Friday, August 31, 2007

POR EL RESCATE DE NUESTRA GAITA (1996)

Por Antonio Mestra Osorio



Tengo que escucharla en el XII Festival Nacional de Gaitas, a realizarse en Ovejas (Sucre) en homenaje a Francisco Llirene, sólo porque en la programación, de las grandes cadenas radiales de nuestro país, no hay espacio para este ritmo: primero, por un claro desconocimiento histórico y cultural de lo que significa esta vertiente de nuestro folclor; segundo, por acuerdo al punto de vista de los programadores musicales de las emisoras en A.M. y F.M., es una música que no está acorde con lo que el mercado reclama como “música moderna”, y en tercer lugar las casas disqueras en ese afán mercantilista, no invierten en estos grupos, porque según ellos no son rentables.

Con esto no queremos manifestar que los medios de comunicación sean los directos responsables de las deformaciones de las tradiciones de nuestros pueblos. Sin embargo, sí cumplen con el papel de manipulación y conducción del gusto del oyente, televidente o lector.

Este encuentro de gaitas, es el sonar y la alegría de los Montes de María, además es el festival de la paz, y como tal hay que darlo a conocer: un punto de encuentro que se da todos los años, para decirles a extranjeros y visitantes que en un esfuerzo mancomunado, presentamos toda la creación artística y literaria que pueblo elabora y fabrica para rescatar ese pasado cultural, como patrimonio de nuestros antepasados.

Este pasado no es reconocido como tal por los estamentos que manejan los “procesos culturales”, ni por una “clase dirigente” que en sumo grado no valida este acervo cultural, tan inmenso como toda la creación que los pueblos del mundo aportan para el desarrollo de los mismos, del país, y del lenguaje como elemento transformador de la sociedad.

Por eso en la medida en que nuestros festivales se internacionalicen, y los grupos musicales abracen los aportes tecnológicos en lo que hace referencia al sonido y la instrumentalización, estaremos acorde con esos aires de “cambio” que el mundo de hoy reclama; pero eso sí, sin perder el sentido, la esencia y su pasado histórico, que es lo único que nos permite mostrarnos ante los demás países.

Por eso es bueno concertar con los conservadores, tradicionalistas y defensores de lo clásico, que en ningún momento le hacemos bien a esas tradiciones folclóricas, populares o modernas, si no aportamos elementos teóricos que beneficien a cada uno de estos encuentros musicales. Aclarando que nuestra música cumple con un quehacer cotidiano, relacionado con los diferentes procesos históricos y sociales; vista así la música, en estos términos, es un producto del hombre que está sujeto a los cambios, transformaciones, evolución, reproducción y la muerte misma. La música no puede anquilosarse, no cumplía su proceso dialéctico como todo hecho social.

También es innegable que la cultura popular es creación de los sectores populares de os pueblos de cualquier parte del mundo, de allí que todo trabajo es rescate, supervivencia, e investigación sobre las tradiciones folclóricas, debe ser una constante por parte de los gremios, asociaciones e interesados en salvaguardar estos aspectos de nuestra inmensa cultura.

Alrededor de nuestra gaita, gira una serie de hechos políticos, sociales, culturales, y por no decir, a más de uno le vuelve a revivir la capacidad de asombro, como también le enseña a derrotar el miedo. Este instrumento que da la sensación de ser de fácil manejo, nos indica que sólo él convoca a que seamos solidarios, tolerantes, en el sentido de reconocer verdaderamente el otro, no ignorándolo. Por eso en Ovejas se realiza un festival de alta competencia y respeto, entendido éste como la aceptación de la derrota y del triunfo.

Si Jorge Artel en Tambores en la noche le canta a la gaita, y garcía Márquez en su extensa creación literaria le rinde homenaje, qué decir de Héctor Rojas Herazo, y el maestro de maestros Toño Fernández, que la llevó a los confines del mundo, dejando maravilladas unas culturas que creían habían rebosado todos los límites.

Por eso, nuestros músicos de gaitas no desaparecerán, hoy ni mañana, ellos son la fibra de estos verdaderos procesos culturales, que se gestan al interior de nuestro territorio, su cantar será el clamor para reivindicarlos ante una sociedad indiferente antes sus creaciones. Por eso en este año, tenemos que decirles a nuestros visitantes, que aquí labramos y cosechamos un reencuentro con la gaita, para que un ser humano llamado gaitero, en el futuro tenga una mejor suerte, tanto económica como espiritualmente.

Por que no recordar a Francisco Llirene y Enrique Arias. Pacho fue majestuoso para tocar el tambor, su toque embrujó a toda esta región, llegó, estuvo entre nosotros y se fue como esos personajes míticos de nuestra cuentería popular. Pero es que si existió, y lo hizo únicamente y exclusivamente para darle vida al tambor.

Enrique Arias tocó la gaita hembra como él solo sabía hacer, evocando a Juan Polo Valencia: “Turbaba el silencio de la montaña” cuando la ejecutaba. Los he querido recordar porque es la única forma de preservarlos en la mente del gran colectivo de esta nación, como los verdaderos trovadores y juglares de nuestra música. Un ejemplo para nuestros niños, es las escuelas deberían empezar a elaborar la futura novela de Ovejas, basada en la vida de estos dos grandes personajes, y en la de su encuentro musical.

Lo grande del festival es que cada grupo te enaltece el espíritu, vuelves a vivir, con cada una de sus interpretaciones, porque el cantante, repentista o decimero, con su ingeniería poética, te hace sentir como un hermano, o como amigo de un pueblo que te invita por estos días, para que goces durante cuatro días y cuatro noches, de gaita, tambor y maracas, y para que sepas que aquí sembrarnos la paz, luchamos por ella, porque ella es la esencia de un mejor vivir.

Que suenen más gaitas y que vengan cantantes de otras latitudes, para que canten una de nuestras poesías o mejor para que a una sola voz le recuerden al universo:

“Yo tenía mi candelaria
con ella me divertía,
se fue y me dejó llorando
ay, adiós Candelaria mía”

Cómo es grato recordar por esta misma época a otros gaiteros forjadores de cultura, como son Juan Lara y Catalino Parra.

No queda duda, que la cruzada nacional, es por el rescate de nuestros ritmos, la gaita, porro, cumbia y que la radio los difunda y cumpla con el artículo 61 del decreto 2085/75, de igual forma la televisión y la prensa los acojan como parte importante de nuestra formación cultural.

Deseo terminar esta humilde aproximación a la gaita, con la afirmación de T.S. Eliot: “La cultura puede incluso ser descrita simplemente como aquello que hace que la vida merezca la pena de ser vivida”. Ahora sí, que suene el tambor y la gaita, ¡eso es vida!