Tuesday, November 24, 2009

EDITORIAL (1994)

La gaita Única Candidata de Unidad


Desde comienzos del siglo pasado cuando en las cuatro esquinas de la plaza, los campesinos agradecidos con su patrono SAN FRANCISCO DE ASÍS, se reunieron para hacer sonar las Gaitas y Tambores, ya se vislumbraba que esta melodía ancestral sería capaz de unir partidos, credos, e ideologías encontradas a su alrededor.

Esta tradición se mantuvo por más de un siglo de manera espontánea. Durante ocho días, los campesinos realizaban su propio Festival en el cual se aplicaban estatutos verbales, la competencia era interminable al igual que el ron de fabricación casera que tragaban sin medir cada vez que concluía una canción en el Fandango.

Eran los campesinos los que tocaban, pero era todo el pueblo el que bailaba en las fiestas colectivas en donde la mujer era la reina a quien nadie podía tocar ni siquiera la flor de bonche que adornaba su cabellera, mucho menos sus caderas que se movían al son de GAITA Y TAMBORES.

Entonces no existía ni por asomo la competencia comercial. Los Gaiteros en un ambiente de compadrazgo compartían alimento y ron. No existían los jurados, por ello no habían ganadores ni perdedores, al final de la faena musical la única gloriosa era la Sonora GAITA, por la que los campesinos dejaban sus parcelas para atender su vocación de unidad a ELLA.

En los últimos diez años, festival con tarima y amplificación ha corroborado y afianzado que la Gaita sin perder su esencia original ha encontrado otros espacios y ahora no sólo son los campesinos los que asisten a su llamado y los que se envuelven de su melodía, sino los intelectuales, estudiantes, periodistas, investigadores y todos los del sector que acuden a su convocatoria.

UNA DÉCADA DE APERTURA

Estos diez años del Festival organizado ha arrojado positivos resultados y ha servido de apertura a todas las manifestaciones artísticas que alimentan la cultura popular.

Aunque difícil el objetivo de preservar y difundir la música de nuestros artistas, se ha cumplido y hoy por hoy la Gaita y sus ejecutores tienen el reconocimiento que merecen, pero aún falta más. Queremos decir que desde Ovejas estamos aportando a la lucha para defender a nuestros valores y rescatar con altura la música de Gaitas.


¡Bienvenidos al Festival!

DE LAS FLAUTAS CHIMILA AL CARRIZO ATANQUERO (1994)

Por Simón Martínez Ubarnez


ARQUEOLOGÍA MUSICAL DE LA REGIÓN CARIBE

La región del Caribe colombiano comprendida entre el Sinú, la Depresión Momposina, El Bajo Magdalena y la Sierra Nevada de Santa Marta, ocupada en diferentes momentos y con variadas tendencias culturales, es escenario portador de un impresionante acervo cultural, tanto en el pasado como en el presente.

Las culturas que en el pasado ocuparon la región, surgieron en diferentes épocas y por motivos diferentes, pero dejaron los instrumentos musicales más preciosos, especialmente flautas, pitos y ocarinas, cuyas características y variedades, no se encuentran en ninguna otra parte de Colombia (Escobar, 1987); es más, en lo que se refiere a algunas flautas y ocarinas, no se encuentran con sus características en ninguna otra parte de América. En todo caso, se considera que existen algunas influencias latinoamericanas, especialmente de Costa Rica, en la cultura Tairona, particularmente en pitos y ocarinas, más no en las flautas.

Lo anterior significa, que tanto por la belleza de estos instrumentos, como por la calidad de su construcción, pero sobre todo por la perfección de sus sonidos, ésta región debería ser considerada desde el punto de vista musical, como una de las más importantes del continente.

Aunque son pocos los estudios que se han hecho hasta el presente, sobre el particular, esto no inhibe el que se puedan catalogar y ubicar en su verdadera posición y dimensión cultural.


EL DESARROLLO MUSICAL DE LA NACIÓN CHIMILA

En la parte baja del Río Cesar, conocido por los chimilas como el Pompatao o padre de los ríos, que después de nacer en la Nevada, se aleja del mar para irse en dirección sur a morir en el Cariguaño, Cariguaná o Magdalena, formando antes la laguna más grande del país o sea la Ciénaga de Zapatoza, donde estuvo ubicado Tamalameque, tierra del señorío del Cacique del mismo nombre, quien fue víctima de la barbarie de Ambrosio Alfinger en 1531.

