Sunday, August 19, 2007

LA VIDA ES PURA FIESTA (1998)

Edgar Rey Sinning

A la memoria de un hombre de
Pura fiesta: Modesto Chávez Montes

El estudio de la cultura no debe ser sobre lo muerto y apagado sino sobre lo vivo, sobre las voces y los actos esperanzados de los sectores populares que se expresan y que no tienen otro escenario que la plaza publica, el mercado, el estadio, el circo, las fábricas, los campos, los barrios, las esquinas, las calles y hasta en los patios o solares. En estos espacios donde mejor se manifiesta la cotidianidad de los individuos con sus permanentes contradicciones que dinamizan a la sociedad en su conjunto y a los seres que lo integran.

Fue en esos escenarios, en esos espacios y en tiempos determinados cuando se originaron muchas de las fiestas que hoy forman parte de la cultura universal. Son fiestas de origen popular las que mayor significación tienen en la vida de los hombres, y no aquellas fiestas que tuvieron su génesis en los sectores dominantes de las sociedades europeas, asiáticas o americanas.

Pero desde el punto de vista teórico, cómo puede explicarse la fiesta como un hecho social, que responde a un tiempo y a un espacio determinado por la sociedad en general o por un sector de ella, no importando que sea capitalista, feudal, primitivo o socialista. El concepto mismo de fiesta nos acerca a mirarlo desde una perspectiva tanto antropológica como sicológica; esto porque debemos enmarcarla dentro de una colectividad grande o pequeña ubicada en es entorno, se convierte en un acto social, ya que la fiesta la celebra y organiza un grupo de hombres que poseen unos vínculos, que suelen ser de solidaridad, bien sea mecánica u orgánica. De ahí se desprende que toda pausa en la vida cotidiana, con ánimo de alabar o rendir homenaje a una divinidad, se considera como una fiesta religiosa; de igual manera, la creación folclórica –bien sea literaria, musical o coreográfica- presente en este momento en el cual la colectividad se reúne para expresar su regocijo y alegría, es un momento de subversión de lo normal-social, porque quien celebra no es un individuo aislado, sino por el contrario, es el grupo el encargado de organizar y realizar el acto, como en Ovejas el Festival, donde la junta y siempre mi amigo Modesto Chávez Montes estaba al frente, como miembro de ella o como un simple ovejero.

Una celebración es motivo de reunión y de convocación; de ahí que la fiesta esté formando parte de la organización de la colectividad; no es un acto anárquico, sino todo lo contrario, su fecha esta definida, sus preparativos y todos sus aditamentos están arreglados. Todo lo lúdico, como la fiesta, es tan necesario para la colectividad como la función de reproducirse o reproducir los alimentos para la subsistencia del hombre. Lo lúdico satisface y fortalece al espíritu como el alimento al cuerpo, por ello la importancia de los actos, por supuesto humanos. Entre trago y trago en cada festival con Germán González y Modesto Chávez Montes, ambos desaparecidos, como con otros organizadores del festival, hemos comentado este punto, de ahí que el evento no pueda desaparecer y antes por el contrario debe fortalecerse para perpetuar nuestra identidad cultural caribe.

Los ritos son celebraciones que nos permiten aproximarnos a la idea de fiesta, ya que en el rito hay normas y reglas; de igual manera, la fiesta tiene su propio espacio y tiempo que los individuos de una colectividad poseen para la alegría, la diversión y el acercamiento ala beatitud, como es el caso de las fiestas religiosas. Si bien no es cierto que normas y reglas son iguales a las instituciones cotidianas, tampoco lo es que se presente el caos colectivo, y por el contrario el que actúa contra la naturaleza misma de la fiesta es censurado y marginado; ese individuo se convierte en lo patológico, la armonía. Esto nos lleva a afirmar que la organización varía pero persiste, se cambia pero no desaparece. Si esto no fuera cierto, no existieran las organizaciones a través de juntas u otro tipo de administración de la actividad festiva de los individuos en las grandes o pequeñas celebraciones, bien sean religiosas o simplemente folclóricas.

