LA GAITA: TEJE NUESTRA HISTORIA (1995)
Por: Alfredo Taboada Alfaro
En octubre Ovejas y Colombia entera viven un experimento totalmente distinto a lo que hasta el momento se ha presentado. Se trata de la realización del evento cultural más autóctono de lo que se celebran en el país: El Festival Nacional de la Gaita.
El certamen folclórico no solo busca alternativas diferentes para crear nuevos espacios de expresión a las variadas manifestaciones de la cultura popular sino que también, en los últimos años, se ha preocupado por presentarlas de una manera más original. Por eso la actual Junta Directiva del Festival en su XI versión denominada “Enrique Arias”, ha recurrido este año a nuevas ideas para lograr que los diferentes actos que se desarrollen en el marco del certamen tengan una imponente majestuosidad y para abrirle más puertas a la imaginación.
Con el trabajo de vanguardia, espíritu que caracteriza a cada uno de los juglares participantes, la presentación de cada grupo musical y cultural en la tarima Pacho Llirene tienen mucho de arte y gran agilidad para penetrar en las profundidades del espíritu y robarse durante cuatro días consecutivos el corazón de todos los colombianos.
Por fin, se inaugura el festival y como ya lo dijo Álvaro Mutis, hace pensar en el Siglo de Oro. Un Siglo de Oro evaporado y elusivo, pero siempre elegante y bien dibujado. Luego los gaiteros comienzan a ejecutar sus magistrales piezas musicales y hacen suya la poesía pura para cantar, en ajustadas melodías, un pueblo, Ovejas, donde lo soñado oculta claramente lo vivido y la arquitectura mental, reconstruida en el interior del gaitero, se elabora con un conocimiento luminoso, sin mancha de experiencia.
Los temas que refleja el gaitero en su obra musical son del campo, la poesía, el país, la región, las noticias de cada día, el amor, el silencio, el sufrimiento, la paz; el gaitero ama el silencio, ama la música, ama la soledad, ama el amor, ama la alegría, ama su tierra, ama el ideal y lo imposible pero sobre todo ama la vida, un elemento esencial que nace en sus inigualables composiciones musicales. Para él la gaita es un asunto humano, sobre el cual se apoya para describir su entorno, la voz, la sangre, la verdad, la mujer, la mañana o noche. Y es la vida, al fin y al cabo, la que lo muestra como lo que es, encadenado por el amor a su terruño, tan esencial como la naturaleza, tan aéreo y ligero como pudiera llegar a ser el cielo engalanado por todas las variedades de mariposas que danzas en frenesí al escuchar las trascendentales notas melodiosas que salen de la majestuosa y embriagadora Chuana.
Esa en la esencia y razón de ser de lo nuestro, incomparable, majestuoso, rejuvenecido por la elegancia, hermosura y cadencia que le imprime a la magna fiesta: la mujer ovejera; los fandangos y ruedas de gaitas son un fiel testimonio de la expresión innata que refleja la idiosincrasia y el talante que siempre ha caracterizado a las mujeres ovejeras a través de la historia, cuando de defender lo suyo se trata. Lo nuestro es lo mejor del universo y que linda es la vida!
El Festival es el momento estelar para dar a conocer ante Colombia y el mundo el secreto del hechizo que poseen las ovejeras, para conquistar el corazón de los asistentes, participantes y visitantes que acuden puntualmente cada año en octubre a la máxima cita folclórica.
La tolerancia es “disculpar, consentir, dispensar, explicar y justificar”, se lee en un artículo reciente de Juan María Bandrés.
A la vieja intolerancia engendrada por el odio teológico se ha sumado, en nuestro tiempo, la intolerancia de los que sacralizan ciertas categorías políticas y jurídicas. Ahora los intolerantes matan, torturan y borran de la faz de la tierra no sólo en nombre del integrismo religioso, sino también invocando las necesidades del conflicto bélico o las exigencias del orden público. Por ello el mundo moderno necesita el ejercicio de la tolerancia como un tajante imperativo.
La tolerancia es el fundamento de la convivencia pacífica. La intolerancia, por el contrario, es la raíz de la persecución y el exterminio. Entre hombres tolerantes pueden construirse la justicia y la paz, mientras que los intolerantes viven siempre en guerra.
Estamos por una educación que forme a los niños y jóvenes para la democracia participativa, la convivencia, el respeto, el pluralismo, la defensa del medio ambiente, de la vida, de los derechos humanos, de la soberanía nacional, para la creatividad, la crítica y la reflexión, comprometidos con su nación, con los cambios democráticos.