La ciénega de Zapatoza, con sus innumerables islotes y ciénagas aledañas, no solo constituye el sistema lacustre más grande del país, sino que en ellos albergó una de las parcialidades más representativas dela nación Chimila, los Pocabuy o Pacabuy, vecinos cercanos de los Malebú o Malibú.

Malebú y PIcabuy, son descendientes tardíos de quienes en lo que hoy es territorio colombiano, elaboraron las más bellas y sonoras flautas de pico que se conozcan en nuestro pasado prehispánico. Eran estas parcialidades chimilas poseedoras de los únicos instrumentos musicales con sonidos bellamente definidos y cuya sonoridad no es igualada por ningún otro, incluyendo la mayoría de los instrumentos precolombinos de todas las épocas y regiones. (A. Escobar, 1987), el hallazgo de estas flautas en algunos yacimientos arqueológicos de la región y su estudio organológico y musical, permiten suponer que estos grupos indígenas habían logrado ya un gran desarrollo musical.

Las flautas encontradas, están elaboradas en cerámica y extrañamente tenían las mismas características, como el tamaño y la forma, estaban hechas del mismo material, toas el mismo color, los mismos cuatro huecos centrados a la misma distancia, con lo cual se permitía una identidad en los sonidos emitidos y además todos tenían la misma representación de una babilla o caimán, que era abundante en esta región, cuya figura adornada el final de todas estas flautas de forma crónica, abombada en el centro, la figura tal vez significaba la relación de estos hombres con este animal o sus creencias míticas en él, o posiblemente una relación totémica.

Eran instrumentos de sonidos mucho más dulces que los instrumentos de madera o plástico que se fabrican hoy, con todas las especificaciones técnicas del caso. Su melodiosidad, es producto tal vez de la forma cónica o del manejo de la columna de aire en la cavidad interior del instrumento. Varias de las flautas encontradas emiten claramente la escala diatónica, según los huecos tapados o destapados y el manejo de la columna de aire en su interior, su longitud es cercana a los 25 centímetros de largo por 5 de diámetro en la parte más ancha.

Las arqueólogas Ana María Flacheti y Clemencia Plazas, estudiosas de esta subregión arqueológica, las sitúan según las pruebas que les fueron practicadas, en el siglo XIII, época en la cual Europa no tenía un dominio pleno de la escala diatónica, por tanto no se les conoce antecedente alguno, como instrumentos avanzados.

Estas flautas de los chimilas, constituyen junto con los carrizos macho y hembra de la Sierra Nevada de Santa Marta, los instrumentos musicales más importantes de la Colombia Prehispánica, por su capacidad, extensión, armoniosidad y versatilidad.


LA GAITA Y EL CHICOTE: SUPERVIVENCIAS MUSICALES EN LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

Los contactos interétnicos entre los indígenas serranos y los del valle, en la Provincia de Santa Marta, son un hecho histórico que hoy no tiene ninguna resistencia para ser aceptado, sobre todo cuando se han podido identificar comportamientos y supervivencias culturales, especialmente Chimilas en la Sierra y cuando se conoce de las alianzas de guerra que hicieron en le pasado para defenderse del hostigamiento español.

Estos contactos, repito, se dieron con particulares características entre Chimila, arhuacos, kankuamo y Wiwa, de los cuales es posible inferir algunas conclusiones interesantes en el campo cultural y muy particularmente en el campo musical.

Entre las mencionadas conclusiones podemos mencionar las siguientes:

el actual carriso atanquero y serrano, por su estructura organológica y musical, puede tener influencia chimila, que se pudo dar en desarrollo de los contactos interétnicos entre estos grupos. La anterior hipótesis se sustenta en que los estudios arqueológicos realizados, no señalan mayores avances en los pueblos de la sierra Nevada de Santa Marta.

Las flautas chimilas tenían cuatro huecos y daban la escala diatónica, los carrisos atanqueros y serranos tienen cinco huecos y dan la escala diatónica, siendo interpretados ambos sostenidos con las dos manos. Además en ambos instrumentos se consigue una extensión de dos octavas, dependiendo del número de huecos tapados o destapados y de la columna de aire impresa en el interior del instrumento. Similitudes esta que también nos permiten hablar de una influencia.

