LA GAITA, EMBRUJO DE AMÉRICA (1997)
Por: Alfredo Taboada Alfaro
Cada año religiosamente, en el mes de octubre, se congregan en Ovejas, procedentes de todos los rincones de Colombia, las variadas manifestaciones de la cultura popular para su gran fiesta: El Festival Nacional de Gaitas; igualmente el visitante sucumbe ante la belleza física, espiritual y el hechizo de la mujer ovejera.
El Festival permite conocer y admirar la grandeza de Ovejas, pueblo activo, orgulloso y poseedor de una rica cultura, que resiste con fuerza los embates del progreso.
La poesía de la gaita se lee como se mira la caída de un atardecer sobre el mar. Es un sentir humano que transmite un hondo sentir como el de los más antiguos cantos.
La gaita es la sede y el transmisor de la energía universal. De ella provienen todos los sentimientos y las palabras, sin ser fáciles son las de la poesía sin tiempo, son las de la verdad y la esencia.
La gaita siempre conserva su simbología milenaria llegando a significar mucho más porque desentraña la unicidad de la experiencia humana al hacernos vislumbrar la cámara secreta del corazón. La gaita llega a lo original de las palabras simbólicas y las renueva con su experiencia única de mujer poeta.
La personificación de la gaita es la imagen poética que mejor expresa tanto la vida interior del gaitero como las grandes verdades que la trascienden. La gaita es el símbolo de la hermosura, del amor y de la poesía por los siglos y que abre el alma rosa de la pasión, fuego del recuerdo, latido de las palabras que se vuelve pálpito de agua amada que mira la estela por donde vendrá su amor en perpetuo retorno.
Entendiendo la gaita como una naturaleza producida, sería conveniente anotar que aunque la imagen creada asume la esencia del proceso artístico, no por ello debe quedar sin justicia crítica el mayor logro estético, cual es la concepción de la idea primigenia, pues el gaitero es artista en cuanto se pone a imaginar, y mucho antes de razonar. Los grandes artistas lo han comprendido así, como decía Miguel Ángel: “No pintamos con las manos, sino con el cerebro”.
La literatura de la gaita es como algo enraizado en la vida, no como un ejercicio de la imaginación sino una manera de transformar la experiencia vivida en una fábula, en un mito, en una ficción que nos permite entender mejor y de una manera más crítica el mundo en que vivimos.
Es digno de admirar en la obra musical de los juglares de la gaita esa extraña alianza de realidad y fantasía, de dominio técnico y aventura del espíritu que, a la vez nos instala en un mundo cotidiano inmediatamente reconocible por nuestra experiencia, nos traslada sin embargo a un enclave distinto y subjetivo, que presentimos edificado con fantasmas cuajados en una intimidad secreta, con texto impalpable y sutil, hecho de pesadillas y de sueños, de deseos y miedos, que baña aquella realidad con velo desrealizador.
La gaita ha abierto a la conciencia humana la apabullante inmensidad de la magnitud del espacio en cualquier dirección y en forma simultánea. La gaita es la creación del arte sublime que, enlazado por la poesía, tiene el derecho de hacer y deshacer el mundo.
Sin hacerle concesiones a ningún poder establecido, rompiendo todas las convenciones de su tiempo, persuadidos como pocos de la misión espiritual de su oficio los gaiteros no han tenido el menor reato en desafiar a aquellos que pretendieron y pretenden acabar con la libertad de su pueblo.
El Festival Nacional de Gaitas es un canto a la vida, a la integración y a la paz del pueblo colombiano.
La Paz no es sinónimo de la ausencia de conflictos. Estos se dan permanentemente en la sociedad. La conflictividad social es una realidad que es preciso asumir con responsabilidad procurando su superación a partir del respeto a la diferencia, el diálogo y la búsqueda comprometida y solidaria del bien común, por encima de los intereses personales o de grupo.
La paz no es algo que se adquiere de una vez por todas. Por el contrario, es el resultado de un continuo esfuerzo de adaptación a nuevas circunstancias, a exigencias y desafíos de una historia cambiante.
La paz demanda el reconocimiento de la igual dignidad de todos los seres humanos; la paz reclama el respeto y la promoción de los derechos humanos y el cumplimiento de los deberes propios de cada quien; la paz exige la equitativa distribución de los bienes y, particularmente, de la riqueza del saber, del tener y del poder; la paz exige o pide configurar unas estructuras que impulsen el desarrollo económico y social y asegura la participación, el compromiso solidario y el diálogo como rasgos de la sociedad.
La paz únicamente puede alcanzarse por medios justos. La violencia no es un medio para lograr un orden justo, ni por ende, para obtener la paz. La violencia tan sólo engendra más violencia.
La célebre Simona de Beauvoir expresó: “La representación del mundo como el mundo mismo es la obra de los hombres; ellos lo describen desde su propio punto de vista y lo confunden con la verdad absoluta”. También el genial Reinhold Messner señaló: “Las montañas que hay que mover están en nuestra conciencia”.