Desde la escuela, el barrio, la aldea, la fábrica, la universidad, la familia y la calle es de gran urgencia nacional, iniciar inmediatamente el proceso de construcción de una cultura democrática nacional, iniciar inmediatamente el proceso de construcción de una cultura democrática y de convivencia, que le salga al paso la violencia y la intolerancia que se pasean sonantes y campantes por los cuatro puntos cardinales de la geografía colombiana.
Con la celebración del Festival Nacional de la Gaita, pretendemos desde la cultura devolverle a los niños, jóvenes y ancianos la alegría, la esperanza en un país que está labrando su propio presente y futuro.
Colombia es un país con una larga historia de intolerancia política, violencia, pocos procesos de paz y una gran fragilidad en su vida democrática.
Por eso, para el proceso de conformación de un gran movimiento de la sociedad civil a favor de la paz se deben tener en cuenta las experiencias pasadas con miras a emprender un proceso diferente.
Se ha aprendido que la sociedad civil debe organizarse de manera autónoma frente a los sectores del conflicto, fomentar una cultura para la paz y abanderar el cumplimiento de las normas del Derecho Internacional Humanitario y de la Constitución Política.
Hay gente que se muere y sigue viva… pero hace falta, Germán González De la Rosa, y a pocos días de un nuevo aniversario de la muerte del hidalgo caballero, surge la pregunta de ¿Cómo conservar para el ambiente propio de la cultura, ese aire elemental y refrescante que supo él imprimirle, sin aspavientos, sin alardes, en medio de tanto sabio y tanto clasificador?. Era como los gamos: cuanto más audaz más silencioso; cuanto más sereno más raudo.
Existe en Ovejas un personaje de carne y hueso proveniente del Olimpo, es el maestro Enrique Arias, uno de los más grandes gaiteros que ha dado Colombia. Dueño de urticante humor de los caribes, sabe entremezclarlo con las luces de una memoria prodigiosa. Y al ejecutar con maestría singular el instrumento musical GAITA durante y en más de setenta años con la frente muy en alto, ha dejado en el ambiente la sensación de que también en el espacio cultural del país –donde abundan el caníbal y el farsante-, cabe un lugar para el análisis sereno, una ventana al mar para que haya derecho a la vida de la fauna variada, los matices, el sol, la sal, el oleaje, la tempestad, la calma.
La cultura es el fundamento y elemento vital de la nacionalidad, desde donde se posibilita el afianzamiento de los procesos de identidad, la construcción de una sociedad pluralista, democrática y pluricultural, el reconocimiento a la diversidad y el derecho y respeto a la diferencia.
Una ley de la cultura que pretenda dinamizar el desarrollo social debe partir de reconocer el ethos cultural popular como algo vital, portador de espontaneidad, imaginación, capacidad de invención, intereses y constelaciones de sentido.
La ley debe ser objeto de socialización, generando un proceso de participación que fortalezca los puntos de vista de todos los actores sociales como sujetos poseedores y creadores de culturas.
No debemos fomentar la competitividad sino la creación. Y quien educa para la competencia no puede construir una cultura para la vida. La cultura tiene que comprometerse con la dignidad e identidad de un pueblo sin afectar su espíritu, sentido y pluralidad.
La Chuana es un mito actuante presente en nuestra cotidianidad, es el reencuentro con los ancestros.
¿Cómo es la forma de lo ancestral? ¿Cuál es la forma de mito? La serpiente emplumada, el rostro que se transforma en venado, la montaña que disimula el ancho y voluptuoso cuerpo de una doncella, el agua donde brilla el ojo de la princesa que se despide. Semilla raíz, tallo, en esta forma de los orgánico, la ciencia occidental no ha destruido la magia del ensueño que se llama Chuana, la leyenda donde cosas, rostros se metamorfosean una y otra vez.
No hay ningún Festival de Gaitas en el universo que se pueda comparar con el de Ovejas; Ovejas tiene el Festival de los Festivales. Y lo más importante en este Festival es el ambiente, es Ovejas sedienta de GAITA, poseída de GAITA. La cordialidad espontánea y el calor humano de los ovejeros son proverbiales, y ahora que se unen en un ideal divinizado, sumen al público congregado en la Plaza Principal en una confraternidad embriagadora.
Trabajadores de la cultura: cuando queráis ser aplaudidos, ovacionados, valorados, festejados, consentidos, mimados, admiradores y amados, id a Ovejas a disfrutar de esta integración histórica que le rinde culto a lo nuestro.
Por último, en un momento memorable de su vida, el insigne e inolvidable maestro Jorge Rojas expresó: “Siempre habrá poesía”, y nosotros sin temor a equivocarnos podemos afirmar que “Siempre habrá gaita, ella teje nuestra historia”.