En lo que fue territorio Chimila, se conserva hoy un carriso –así, con ese nombre-, de cuatro huecos, con las mismas características del carriso serrano, pero este con cuatro huecos, lo que nos da pie para afirmar que este tipo de flautas evolucionó en su territorio de origen hacia el carriso de caña y de aquí subió a la Sierra. A este último juicio hipotético, tenemos que agregar que en el territorio Chimila solo se utiliza el carriso hembra, a la usanza de las flautas chimilas, más no la hembra; por lo que inferimos, que la hembra es producto aculturado de grupos Chimilas, que con el tiempo las fueron adaptando, hasta diferenciar la parte melódica de la armonía en las dos formas que hoy conocemos como hembra y macho en las Sabanas de Bolívar y Sucre y en el Urabá, lo mismo que en la Sierra Nevada.

De tal modo que nuestra conclusión general es que las flautas serranas, conocidas como carrisos, y posiblemente las sabaneras, tengan un origen influenciado por los Chimilas. Afirmación que se sostiene no solo en los estudios organológicos, sino también en la cercanía geográfica de los territorios en donde estos instrumentos siguen con vigencia cultural.

Sin embargo, esta afirmación, como cualquier otra que se haga en el campo de la folclorología regional, está supeditada a corroboraciones que se adelanten, ya que en este como en otros campos de las ciencias sociales, la última palabra no se ha dicho.

OVEJAS GUACA DE LA GAITA (1994)

Por Lic. Luís Amaya Buelvas


“Nunca he conocido, y aún no conozco, más que un medio para comprender bien, para situar bien la historia grande. Este medio consiste en poseer a fondo, en todo su desarrollo, la historia de una región”

LUCIEN FEBVRE


Ovejas, Morroa, Colosó y Chalán, conforman la subregión sucreña de los Montes de María, unidos desde siempre por la cuenca hidrográfica del riachuelo Pichilín, foco de expansión de las tribus Zenú que remontando sus afluentes los bautizaron con los nombres de Colosó, Yuyal, Chalán, Jonei, Vilu y Cambimba entre otros, estableciendo en sus cercanías los cacicazgos menores tributarios del Finzenú, donde los legendarios Oné y sus tribus se enseñorearon en la fantástica realidad de aquel país de los sueños. En este contorno nació la música chuana y de pito atravesao como puede colegirse de las descripciones sobre las piezas de orfebrería de los Zenú hecha por el cronista Juan de Castellanos:

“Y en hojas de oro todas aforradas;
Asimismo muy grandes tambores;
Flautas, diversidades de vasijas
Moscas, arañas y otras sabandijas”

Y, además del descubrimiento de una estatuilla de cerámica precolombina en el Corregimiento de Almagre; jurisdicción del municipio de Ovejas, que representa a un indio tocando Chuana. Estos testimonios irrefutables perfilan la subregión sucreña de los Montes de María, como una región con el aval histórico suficiente para legitimar en dos de sus Municipios Ovejas y Morroa la condición de Sedes Nacionales de dos de los festivales de la música más autóctona de nuestro país. El Festival Nacional de Gaitas “Francisco Llirene” que se realiza en Ovejas alcanzando este año sin interrupciones la décima versión y del Festival Nacional de Pito Atravesao Pablo Domínguez, que exitosamente termina de culminar su sexta edición en Morroa.

Las condiciones fisiográficas de la subregión Montes de María, fue a partir del descubrimiento, conquista y colonización el teatro propiciatorio del Zambaje cultural de las tres razas y facilitó la confraternización de las danzas y músicas de las razas y grupos sociales más desfavorecidos en el trágico concierto del mestizaje. De este modo el son apacible y duzarron de las gaitas y pitos de los indios encomendados se mezcló con la polirritmia ágil y excitante de la tamborilería de los negros esclavos. Entre el interregno de los contactos iniciales “razzias”, “cabalgadas” y fundaciones de la primera mitad del siglo XVI y el reordenamiento, fundaciones y refundaciones, adelantadas por el capitán de ingenieros Antonio de la Torre y Miranda, comisionado real para tal efecto, en la segunda mitad del siglo XVIII, fue mucho lo que la geografía de la subregión Montes de María aportó para que los valores culturales y la riqueza espiritual de los indios y negros no sucumbieron del todo; y se aproximaran ineluctablemente las ruedas de bailes, de indios y negros, que terminaron conjugándose en una nueva danza y nueva música: La ¡Cumbia!.