De ahí se desprende que las actividades de tipo religioso y las folclóricas tienen un punto en común: rendir homenaje a “alguien”. En Ovejas, a la Gaita. Homenaje que lleva consigo la diversión, los ritos, el baile, en fin, la fiesta. Muchas fiestas religiosas se realizan o escenifican paralelas a las tradicionales o folclóricas; de igual manera, las manifestaciones folclóricas coreográficas y musicales sirven de aditamento a los cultos practicados por las colectividades.

Jacob Buckardt, describiéndonos las fiestas en el renacimiento italiano, define la fiesta como el tránsito de la vida al arte. La decoración de altares o de carrozas, los disfraces de las comparsas, la música, la danza, el teatro; todos los miembros de una colectividad que tienen en su cotidianidad su sitio dentro de la producción, se convierten por y para las fiestas en portadores de la danza o del canto, en constructores de altares y retablos, en copleros y trovadores, aprehendiendo para si el arte, para transformar por medio de él su espacio cotidiano de trabajo y de enajenación en un espacio metafórico de fiesta, en Ovejas toda, su plaza, sus calles, esquinas, casas, patios y solares.

El tiempo de la fiesta, y su espacio alteran la razón y la individualidad, que asaltan con música y licor y cambia por colectividad e irracionalidad que se siente mientras dura el éxtasis de la fiesta; terminada esta todo vuelve a ser como antes y cada uno vuelve así mismo, en una especie de “amnistía social”.

La fiesta, pues, sucede dentro de un espacio metafórico que da cabida al arte, el cual se convierte en el medio para poder contar las cosas que todos quieren por que es fiesta: las sátiras (canciones y versos) y comparsas que ahora se permiten porque estamos en fiesta, y en ésta todo vale; los juegos sexuales y el derroche de sensualidad que asalta y desborda los sentidos y que todos permiten porque es fiesta; tiempo mítico, tiempo de sueño, tiempo mágico, donde la cronología se pierde en el bullicio y el pasado retorna.

Frente al tiempo festivo afirma Micrea Eliade que “una fiesta se desarrolla siempre en el tiempo original y precisamente en esta reintegración del tiempo original y sagrado lo que diferencia el comportamiento de antes o después. En muchos casos se entregan los hombres durante la fiesta a los mismos actos que los intervalos no festivos; el hombre religioso cree que vive entonces en otro tiempo, que ha logrado reencontrar el illud tempos mítico”. Lo que significa que el tiempo de la fiesta en un tiempo especial durante el cual se pueden establecer prohibiciones o permitir en los mismos diversos actos o eventos prohibidos en el tiempo normal. Durante el tiempo festivo la cotidianidad de la vida se transforma en espacio para el goce, la sátira y todo lo que se autoriza por estar en el periodo de fiesta.

Recordemos con Johan Huizinga que las determinaciones donde sólo se analiza y se destaca al “homo sapiens” y al “homo faber”, son insuficientes porque se hace necesario mirar al otro hombre, el “homo ludens”. Porque en efecto, el juego constituye para el hombre una función así tan esencial como la reflexión y el trabajo. Aún más, la génesis y el desarrollo de la propia cultura posee un carácter lúdico fácilmente visible precisamente en el estudio del juego como hecho cultural y no como función biológica.

En fin, la fiesta presenta la oportunidad de cambiar de estado, permite al individuo alejarse de sus obligaciones impuestas por el trabajo (físico o espiritual) y la sociedad. Por medio de elementos religiosos –ritmo y trance- la fiesta destruye el código establecido por la sociedad dominante.

Y es que la fiesta popular es una reivindicación de los sectores donde se origina. Es la propuesta de una nueva vida del pueblo que consagra la igualdad, todos son iguales en este tipo de fiestas. Por eso el festival no puede morir, es un símbolo del pueblo ovejero, de sus hijos, que como Germán González y Modesto Chávez Montes están sentados al lado de “Francisco Llirene” vigilantes que no muera y permanezca en el tiempo y en su espacio –Ovejas- para bien de todos.