En octubre Ovejas y Colombia entera viven un experimento totalmente distinto a lo que hasta el momento se ha presentado. Se trata de la realización del evento cultural más autóctono de lo que se celebran en el país: El Festival Nacional de la Gaita.
El certamen folclórico no solo busca alternativas diferentes para crear nuevos espacios de expresión a las variadas manifestaciones de la cultura popular sino que también, en los últimos años, se ha preocupado por presentarlas de una manera más original. Por eso la actual Junta Directiva del Festival en su XI versión denominada “Enrique Arias”, ha recurrido este año a nuevas ideas para lograr que los diferentes actos que se desarrollen en el marco del certamen tengan una imponente majestuosidad y para abrirle más puertas a la imaginación.
Con el trabajo de vanguardia, espíritu que caracteriza a cada uno de los juglares participantes, la presentación de cada grupo musical y cultural en la tarima Pacho Llirene tienen mucho de arte y gran agilidad para penetrar en las profundidades del espíritu y robarse durante cuatro días consecutivos el corazón de todos los colombianos.
Por fin, se inaugura el festival y como ya lo dijo Álvaro Mutis, hace pensar en el Siglo de Oro. Un Siglo de Oro evaporado y elusivo, pero siempre elegante y bien dibujado. Luego los gaiteros comienzan a ejecutar sus magistrales piezas musicales y hacen suya la poesía pura para cantar, en ajustadas melodías, un pueblo, Ovejas, donde lo soñado oculta claramente lo vivido y la arquitectura mental, reconstruida en el interior del gaitero, se elabora con un conocimiento luminoso, sin mancha de experiencia.
Los temas que refleja el gaitero en su obra musical son del campo, la poesía, el país, la región, las noticias de cada día, el amor, el silencio, el sufrimiento, la paz; el gaitero ama el silencio, ama la música, ama la soledad, ama el amor, ama la alegría, ama su tierra, ama el ideal y lo imposible pero sobre todo ama la vida, un elemento esencial que nace en sus inigualables composiciones musicales. Para él la gaita es un asunto humano, sobre el cual se apoya para describir su entorno, la voz, la sangre, la verdad, la mujer, la mañana o noche. Y es la vida, al fin y al cabo, la que lo muestra como lo que es, encadenado por el amor a su terruño, tan esencial como la naturaleza, tan aéreo y ligero como pudiera llegar a ser el cielo engalanado por todas las variedades de mariposas que danzas en frenesí al escuchar las trascendentales notas melodiosas que salen de la majestuosa y embriagadora Chuana.
Esa en la esencia y razón de ser de lo nuestro, incomparable, majestuoso, rejuvenecido por la elegancia, hermosura y cadencia que le imprime a la magna fiesta: la mujer ovejera; los fandangos y ruedas de gaitas son un fiel testimonio de la expresión innata que refleja la idiosincrasia y el talante que siempre ha caracterizado a las mujeres ovejeras a través de la historia, cuando de defender lo suyo se trata. Lo nuestro es lo mejor del universo y que linda es la vida!
El Festival es el momento estelar para dar a conocer ante Colombia y el mundo el secreto del hechizo que poseen las ovejeras, para conquistar el corazón de los asistentes, participantes y visitantes que acuden puntualmente cada año en octubre a la máxima cita folclórica.
La tolerancia es “disculpar, consentir, dispensar, explicar y justificar”, se lee en un artículo reciente de Juan María Bandrés.
A la vieja intolerancia engendrada por el odio teológico se ha sumado, en nuestro tiempo, la intolerancia de los que sacralizan ciertas categorías políticas y jurídicas. Ahora los intolerantes matan, torturan y borran de la faz de la tierra no sólo en nombre del integrismo religioso, sino también invocando las necesidades del conflicto bélico o las exigencias del orden público. Por ello el mundo moderno necesita el ejercicio de la tolerancia como un tajante imperativo.
La tolerancia es el fundamento de la convivencia pacífica. La intolerancia, por el contrario, es la raíz de la persecución y el exterminio. Entre hombres tolerantes pueden construirse la justicia y la paz, mientras que los intolerantes viven siempre en guerra.
Estamos por una educación que forme a los niños y jóvenes para la democracia participativa, la convivencia, el respeto, el pluralismo, la defensa del medio ambiente, de la vida, de los derechos humanos, de la soberanía nacional, para la creatividad, la crítica y la reflexión, comprometidos con su nación, con los cambios democráticos.