Quizás ya había nacido el grito ¡Cumbia!; cuando el congregador de pueblos Don Antonio de la Torre y Miranda se dispuso a reunir, “a vecindarios los muchos habitadores que arrochelados y esparcidos por los Montes y… faltas de policía”, moraban en el “Nuevo partido de la Montaña de María”. Así entre los arroyos de Vilú y Mancomoján el día 2 de Junio de 1.776 el capitán de ingenieros De la Torre y Miranda fundó la población de San Francisco de Asís, delineando calles y plaza y repartiendo solares a 78 vecinos, como el propio De la Torre y Miranda lo constata en la noticia para el Virrey, sobre fundaciones verificadas en la provincia de Cartagena, fechada en Santa Fe el 18 de mayo de 1.784; luego de su fundación San Francisco de Asís comienza a distinguirse como un importante centro agrícola y a partir de 1.850, gracias al auge del cultivo y exportación del tabaco, en uno de los primeros centros agroindustriales del país.

Hoy, Ovejas, antigua San Francisco de Asís, entonando la canción de Iván Cabrera

“vamos pa’ Vilú
tierra linda, tierra bella
vamos pa’ Vilú
pa’ el manantial de la reina”

Invita al manantial de gaitas proveniente de Vilú, ancestral santuario Zenú, donde Francisco Llirene empautó sus manos y el tambor alegre. Desde entonces, por todos los confines de los Montes de María late incesante el eco encantado de los piques y repiques de Llirene, convocando al rescate de la Chuana y al a ratificación de Ovejas como sede inimitable e indesplazable del Festival Nacional de Gaitas, magno certamen folclórico, que este año arriba a su versión numero diez: GERMÁN GONZALEZ DE LA ROSA.

COLOMBIA AL VAIVÉN DE LA CHUANA (1994)

Por Lic. Alfredo Taboada Alfaro



Un nuevo Festival comienza hoy 14 de octubre en Ovejas, departamento de Sucre. Cuando suenan la gaita y el tambor se piensa en la parranda típica de esta tierra. Se escucha el lamento adolorido de aquel que ya no encuentra mejor forma de sentir la música que le llega al alma. Se piensa en un bullicio que colma a Ovejas cuna de Festival, y así es.

Ahora cuando llega el Festival, el sonar de canciones, gaitas, tambores y maracas, animan el abrazo de los amigos que se saludan, y se abrazan emocionados. Pero también, y a poca distancia de la fiesta, existe en Ovejas un espacio hermoso del cual muchos disfrutan. Son Calle Nueva, La María y Plaza de la Cruz.

Rincones que superan la parranda y se quedan incólumes para llenarse de historias. Historias sencillas que hablan de tardes enteras vividas a golpe de tambor y gaita y adornadas con los fandangos, velaciones y ruedas de gaitas con buena esperma y ron a borbotones hasta la llegada de un nuevo día, en las que transcurría la vida tranquila, y se bordaba con sencillez la cotidianidad de un pueblo que parecía moverse en un tiempo distinto.

Toda esa apacible vida llena de rumos de tiempos idos, de añoranzas inevitables, de aromas perdidos en le pasado, se refleja en imponentes callejones repletos de secretos y en las estrellas que iluminan los años que ha transcurrido por esos lugares silenciosos que invitan a soñar.

Junto al frondoso palo de caucho ubicado en un costado de la Plaza principal, sentado en una banca, el ovejero puede soñar con los tiempos idos y con los que vienen, porque para eso se rescató el pasado y se embelleció el retazo histórico.

Para conservar la vida apacible como aquella cuando un canto entonado en cualquier rincón del viejo pueblo se escuchaba en todas las casas, y elevaba el espíritu y hacía pensar en que ya de ese estado de placidez no seguía nada más.

Y para el visitante, que no conoce esta tierra y viene, este espacio para soñar se puede convertir en el sitio indicado para comprender que Ovejas no sólo es gaita, ni parranda, ni la adversidad que a ratos la sacude, sino que es también encanto, historia de la buena, pasado con sabor a talante de gente emprendedora, laboriosa, sincera y de corazón amable.

