EN MEMORIA DE ENRIQUE ARIAS, EL GAITERO (2003)
Junta Directiva
Eran las 10:30 de la noche de un 23 de Septiembre de 2003, cuando ese mismo cielo que lloró a la “Bizca” María Isabel comenzó a acariciar la fértil tierra de Ovejas para bendecir la partida del más viejo de los gaiteros que aún nos alegraba la vida: “Enrique Arias”; hombre sabio de la naturaleza que en tiempo de verano llamaba como el día de su muerte a la madre lluvia, que no le temía a las picaduras de culebras porque él las curaba.
Hoy solo queda el recuerdo de las abarcas roídas por el paso del tiempo, su viejo baúl lleno de recuerdos, su Cristo de plata que siempre lo acompañó con su secreto para atrapar mujeres. Ese mítico personaje era Enrique Arias el gaitero que muy bien describe la canción de Alfonso Martínez Sotomayor (q.e.p.d.) “Enrique el Gaitero”:
Declamado…
“Fatigado por el paso del tiempo
en cada paso de su lento caminar
dibuja la agonía del trajinar
de una vida fundida en la melancolía
que brota de las gaitas en su nostálgica melodía…”
I
Cabizbajo y pensativo
A un hombre veía venir
Mal trajiado y afligido
Ya no quiere sonreir (bis)
Era Enrique Arias el gaitero
Que pesar cuando lo vi
Pidiendo un pan en el pueblo
Para poder sobrevivir (bis)
Cojeando pero camina
Implorando caridad
Hoy nadie lo determina
Ni el gobierno ni la sociedad
CORO
Hombre que labró los campos
Trabajando noche y día (bis)
Se oyó su gaita y su canto
Por los Montes de María
II
Con su mochila terciá
Su canoso pelo largo
Sus abarcas remendá
Y fumando su tabaco
Una gaita se murió
Con su hermano Cayetano
La suya en el silencio se durmió
Y su corazón quedó lastimado (bis)
Por eso anda cabizbajo
Triste y meditabundo
Pidiendo de ron un trago
Donde ve tocá un conjunto (bis)
CORO
Parece que va implorando
Que Dios al cielo lo lleve (bis)
Para encontrarse con Cayetano
Y hacer un parrandón con Llirene
Así es la vida y muerte de los grandes. A su entierro no fue ningún representante del gobierno, ni de las altas personalidades del país o del municipio. Solamente allí estaban los amigos de siempre: sus vecinos, los del festival y su vieja gaita que hoy queda sola vacía, porque ya no la llenará más el aire que alegraba al pueblo con su melodía.
Yo vi gemir esas gaitas
al son del dobles de las campanas
era su despedida
ellas se oían tristes y melancólicas
¡Ya no llores más gaita!
porque Enrique Arias vivirá
cada vez que un niño o un joven
te haga sonar en los Montes de María
¡porque el no te dejó morir ahora vive a través de ti!
Eran las 10:30 de la noche de un 23 de Septiembre de 2003, cuando ese mismo cielo que lloró a la “Bizca” María Isabel comenzó a acariciar la fértil tierra de Ovejas para bendecir la partida del más viejo de los gaiteros que aún nos alegraba la vida: “Enrique Arias”; hombre sabio de la naturaleza que en tiempo de verano llamaba como el día de su muerte a la madre lluvia, que no le temía a las picaduras de culebras porque él las curaba.
Hoy solo queda el recuerdo de las abarcas roídas por el paso del tiempo, su viejo baúl lleno de recuerdos, su Cristo de plata que siempre lo acompañó con su secreto para atrapar mujeres. Ese mítico personaje era Enrique Arias el gaitero que muy bien describe la canción de Alfonso Martínez Sotomayor (q.e.p.d.) “Enrique el Gaitero”:
Declamado…
“Fatigado por el paso del tiempo
en cada paso de su lento caminar
dibuja la agonía del trajinar
de una vida fundida en la melancolía
que brota de las gaitas en su nostálgica melodía…”
I
Cabizbajo y pensativo
A un hombre veía venir
Mal trajiado y afligido
Ya no quiere sonreir (bis)
Era Enrique Arias el gaitero
Que pesar cuando lo vi
Pidiendo un pan en el pueblo
Para poder sobrevivir (bis)
Cojeando pero camina
Implorando caridad
Hoy nadie lo determina
Ni el gobierno ni la sociedad
CORO
Hombre que labró los campos
Trabajando noche y día (bis)
Se oyó su gaita y su canto
Por los Montes de María
II
Con su mochila terciá
Su canoso pelo largo
Sus abarcas remendá
Y fumando su tabaco
Una gaita se murió
Con su hermano Cayetano
La suya en el silencio se durmió
Y su corazón quedó lastimado (bis)
Por eso anda cabizbajo
Triste y meditabundo
Pidiendo de ron un trago
Donde ve tocá un conjunto (bis)
CORO
Parece que va implorando
Que Dios al cielo lo lleve (bis)
Para encontrarse con Cayetano
Y hacer un parrandón con Llirene
Así es la vida y muerte de los grandes. A su entierro no fue ningún representante del gobierno, ni de las altas personalidades del país o del municipio. Solamente allí estaban los amigos de siempre: sus vecinos, los del festival y su vieja gaita que hoy queda sola vacía, porque ya no la llenará más el aire que alegraba al pueblo con su melodía.
Yo vi gemir esas gaitas
al son del dobles de las campanas
era su despedida
ellas se oían tristes y melancólicas
¡Ya no llores más gaita!
porque Enrique Arias vivirá
cada vez que un niño o un joven
te haga sonar en los Montes de María
¡porque el no te dejó morir ahora vive a través de ti!
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