Monday, July 16, 2007

GRACIELA ARANGO DE TOBÓN (2001)

Pedro José Mercado Tinoco


En la mañana del 17 de febrero del presente año, las cadenas radiales daban la triste noticia del fallecimiento de Graciela Arango de Tobón, y los noticieros de ese día presentaban apartes de su vida como fecunda compositora. Al día siguiente, los principales periódicos nacionales entregaban una reseña sobre su vida y su obra.

¿Quién era esa mujer que sobresalió en el folclor nacional y cuyas composiciones musicales, según la firma Sonolux y su obra “veinte gigantes de la música colombiana”, la ubican entre los mejores compositores del siglo XX, ya que sus piezas musicales han traspasado las fronteras patrias?

Llega la familia Arango, procedente de Medellín, a nuestro pueblo en los primeros años de la década del veinte, de este siglo XX que pasó para la historia de nuestro país, como el siglo de la ignominia, de la intolerancia y de la incomprensión.

Era Ovejas con el Carmen de Bolívar, desde la mitad del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX, el emporio agrícola del Bolívar Grande. El cultivo y el comercio del tabaco era fuente de riqueza, de prosperidad y ocupación de mano de obra para la gente de los pueblos de los Montes de María.

La prosperidad agrícola y ganadera, acompañada de la tranquilidad y el espíritu pacífico de sus pobladores, motivó a que familias enteras, procedentes de los Santanderes y de Antioquia, se establecieran en este pueblo, y con sus negocios participaran de su prosperidad.

Aquí, los hermanos José y Julio Arango se establecieron y fundaron la fábrica de tabaco “La Competidora”. Para esa época había cinco grandes casas comerciales que vivían de la producción y exportación de tabaco y un sinnúmero de pequeñas fábricas, conocidas popularmente como fabriquines; que ocupaban durante todo el año a muchas personas de Ovejas y de los pueblos vecinos de los Montes de María. Eran otras épocas; había trabajo, prosperidad y abundancia, no se atisbaba el menor asomo de violencia por esta comarca.

Ahí está, en una esquina del marco de la plaza, la casa que fue de la familia Arango y que es hoy de doña Aura María Ricardo de Manjarrés. Allí nació el 31 de marzo de 1931 Graciela Arango, en el hogar de don Julio Arango y doña Carmen Julia Peláez. Su infancia, llena de alegría y encanto, y de los recuerdos de su tierra de nacimiento como lo manifestaba en todas las entrevistas que concedía; de la alegría de sus gentes, de las fiestas religiosas en honor a Nuestra Señora del Carmen y a San Francisco de Asís; de las interminables procesiones religiosas; del colorido de la pólvora en los fuegos, castillos ratifícales y vacalocas que iluminaban con sus luces las largas noches caliginosas, de Gaitas y fandangos en la plaza principal. Del recuerdo del bullicio de las gentes que colmaban los palcos de la fiesta brava, o el alboroto que hacían los gitanos cuando llegaban al pueblo con sus carromatos y corotos; de las mujeres con sus largas faldas de todos los colorines, que presagiaban el futuro de nativos y extraños; y de los hombres que, haciendo alarde de expertos jinetes, ocupaban las calles para dominar los briosos chalanes y levantaban sus toldos en la calle El Bolsillo, en una de las casas de doña Mayo González de Hernández cerca de la esquina de la bastilla.

Todos esos recuerdos que estuvieron en la mente de Graciela Arango permanecen aún en la memoria de un buen número de ovejeros como si fueran antiguas fotografías de color sepia de un viejo álbum familiar. Estoy seguro de que todo este mundo de alegría, música y colorido vivido en su infancia fue el numen que enriqueció su imaginación y despertó emociones que más tarde, como fuente de inspiración, plasmaría en sus canciones.

La familia Arango, antes de radicarse definitivamente en Medellín, la tierra de sus ancestros, se establece por unos años en Cartagena. Allí Graciela continúa enriqueciendo su imaginación al presenciar los atardeceres del Mar Caribe y al recorrer los añejos rincones y callejuelas coloniales de la Ciudad Heroica.

En Medellín escucha los bambucos y pasillos que, con los aires musicales del folclor caribe, serán la fuente inagotable que tendría para su repertorio musical.

Une su vida con la de Hernán Tobón Pizarro y en 1953se establece definitivamente en Cali, su tierra adoptiva. Allí nacen sus cuatro hijos y la mayoría de sus canciones.

El reconocimiento nacional como compositora lo obtiene en el año 1965 al ganar “La Orquídea de Plata” con la composición “Tus trenzas”, y que promocionara la firma Phillips. Luego se convierte en la compositora de cabecera de cantantes como Lida Zamora, Helenita Vargas, Claudia de Colombia, Carmenza Duque, Julio Jaramillo, Oscar Goleen y el dueto de Garzón y Collazos; y en el ámbito internacional sus más fieles intérpretes fueron María Dolores Pradera, el Gran Combo de Puerto Rico, Los Melódicos y la Billos Caracas Boys.

Temas musicales como: Tus Trenzas, Mi Huella, Pa’ Macondo, Nuestro Secreto, Señor, Amor y Duda, El Farolito, Ese Muerto no lo cargo yo, Juanito Preguntón, Novia y Amante, Ausente Eterno, Afirmativamente, De Carne y Hueso, Cumbia en Azul, entre otras muchas canciones que conforman un total de doscientas composiciones grabadas en diferentes versiones y en varios países vecinos, hicieron de esta mujer una prolífica compositora y la adalid de los compositores que ha dado nuestra región.

Estuvo en su pueblo, en el año 1987, atendiendo una invitación y homenaje que le hiciera la Junta del Tercer Festival de Gaitas; habló con sus paisanos, recorrió sus calles, y Claudina Ortega madera, quien fuera su aya, le recordó los bellos momentos de su infancia. Se despidió con un hasta pronto, que en verdad fue un hasta siempre.

Cuando fallecía en el apacible hogar de su familia, ese mismo día su pueblo se abatía entre el dolor y la desesperanza, provocado por el recorrido criminal de la violencia que, como bestia apocalíptica se ensañara masacrando a personas indefensas en los corregimientos y veredas de San Rafael, Flor del Monte, Canutal, Bajogrande y originando un nuevo éxodo de atemorizados labriegos.

Graciela Arango de Tobón permanecerá en la memoria de su pueblo, y el entusiasmo de sus canciones mantendrá vivo su espíritu alegre y fiestero en cualquier rincón de Colombia.