El centro de Ovejas, limpio, rescatado del paso inclemente de los años, está ahí haciendo parte de una comunidad en la que se puede soñar con tiempos mejores.

O se puede, como entre las líneas de cientos de canciones, soñar con ese pasado de pregones y de amores escondidos tras las faldas de la noche. Guardando silencio, puede en el centro de Ovejas contar mil historias tejidas con los besos y las lagrimas de los amantes, voraces, incautos y entregados como la brisa sabanera. No existe un gemido del ayer que no se escuche al doblar de las esquinas. No hay balcón, ventana o casa que ignore el pasado de una tierra nacida y perdurada para cantar los versos de los mejores días.

Durante los cuatro días del Festival aquí si hay gente de todas partes. No lo pienses más.

Ven a Ovejas y podrás conocer lo que es un verso que sale del alma; una nota musical que te habla de paz; una canción que te explica lo que es el amor; una mujer de ojos soñadores que observa los Montes de María y ríe con la alegría del pueblo, lo que es un trago brindado con afecto, y la placidez de una fiesta descomplicada en donde el único requisito que existe para gozarla es quererla y tener el alma dispuesta para ser ovejero de corazón.

La Cultura es la tolerancia de la diferencia.

Uno de los legados más preciados de folclor colombiano es la GAITA, una herramienta musical que se entremezcla con el placer, la vida y la idiosincrasia de un pueblo, un instrumento que, más que un relato macondiano, es la esencia de una tierra que cada año goza con su folclor a través de una cumbia, porro, gaita, etc.

Dentro de este mundo mágico que se ha creado a través de la música de GAITA, tenemos que mencionar a figuras míticas como Toño Fernández, Juan Lara, Medardo Padilla, Victorio Cassiani, Los Hermanos Peluffo, Sebastián y enrique Arias, Catalino Parra, Lorena Prada, Fred Caro, José Antonio Cabrera Rivero y muchos más; juglares que han sido considerados como los artífices de este bello folclor.

En un pueblo lejano, lleno de bellezas naturales insospechadas, surgió el canto más hermoso del mundo: la GAITA.

Cada año, en este terruño de mujeres hermosas y hombres parranderos y amables, se dan cita los mejores intérpretes de la música de GAITA de las diferentes regiones del país.

Ese es el Festival Nacional de la Gaita, un evento musical que reúne experiencias nuestras, que jamás serán arrancadas de nuestros corazones.

Que lindo es escuchar una maraca, una gaita y un tambor. Que lindo es no negar nuestra Cultura y decir con orgullo que somos una verdadera treintena venida de indígenas, negros y blancos.

Ese es nuestro folclor. Esa es nuestra vida.

Ha pasado mucho tiempo y todavía la música de GAITA se mantiene, y aún hoy con mayor fuerza.

Esa música dejó de ser de unos pocos y se va incrustando paulatinamente en todos los sectores sociales de la nación.

Niños, jóvenes y adultos y viejos, dejan de ser diferentes y se convierten en uno solo a través de esta, música que rompe corazones, reanima el alma y enaltece el amor.

Gracias a Dios tenemos un folclor. Un folclor que le ha dado nombre a toda una región.

Cada Festival es un capítulo más de nuestro folclor.

Colombianos vengan, visiten a Ovejas, pueblo alegre, acogedor y deslumbrante con el fin de que gocen la X VERSIÓN del Festival que este año 1994, se denomina “Germán González de la Rosa”, en memoria de este ilustre ovejero, y quien en vida fue un amante y defensor del género musical de la CHUANA.

Cuando lleguen irán sintiendo esa fragancia que se expande por el cielo y que llega al alma: la brisa de los Montes de María. Montañas que guardan insospechados secretos culturales aún por descubrir y donde han nacido bellas composiciones de la música de GAITA.

Verán también una cultura distinta, un pueblo que ha salido adelante con el paso del tiempo a pesar de las adversidades de este país macondiano. Esa es Ovejas.

Historias fantásticas se han creado por intermedio de la música de GAITA y su Festival.

La Plaza Principal y la iglesia de Francisco de Asís, han sido testigos mudos de un evento que se engalana cada año con los participantes. LOS GAITEROS, que son el alma y vida del evento cultural más autóctono, y a quienes hoy rendimos homenaje y reconocimiento por mantener viva la música ancestral por excelencia de Colombia: la Chuana.

