LA MUJER EN EL HOY RUMBO AL MAÑANA (1999)
Pbro Álvaro Alfonso Devia
En el marco de nuestra actual sociedad, tensionada y probada por los conflictos del siglo que entra ya en la recta final, vale la pena hacer relación de la persona sublime y digna de la mujer, pero como ella dignifica y sublimiza el mismo amanecer de la humanidad, tendremos que dar una mirada retrospectiva para poder obtener una semblanza íntegra. Válido es entonces hilar el ayer, el hoy y el mañana de la mujer, en el antiguo testamento (antes de Cristo). Los libros del Éxodo y el Génesis nos ofrecen el nombre de dos mujeres -Miriam, la hermana de Moisés, la mujer activa en la liberación de su pueblo (Éxodo 15).
Desafortunadamente la mujer emerge en el A.T. según la cultura de aquel tiempo, despojada de derechos y en un nivel inferior al hombre, relegada únicamente al hogar y de espaldas a la sociedad, mujeres como Sara, Raquel y otras engalanan la historia del pueblo de Dios como ejemplo de la mujer “hacendosa, fiel a sus compromisos y deberes”. Con todo esto la mujer no tenía influencia alguna en la suerte de la sociedad y como dice Jhon Machensy “antes que las leyes sean arrojadas a la hoguera, antes que la mujer llegue a las leyes”.
En nuestros días, se alimentan corrientes de pensamiento que pretenden reducir la naturaleza, la dignidad y la misión misma de la mujer para ello se pospone a la mujer en sus derechos, dignidad y se asignan solo espacios secundarios como es el campo de la cultura y en el manejo de la política, el resultado es obvio, una pobre presencia de la mujer allí donde se construye y decide la suerte de la sociedad.
En el contexto de la sociedad consumista, amiga de cosificar la persona se pretende desconocer a la mujer su específica dimensión femenina, se vulnera su dignidad de persona y aún más se le convierte en objeto de placer y tristemente en ocasiones algunas se le reduce a mercancía de compra-venta, callejera, se le estimula en su noble vocación de compañera del hombre pero luego se le ataja en el camino de la maternidad con programa donde ella queda sola con la responsabilidad de los hijos mientras el varón es liberado de la responsabilidad de la asistencia de la prole.
A esta injusta situación se le agrega la enorme carga de la violencia familiar y conyugal a la que es sometida con frecuencia y silenciosamente la mujer despojada de sus legítimos derechos, cosificada muchas veces y marginada queda de la grandeza de la mujer una caricatura pobre.
El pecado de Colombia frente a la mujer, no consiste en este instante crítico, en que todos propiciemos la desigualdad y la injusticia contra la mujer, sino en que todos soportemos silenciosamente una sociedad injusta que atropella a la mujer por ser mujer y por ser pobre.
En estas últimas décadas, se ha duplicado el número de organizaciones de mujeres, por la defensa de los derechos de la mujer y su defensa pero los niveles de violencia que sufre la mujer no disminuye. A veces las mujeres son en sus cuerpos como botín de guerra.
En buena hora como una poderosa luz de esperanza surge una conciencia nueva desde la iglesia y desde la sociedad sobre la igualdad y valor tanto del hombre como de la mujer.
El vía crucis social de la mujer desemboca en la resurrección sólo si en Colombia asumimos con decisión y lealtad la verdadera vocación y misión de la mujer se podrá garantizar una sociedad del mañana más equilibrada.
La vocación fundamental es la de ser persona, en igualdad de derechos y deberes con el hombre, nacida como el varón; del amor de Dios es su imagen viviente. La primera conquista de la mujer son sus derechos humanos porque la realidad fundamental es que es persona, una de las formas de ser persona es ser mujer. Esta especificación de ser mujer no se puede desconocer, Jesucristo en la Cruz resalta la dignidad de la mujer como persona humana cuando le dijo a María “mujer he ahí a tu hijo” gracias a la expefica de la mujer ella se torna tierna y disponible para el sacrificio y, se olvida de si misma para gastarse y desgastarse por sus hijos, se hace humanitaria y fraterna.
En una sociedad como la nuestra herida por el odio y la violencia ella siembra semillas de bondad y de persona.
El desarrollo de la personalidad femenina reclama el compromiso a favor de la vida y derechos de la mujer.
En este nuevo milenio que ya colombianos a la luz de las esperanzas promisorias de la divina providencia y en comunión espiritual y cultural con el próximo festival de gaitas en sus tres lustros caminemos unidos con valentía y optimismo.
