NO LLORES OVEJAS, REGRESA A TU PUESTO (1995)
Por: Reverendo Álvaro Alfonso Devia
(Párroco de Ovejas)
Te conocí Ovejas, lustros atrás, en los amorosos brazos de tus hijos, radiante, atractiva y serena, como sensual doncella recostada sobre los cálidos Montes de María. Te conocí con tu cadencia de arrullos y oraciones, esparciendo por doquiera el suave olor de tabaco, símbolo de tu fecundidad, te conocí por los caminos olorosos a majada, entre rumor de quebradas y el trinar de canoras aves multicolores que engalanan tu fauna. Te conocí en el silbido y en el grito de tus campesinos arreando mulas que bajaban de Chengue, Salitral y Chalán los sabrosos frutos, ora bajo la lluvia inclemente de abril o julio, ora bajo el sol canicular de un medio día de septiembre.
Te conocí en el rostro requemado de tus mejores laboriosas y en las manos callosas de tus campesinos que cotidianamente laboran la tierra. Te conocí en el afán gozoso y transparente de hacendados que se inclinaban reverentes ante Dios Creador y respondían prestos al llamado del campanario que llamaba a la oración mañanera.
Te conocí en la actividad incesante del comerciante que desplegaba su actividad frenética de sus jornadas diarias para luego irse a buscar solaz y descanso en el calor de su humilde hogar.
Te conocí en el mercado pueblerino de ricos granos y olorosas frutas, maíz, aguacate y cereza cuya pluralidad multicolor parecía un cántico al trabajo humano y una oración de gracias a la pródiga natura.
Te conocí en el sencillo maestro de escuela que se prodigaba en desvelos esparciendo el saber con alegría sin quejarse de su salario o de su paga oportuna. Te conocí en la bizarría de tus jóvenes que no tenían otra meta que la de calmar su sed de sabiduría para mañana ser lustre para sus progenitores y servidores de la sociedad futura. Te conocí en el ritmo acelerado de tus fabricas en laboriosidad sin odios de sus operarias procesando el tabaco y en el templo y honestidad de los Pizarros, Ricardo, González y muchos más que no tuvieron mezquindad para abrir las compuertas de su fortuna para darle labor a los hijos de su pueblo. Te conocí en el entorno de aquel púlpito, añorando tanto hoy día, desde el cual se oirá la voz convincente y firme de tus pastores ínclitos como Aldana, Caviedes y Caicedo, llamando a los fieles a la comunión diaria con el Señor. Así eras Ovejas, lozana y jovial, próspera y hospitalaria. De pronto e infortunadamente comenzó a sentirse una racha de snobismos, de cambios y de novedades que ni siquiera respetaron el santuario sagrado de tus hogares y entonces en ese vendaval se enredaron tus valores, tus pergaminos y blasones. El deseo desmesurado de poder, de gloria y de tener trastocó los valores fundamentales que constituían tus grandezas. Se aposentó el odio, la desconfianza, la inseguridad; fuerzas oscuras han convertido tus hermosos valles y campos en desolados lugares en donde se han truncado vida de muchos hermanos. El verde rubí de tus campos siempre fértiles se trocó en el “ojo” fatídico de la violencia.
Oh Ovejas, ¿Dónde estás que no reaccionas? ¿Vas a permitir que tus glorias de ayer se vayan a sustituir por antivalores que pretendan destruir tu pasado? ¿Por qué no te levantas? ¿Por qué no te conmueves? Hora es ya de que como Raquel la mujer de la Sagrada Biblia, irrumpas en un grito por la muerte de tus hijos y comiences a buscar de nuevo tus glorias pasadas.
No llores, Ovejas, tus hijos te siguen queriendo, te siguen amando. Convócalos a todos, los que se fueron y los que se quedaron y comienza una cruzada de restauración y de conversión, aún es tiempo. Llama a ese Dios bajo cuya luz inició tu vida y en cuyas enseñanzas los abuelos levantaron a sus nietos. Busca a Jesucristo el único camino de la luz y de la verdad, de la vida y de la historia, llama a Francisco, el hombre de la paz y de la ecología, pídele a la Virgen Morena, la del Monte Carmelo a quien tu tanto amas para un retorno feliz y en esta justa cultural de tu XI Festival de Gaitas, proclama y realiza con fe y esperanza el camino nuevo que nos espera.