La GAITA es un poema a la vida. Es un canto al placer de existir.

No importa que la critiquen. No importa que algunos renieguen de este folclor. Lo importante es que hay personas que como Jaime Vides, Toñito Cabrera, Jorge Cadena, José Ramón Mercado, Modesto Chávez, Joche Álvarez, Amalfi Vásquez, Ignacio Taboada González, Laureano Ordosgoitia, Pedro José Mercado, Nacho Paredes, Guillermo Vásquez, Héctor García, Rosario Ricardo Bray y una larga lista de ilustres ovejeros, que nunca dejarán de ser lo que son: amantes decididos y convencidos de una Cultura Musical que nunca morirá.

Por último, es en este tiempo apesadumbrado, muy difícil desenterrar la esperanza, hay que rescatarla del último rincón donde ha ido a parar por inútil.

Delante de ella están puestas todas las advertencias. Y se trata de sacar una esperanza que no resulte falsa, que no sea desmesurada y que tenga piso ahora cuando está hueco donde pisamos.

La parte más fundamental del desencanto es comprender que nada nos agrupa, distinto al miedo a sucumbir o a la impotencia de cambiar las cosas.

Haber arriado las velas de todas las utopías colectivas nos deja sumisos en el pequeño espacio personal donde cualquier intento a escala de mejorar las cosas, solo puede darse. Y si hace diez años decíamos el año 2.000 y estábamos pensando en una película, algo que podía o no tocarnos, ahora cuando seis años vista trasponemos el umbral del siglo y del milenio, la canillera es total porque no tiene atenuantes nuestro fracaso colectivo. Todos los muros caídos, las barreras levantadas y los filtros impuestos no enmiendan el desplome del balance.

Por más pequeñas utopías de remedio alternativos que recojamos es claro que vamos a pasar sin conocernos y sin respetarnos, aunque lo hagamos en aparatos rápidos y sospechando de todo. Lo mejor será agachar humildemente la cabeza y saber que hay que barajar y dar cartas de nuevo.

La fiesta del mileno podrá esperar hasta que un hallazgo humano vuelva los aparatos a su dimensión real y devuelva al camino a todos los sobrevivientes extraviados. Quien sabe si a ellos les será dada una nueva oportunidad sobre la tierra, como pedía en Estocolmo García Márquez.

EL PASADO TAMBIÉN TIENE PORVENIR (1994)

Por Lic. Jairo Mercado Romero



Es una lástima que solo diez mil colombianos, cuando mucho, admiren en directo y en vivo durante tres días con sus noches al medio centenar de conjuntos que participan anualmente en el Festival Nacional de Gaitas de Ovejas. Sobre los pretiles del rectángulo de la plaza y sobre su sinuosa topografía y encima del atrio de la iglesia de San Francisco, la muchedumbre dirige su atención casi piadosa a una tarima en donde un grupo de ejecutantes celebra el rito de su música como sacerdotes delante de un altar.

La atención aquella es de recogimiento religioso. El maestro de ceremonia, entre anuncios de bebidas embriagantes, presenta a los grupos de músicos y danzantes. El público acaso interrumpe para aplaudir y solo vuelve a desplegar las manos y los labios al final de la actuación de los concursantes. Bajo el sol de fuego de octubre o junto al aire apacible del cielo nocturno, el apretujamiento humano es una sola voz y un solo rostro y un solo cuerpo en trance de arrobamiento religioso.

Es difícil encontrar en otro lugar del Caribe o de los Andes en donde un festival despierte tanto fervor colectivo, fervor que parece menos de fiesta pagana que de convocatoria sagrada de los ancestros. Y se debe, sin duda, a que ese par de instrumentos rústicos de las gaitas -en cuya fabricación manual intervienen el tallo de cardón criollo de interior ahuecado, rematado en el extremo superior por una embocadura hecha de carbón vegetal y de cera de avispas-, lo mismo que el guache, de totumo cimarrón, y los tambores macho y hembra de madera con parches de cuero de animal silvestre, se amalgaman en conjunción melódica para el diálogo con los antepasados. De seguro que trastos como la trompeta, la guitarra o el acordeón, de más variados y ricos registros, aunque familiares al atavismo cristiano son menos idóneos a la hora de la evocación de los espíritus africanos y zenúes.