En el marco de nuestra actual sociedad, tensionada y probada por los conflictos del siglo que entra ya en la recta final, vale la pena hacer relación de la persona sublime y digna de la mujer, pero como ella dignifica y sublimiza el mismo amanecer de la humanidad, tendremos que dar una mirada retrospectiva para poder obtener una semblanza íntegra. Válido es entonces hilar el ayer, el hoy y el mañana de la mujer, en el antiguo testamento (antes de Cristo). Los libros del Éxodo y el Génesis nos ofrecen el nombre de dos mujeres -Miriam, la hermana de Moisés, la mujer activa en la liberación de su pueblo (Éxodo 15).
Desafortunadamente la mujer emerge en el A.T. según la cultura de aquel tiempo, despojada de derechos y en un nivel inferior al hombre, relegada únicamente al hogar y de espaldas a la sociedad, mujeres como Sara, Raquel y otras engalanan la historia del pueblo de Dios como ejemplo de la mujer “hacendosa, fiel a sus compromisos y deberes”. Con todo esto la mujer no tenía influencia alguna en la suerte de la sociedad y como dice Jhon Machensy “antes que las leyes sean arrojadas a la hoguera, antes que la mujer llegue a las leyes”.
En nuestros días, se alimentan corrientes de pensamiento que pretenden reducir la naturaleza, la dignidad y la misión misma de la mujer para ello se pospone a la mujer en sus derechos, dignidad y se asignan solo espacios secundarios como es el campo de la cultura y en el manejo de la política, el resultado es obvio, una pobre presencia de la mujer allí donde se construye y decide la suerte de la sociedad.
En el contexto de la sociedad consumista, amiga de cosificar la persona se pretende desconocer a la mujer su específica dimensión femenina, se vulnera su dignidad de persona y aún más se le convierte en objeto de placer y tristemente en ocasiones algunas se le reduce a mercancía de compra-venta, callejera, se le estimula en su noble vocación de compañera del hombre pero luego se le ataja en el camino de la maternidad con programa donde ella queda sola con la responsabilidad de los hijos mientras el varón es liberado de la responsabilidad de la asistencia de la prole.
A esta injusta situación se le agrega la enorme carga de la violencia familiar y conyugal a la que es sometida con frecuencia y silenciosamente la mujer despojada de sus legítimos derechos, cosificada muchas veces y marginada queda de la grandeza de la mujer una caricatura pobre.
El pecado de Colombia frente a la mujer, no consiste en este instante crítico, en que todos propiciemos la desigualdad y la injusticia contra la mujer, sino en que todos soportemos silenciosamente una sociedad injusta que atropella a la mujer por ser mujer y por ser pobre.
En estas últimas décadas, se ha duplicado el número de organizaciones de mujeres, por la defensa de los derechos de la mujer y su defensa pero los niveles de violencia que sufre la mujer no disminuye. A veces las mujeres son en sus cuerpos como botín de guerra.
En buena hora como una poderosa luz de esperanza surge una conciencia nueva desde la iglesia y desde la sociedad sobre la igualdad y valor tanto del hombre como de la mujer.
El vía crucis social de la mujer desemboca en la resurrección sólo si en Colombia asumimos con decisión y lealtad la verdadera vocación y misión de la mujer se podrá garantizar una sociedad del mañana más equilibrada.
La vocación fundamental es la de ser persona, en igualdad de derechos y deberes con el hombre, nacida como el varón; del amor de Dios es su imagen viviente. La primera conquista de la mujer son sus derechos humanos porque la realidad fundamental es que es persona, una de las formas de ser persona es ser mujer. Esta especificación de ser mujer no se puede desconocer, Jesucristo en la Cruz resalta la dignidad de la mujer como persona humana cuando le dijo a María “mujer he ahí a tu hijo” gracias a la expefica de la mujer ella se torna tierna y disponible para el sacrificio y, se olvida de si misma para gastarse y desgastarse por sus hijos, se hace humanitaria y fraterna.
En una sociedad como la nuestra herida por el odio y la violencia ella siembra semillas de bondad y de persona.
El desarrollo de la personalidad femenina reclama el compromiso a favor de la vida y derechos de la mujer.
En este nuevo milenio que ya colombianos a la luz de las esperanzas promisorias de la divina providencia y en comunión espiritual y cultural con el próximo festival de gaitas en sus tres lustros caminemos unidos con valentía y optimismo.
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