(Párroco de Ovejas)
Te conocí Ovejas, lustros atrás, en los amorosos brazos de tus hijos, radiante, atractiva y serena, como sensual doncella recostada sobre los cálidos Montes de María. Te conocí con tu cadencia de arrullos y oraciones, esparciendo por doquiera el suave olor de tabaco, símbolo de tu fecundidad, te conocí por los caminos olorosos a majada, entre rumor de quebradas y el trinar de canoras aves multicolores que engalanan tu fauna. Te conocí en el silbido y en el grito de tus campesinos arreando mulas que bajaban de Chengue, Salitral y Chalán los sabrosos frutos, ora bajo la lluvia inclemente de abril o julio, ora bajo el sol canicular de un medio día de septiembre.
Te conocí en el rostro requemado de tus mejores laboriosas y en las manos callosas de tus campesinos que cotidianamente laboran la tierra. Te conocí en el afán gozoso y transparente de hacendados que se inclinaban reverentes ante Dios Creador y respondían prestos al llamado del campanario que llamaba a la oración mañanera.
Te conocí en la actividad incesante del comerciante que desplegaba su actividad frenética de sus jornadas diarias para luego irse a buscar solaz y descanso en el calor de su humilde hogar.
Te conocí en el mercado pueblerino de ricos granos y olorosas frutas, maíz, aguacate y cereza cuya pluralidad multicolor parecía un cántico al trabajo humano y una oración de gracias a la pródiga natura.
Te conocí en el sencillo maestro de escuela que se prodigaba en desvelos esparciendo el saber con alegría sin quejarse de su salario o de su paga oportuna. Te conocí en la bizarría de tus jóvenes que no tenían otra meta que la de calmar su sed de sabiduría para mañana ser lustre para sus progenitores y servidores de la sociedad futura. Te conocí en el ritmo acelerado de tus fabricas en laboriosidad sin odios de sus operarias procesando el tabaco y en el templo y honestidad de los Pizarros, Ricardo, González y muchos más que no tuvieron mezquindad para abrir las compuertas de su fortuna para darle labor a los hijos de su pueblo. Te conocí en el entorno de aquel púlpito, añorando tanto hoy día, desde el cual se oirá la voz convincente y firme de tus pastores ínclitos como Aldana, Caviedes y Caicedo, llamando a los fieles a la comunión diaria con el Señor. Así eras Ovejas, lozana y jovial, próspera y hospitalaria. De pronto e infortunadamente comenzó a sentirse una racha de snobismos, de cambios y de novedades que ni siquiera respetaron el santuario sagrado de tus hogares y entonces en ese vendaval se enredaron tus valores, tus pergaminos y blasones. El deseo desmesurado de poder, de gloria y de tener trastocó los valores fundamentales que constituían tus grandezas. Se aposentó el odio, la desconfianza, la inseguridad; fuerzas oscuras han convertido tus hermosos valles y campos en desolados lugares en donde se han truncado vida de muchos hermanos. El verde rubí de tus campos siempre fértiles se trocó en el “ojo” fatídico de la violencia.
Oh Ovejas, ¿Dónde estás que no reaccionas? ¿Vas a permitir que tus glorias de ayer se vayan a sustituir por antivalores que pretendan destruir tu pasado? ¿Por qué no te levantas? ¿Por qué no te conmueves? Hora es ya de que como Raquel la mujer de la Sagrada Biblia, irrumpas en un grito por la muerte de tus hijos y comiences a buscar de nuevo tus glorias pasadas.
No llores, Ovejas, tus hijos te siguen queriendo, te siguen amando. Convócalos a todos, los que se fueron y los que se quedaron y comienza una cruzada de restauración y de conversión, aún es tiempo. Llama a ese Dios bajo cuya luz inició tu vida y en cuyas enseñanzas los abuelos levantaron a sus nietos. Busca a Jesucristo el único camino de la luz y de la verdad, de la vida y de la historia, llama a Francisco, el hombre de la paz y de la ecología, pídele a la Virgen Morena, la del Monte Carmelo a quien tu tanto amas para un retorno feliz y en esta justa cultural de tu XI Festival de Gaitas, proclama y realiza con fe y esperanza el camino nuevo que nos espera.
<< Home