Es una lástima, insisto, que el país entero apenas tenga noticia de una fiesta lindante con el reino de los sagrado, mediante una cuña avara en la radio, la noticia perdida en la página interior de un diario capitalino y la imagen instantánea de un noticiero de televisión. Si fuera más crecido el número de colombianos con acceso al rito colectivo de la música de gaitas, se podría descubrir la vera efigies de lo que proclaman los entendidos la unidad mística, porque no puede llamarse con otro nombre la comunión de almas entre niños y ancianos, entre mujeres y hombres, entre propietarios y desposeídos. Como en el juego del carnaval de la edad media en el que el tonto hace por un instante el papel de sabio, el cuerdo funge de loco y el último de los esclavos hace de rey o de papa, aquí por el conjuro de la fiesta y el frenesí de las gaitas la muchedumbre vuelve al manantial de los orígenes comunes.

Pero el poder de la fiesta no solo reúne alrededor de una misma identidad a personas y grupos separados por el abismo de las clases, de la edad y del sexo, sino que hace de lo local lo cosmopolita, de lo popular lo culto y de lo tradicional lo moderno. En otros términos, la explosión en el subsuelo del alma que produce la melodía de las gaitas y el chiquichichá de los guaches y el currucuteo de los tambores, suspende el fluir del tiempo y convierte el reducido escenario de la plaza en el centro del universo.

Naturalmente que la palabra no sustituye la realidad y que lengua mortal decir no puede el embrujo inefable de la música. Pues, como impostar la voz para que vibre como un solo de tambores de Pacho Llirene, cómo modular las palabras para que resuenen en el aire con el temblor que imprimían Toño Fernández, el viejo Toño Cabrera y Alberto Cayetano Arias sobre el fotuto de palo hueco. No hay idioma humano ¡Lo juro por Dios!, que pueda eternizar aquel instante en que una muchacha, Norela Prada, empuñando su flauta rústica, desde el altar de la tarima, oficia una misa pagana con el hechizo de su música y el donaire de su feminidad.

En adelante no puede restringirse el Festival a las solas diez mil personas que cada año disfrutamos ese rito del retorno a la morada primordial. Así como Ovejas ha brindado más de una vez su paisaje como escenario para la reconciliación entre los colombianos, el festival de gaitas debe convertirse en la plaza a donde converjan todos los caminos de la patria.

En el Festival de gaitas se conocen y reconocen por ahora los ovejeros, los descendientes zenúes de las sabanas de Bolívar y de Córdoba y por supuesto el campesinado de los Montes de María. A él no es ajeno el Caribe entero con la participación de grupos del resto de Bolívar y del Atlántico y el Magdalena, incluso del interior del país.

Hacia el futuro hay que pensar en grande. Pensar, por ejemplo, en nacionalizar el festival trayendo a los descendientes de la Cunas con quienes intercambiaron esta práctica nuestros antepasados; invitando a grupos del Amazonas, según los entendidos la más remota raíz del instrumento de la gaita en el continente. Porque no, es bueno empezar a pensar en internacionalizar el festival, de manera que para el año 2.000 veamos recorrer la calle de San Juan, darle la vuelta a la placita de la Cruz, bajar y subir por la Bastilla y el Bolsillo y devolverse a lo largo de la Calle Real a los gaiteros del Zulia venezolano, los de Gijón en España (de uno de ellos dijo Campoamor: Ya se está el baile arreglando/ y el gaitero donde Está?/ Está a su madre enterrando,/ pero enseguida vendrá./); los de Escocia de faldita a cuadros más arriba de la rodilla y a unos ejecutantes que vi personalmente en Li Jiang (provincia de Yunnan), población recostada contra la cordillera del Himalaya, en China.

Mientras tanto, las fuerzas vivas del municipio de Ovejas y de la región deben reclamar la atención del Estado y empezar a tocar todas las puertas de la empresa privada, a efectos de que no sean solo las compañías de licores as patrocinadoras del certamen. El festival es la lección viva de educación cívica y en su patrocinio debe estar el Corpes, el Ministerio de Educación nacional, el Congreso de la República, el Ministerio de Relaciones Exteriores, Colcultura, el Instituto Colombiano de Turismo, las casas disqueras, etc.