Defendamos lo nuestro.
Cada año religiosamente, en el mes de octubre, se congregan en Ovejas, procedentes de todos los rincones de Colombia, las variadas manifestaciones de la cultura popular para su gran fiesta: El Festival Nacional de Gaitas; igualmente el visitante sucumbe ante la belleza física, espiritual y el hechizo de la mujer ovejera.
El Festival permite conocer y admirar la grandeza de Ovejas, pueblo activo, orgulloso y poseedor de una rica cultura, que resiste con fuerza los embates del progreso.
La poesía de la gaita se lee como se mira la caída de un atardecer sobre el mar. Es un sentir humano que transmite un hondo sentir como el de los más antiguos cantos.
La gaita es la sede y el transmisor de la energía universal. De ella provienen todos los sentimientos y las palabras, sin ser fáciles son las de la poesía sin tiempo, son las de la verdad y la esencia.
La gaita siempre conserva su simbología milenaria llegando a significar mucho más porque desentraña la unicidad de la experiencia humana al hacernos vislumbrar la cámara secreta del corazón. La gaita llega a lo original de las palabras simbólicas y las renueva con su experiencia única de mujer poeta.
La personificación de la gaita es la imagen poética que mejor expresa tanto la vida interior del gaitero como las grandes verdades que la trascienden. La gaita es el símbolo de la hermosura, del amor y de la poesía por los siglos y que abre el alma rosa de la pasión, fuego del recuerdo, latido de las palabras que se vuelve pálpito de agua amada que mira la estela por donde vendrá su amor en perpetuo retorno.
Entendiendo la gaita como una naturaleza producida, sería conveniente anotar que aunque la imagen creada asume la esencia del proceso artístico, no por ello debe quedar sin justicia crítica el mayor logro estético, cual es la concepción de la idea primigenia, pues el gaitero es artista en cuanto se pone a imaginar, y mucho antes de razonar. Los grandes artistas lo han comprendido así, como decía Miguel Ángel: “No pintamos con las manos, sino con el cerebro”.
La literatura de la gaita es como algo enraizado en la vida, no como un ejercicio de la imaginación sino una manera de transformar la experiencia vivida en una fábula, en un mito, en una ficción que nos permite entender mejor y de una manera más crítica el mundo en que vivimos.
Es digno de admirar en la obra musical de los juglares de la gaita esa extraña alianza de realidad y fantasía, de dominio técnico y aventura del espíritu que, a la vez nos instala en un mundo cotidiano inmediatamente reconocible por nuestra experiencia, nos traslada sin embargo a un enclave distinto y subjetivo, que presentimos edificado con fantasmas cuajados en una intimidad secreta, con texto impalpable y sutil, hecho de pesadillas y de sueños, de deseos y miedos, que baña aquella realidad con velo desrealizador.
La gaita ha abierto a la conciencia humana la apabullante inmensidad de la magnitud del espacio en cualquier dirección y en forma simultánea. La gaita es la creación del arte sublime que, enlazado por la poesía, tiene el derecho de hacer y deshacer el mundo.
Sin hacerle concesiones a ningún poder establecido, rompiendo todas las convenciones de su tiempo, persuadidos como pocos de la misión espiritual de su oficio los gaiteros no han tenido el menor reato en desafiar a aquellos que pretendieron y pretenden acabar con la libertad de su pueblo.
El Festival Nacional de Gaitas es un canto a la vida, a la integración y a la paz del pueblo colombiano.
La Paz no es sinónimo de la ausencia de conflictos. Estos se dan permanentemente en la sociedad. La conflictividad social es una realidad que es preciso asumir con responsabilidad procurando su superación a partir del respeto a la diferencia, el diálogo y la búsqueda comprometida y solidaria del bien común, por encima de los intereses personales o de grupo.
La paz no es algo que se adquiere de una vez por todas. Por el contrario, es el resultado de un continuo esfuerzo de adaptación a nuevas circunstancias, a exigencias y desafíos de una historia cambiante.
La paz demanda el reconocimiento de la igual dignidad de todos los seres humanos; la paz reclama el respeto y la promoción de los derechos humanos y el cumplimiento de los deberes propios de cada quien; la paz exige la equitativa distribución de los bienes y, particularmente, de la riqueza del saber, del tener y del poder; la paz exige o pide configurar unas estructuras que impulsen el desarrollo económico y social y asegura la participación, el compromiso solidario y el diálogo como rasgos de la sociedad.
La paz únicamente puede alcanzarse por medios justos. La violencia no es un medio para lograr un orden justo, ni por ende, para obtener la paz. La violencia tan sólo engendra más violencia.
La célebre Simona de Beauvoir expresó: “La representación del mundo como el mundo mismo es la obra de los hombres; ellos lo describen desde su propio punto de vista y lo confunden con la verdad absoluta”. También el genial Reinhold Messner señaló: “Las montañas que hay que mover están en nuestra conciencia”.
Defendamos lo nuestro.
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