventud para levantar a sus hijos con el fruto de la agricultura y el sacrificio de animales. Hoy, que su cuerpo no le da para el esfuerzo que exige el campo, fabrica mochilas para poder desahogar lo que la modernidad le ha obligado a sentir: impotencia y aburrimiento.
Con la nostalgia perceptible en sus ojos, cuenta sus momentos de crisis ocasionadas por las parrandas; dejaba el trabajo para irse a jugar ruleta y apostar desmedidamente hasta el punto de no acordarse de su mujer y sus hijos o perderse a tocar por varios días en cuanta fiesta tenía noticia. Por eso, cuando llegaba a la casa, su esposa María Asunción Montalvo, le decía irónicamente: “Mañana vas a comer gaita, ¿oíste?”.
El viejo Toño o Antoyo, tuvo 22 hijos aproximadamente, y cuando por primera vez llevó a su hijo mayor, Julio, a un fandango en Ovejas dijo: “To’lo llaman fiesta, fiesta es la que hacen en Pijiguay, que es con gaita”.
Este instrumento milenario ha sido desde entonces, y a pesar de todo, una especie de puente para unir a la familia Cabrera. Las fiestas de fin de año, la Semana Santa, los carnavales, los cumpleaños o simplemente un día normal, con ganas de tomar se reunían los amigos gaiteros y tamboreros allegados, armándose así la fiesta. En uno de esos momentos de éxtasis gaitero, su hijo, Antonio José Cabrera Montalvo, se le ocurre la idea de crear un festival para su padre, que vino a convertirse luego, y sin darse cuenta, en un evento para el país y del país.
El señor Cabrera participó en el Festival desde su inicio en 1985 hasta 1989, compartiendo con Juan Lara, Paulino Salgado, Batata, Javier Cabrera, el nieto; Avelino Yepez, su primo hermano y machero de toda la vida.
Toño fue declarado el mejor gaitero, acompañado por su grupo Sones autóctonos de Mancomoján. En su estilo fue catalogado como el rey de la gaita y de una u otra forma así se lan hecho sentir.
Dentro de sus composiciones contamos Travesía a Pijiguay, Travesía a Palenque, grabada por su nieto Javier; Marichita, Bajando el Magdalena, grabada por el grupo Los de la Vereda, de Cartagena.
Este último tema nace en Sucre, Sucre, cuando se dirigía cuando se dirigía hacia las fiestas patronales de ese pueblo. Metió la cabeza de la gaita en el río para humedecerla y la corriente se la arrebató de las manos; río abajo, unos chaluperos la recuperaron.
El viejo Toño aún sigue viajando a tocar y a pegarse sus petacazos por encima de las recomendaciones de sus hijos, respondiendo simplemente que ya esta viejo, que es ahora cuando tiene la última oportunidad de terminar de vivir lo que una vez empezó; además, la gaita ha sido su vida, ha sido su mundo y ha logrado convencerlos de lo que para él es ser gaitero: “Ser gaitero es un estado del alma y lo seré hasta que muera, porque me tienen que enterrar con gaita”.
<< Home