Desde la escuela, el barrio, la aldea, la fábrica, la universidad, la familia y la calle es de gran urgencia nacional, iniciar inmediatamente el proceso de construcción de una cultura democrática nacional, iniciar inmediatamente el proceso de construcción de una cultura democrática y de convivencia, que le salga al paso la violencia y la intolerancia que se pasean sonantes y campantes por los cuatro puntos cardinales de la geografía colombiana.
Con la celebración del Festival Nacional de la Gaita, pretendemos desde la cultura devolverle a los niños, jóvenes y ancianos la alegría, la esperanza en un país que está labrando su propio presente y futuro.
Colombia es un país con una larga historia de intolerancia política, violencia, pocos procesos de paz y una gran fragilidad en su vida democrática.
Por eso, para el proceso de conformación de un gran movimiento de la sociedad civil a favor de la paz se deben tener en cuenta las experiencias pasadas con miras a emprender un proceso diferente.
Se ha aprendido que la sociedad civil debe organizarse de manera autónoma frente a los sectores del conflicto, fomentar una cultura para la paz y abanderar el cumplimiento de las normas del Derecho Internacional Humanitario y de la Constitución Política.
Hay gente que se muere y sigue viva… pero hace falta, Germán González De la Rosa, y a pocos días de un nuevo aniversario de la muerte del hidalgo caballero, surge la pregunta de ¿Cómo conservar para el ambiente propio de la cultura, ese aire elemental y refrescante que supo él imprimirle, sin aspavientos, sin alardes, en medio de tanto sabio y tanto clasificador?. Era como los gamos: cuanto más audaz más silencioso; cuanto más sereno más raudo.
Existe en Ovejas un personaje de carne y hueso proveniente del Olimpo, es el maestro Enrique Arias, uno de los más grandes gaiteros que ha dado Colombia. Dueño de urticante humor de los caribes, sabe entremezclarlo con las luces de una memoria prodigiosa. Y al ejecutar con maestría singular el instrumento musical GAITA durante y en más de setenta años con la frente muy en alto, ha dejado en el ambiente la sensación de que también en el espacio cultural del país –donde abundan el caníbal y el farsante-, cabe un lugar para el análisis sereno, una ventana al mar para que haya derecho a la vida de la fauna variada, los matices, el sol, la sal, el oleaje, la tempestad, la calma.
La cultura es el fundamento y elemento vital de la nacionalidad, desde donde se posibilita el afianzamiento de los procesos de identidad, la construcción de una sociedad pluralista, democrática y pluricultural, el reconocimiento a la diversidad y el derecho y respeto a la diferencia.
Una ley de la cultura que pretenda dinamizar el desarrollo social debe partir de reconocer el ethos cultural popular como algo vital, portador de espontaneidad, imaginación, capacidad de invención, intereses y constelaciones de sentido.
La ley debe ser objeto de socialización, generando un proceso de participación que fortalezca los puntos de vista de todos los actores sociales como sujetos poseedores y creadores de culturas.
No debemos fomentar la competitividad sino la creación. Y quien educa para la competencia no puede construir una cultura para la vida. La cultura tiene que comprometerse con la dignidad e identidad de un pueblo sin afectar su espíritu, sentido y pluralidad.
La Chuana es un mito actuante presente en nuestra cotidianidad, es el reencuentro con los ancestros.
¿Cómo es la forma de lo ancestral? ¿Cuál es la forma de mito? La serpiente emplumada, el rostro que se transforma en venado, la montaña que disimula el ancho y voluptuoso cuerpo de una doncella, el agua donde brilla el ojo de la princesa que se despide. Semilla raíz, tallo, en esta forma de los orgánico, la ciencia occidental no ha destruido la magia del ensueño que se llama Chuana, la leyenda donde cosas, rostros se metamorfosean una y otra vez.
No hay ningún Festival de Gaitas en el universo que se pueda comparar con el de Ovejas; Ovejas tiene el Festival de los Festivales. Y lo más importante en este Festival es el ambiente, es Ovejas sedienta de GAITA, poseída de GAITA. La cordialidad espontánea y el calor humano de los ovejeros son proverbiales, y ahora que se unen en un ideal divinizado, sumen al público congregado en la Plaza Principal en una confraternidad embriagadora.
Trabajadores de la cultura: cuando queráis ser aplaudidos, ovacionados, valorados, festejados, consentidos, mimados, admiradores y amados, id a Ovejas a disfrutar de esta integración histórica que le rinde culto a lo nuestro.
Por último, en un momento memorable de su vida, el insigne e inolvidable maestro Jorge Rojas expresó: “Siempre habrá poesía”, y nosotros sin temor a equivocarnos podemos afirmar que “Siempre habrá gaita, ella teje nuestra historia”.
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