Lo más urgente por el momento, es meter el Festival en el torrente del mercado de bienes culturales, obteniendo que se prensen discos y se impriman casetes y compactos con los temas ganadores del Concurso. Sería el mejor modo de estimular a los artistas, de obtener para ellos el reconocimiento público, de darle un premio de consolación a los que no pueden asistir a esta fiesta de la paz y el reencuentro con nuestros antepasados. Además, sería la mejor demostración de que a la larga la tradición termina haciendo parte de lo moderno y de que el pasado también tiene porvenir.

LA GAITA O CHIRIMÍA (1994)

Por Fernando Ortíz



La gaita es la denominación que se ha dado a instrumentos de viento, de la familia del oboe, pero de diversos tipos. El más simple es el de una especie de clarinete como de media vara de largo, con varios orificios, que produce un sonido gangoso y a veces algo estridente. Se ha dicho que como un “tenor del oboe”. Pero tal como hoy se entiende en los pueblos hispánicos, la gaita es un instrumento de insuflación, compuesto de un odre en el cual se insufla por un tubo llamado cortavientos, saliendo un sonido característico a través de un tubo llamado roncón y de unos canutos con orificios, a modo de caramillos o flautas. Ambos tipos de instrumentos se conocen desde hace siglos, habiendo inseguridad en cuanto a su origen y su evolución organográfica. Así uno como otro tipo han recibido en España el nombre de gaita, y también los de chirinía o chirimías, dulcemele, dulzaina, cornamusa y muchos otros; por lo cual ha habido gran confusión.

Alguien ha dicho que en los bailes populares de Cuba se ha tocado la gaita. De esto pudo inferirse que era también instrumento musical de los negros criollos; pero no es así. La gaita llegó tarde a la vida alegre de Cuba. Cuando ya ésta era granada y había aprendido a bailar entre las guitarras de los conquistadores y pobladores blancos y los tambores de los conquistados pobladores negros, unos y otros venidos de allende. Cuando llegó con la cubana, siempre jocunda y sandunguera. Sin duda, en algunos bailes ejecutados en Cuba se ha oído y oye la gaita; pero ello ocurre en los propios de los inmigrantes oriundos de Galicia, España, los cuales gustan folklóricamente de tañer la típica gaita gallega, o sea la gaita con odre para depósito del viento y continuidad de su sonación.

Se estima por muchos que la gaita de odre es instrumento propio de los celtas y que éstos la introdujeron a España, Portugal, Italia del Sur, Bretaña Francesa, Irlanda, Escocia y Gales: pero fue conocida también en otros países y continentes. La gaita de odre es instrumento antiquísimo y ya se conoció en Mesopotamia, siglos antes de la era vulgar y parece que los caldeos la llamaban sumpoia y de ahí pasó a ser simphonia en la civilización occidental de Europa: donde también se denominó aakos por los griegos y utricularium, por los romanos. Utricularium, aludiendo al artículo o diminutivo del odre que es el característico. En la edad media la gaita se extendió por todo el Mediterráneo,
Así entre cristianos como musulmanes; no solo en su forma milenaria de gaita de odre sino en su tipo más simple, reducida al caramillo, flauta u oboe. Fue en esa época que la gaita nombre provinzal que significa el velador o centinela del castillo pasó a significar el instrumento que el velador tocaba para anunciar las horas de la noche. El origen de este nombre se ilustra con una miniatura de la Crónica Tayrona que representa una ciudad sobre cuyos muros y torres hay muchos juglares de salterios vihuelas y trompas; en la torre más alta propia para el centinela que vigila o agaita, está un tañedor de gaita.

En esa época entre las naciones cristianas la gaita de uno y otro tipo sirvió para la música de los templos. Leonid Lienen ha escrito de la gaita “es el curioso efecto hipnótico de la música de la gaita tanto en los seres humanos como en ciertos animales lo que la coloca en una clasificación comple, menta sui géneris”. Este efecto se debe sin duda al son monótono e invariable del roncón y a la aguda pero dulce melodía del tubo, que juntos producen una armonía muy insólita en instrumentos musicales comparables a un coro de voces. Esta es sin duda la razón de que en los tiempos medievales se conociera la gaita con el nombre de coro y hay prueba suficiente de que fue antepasada de los órganos de iglesia que fundamentalmente se basan en un principio análogo. Antes de que estos devinieran los instrumentos usuales para la música religiosa, la gaita proporcionaba el acompañamiento para los cantos del templo, como todavía desempeña este papel en las canciones populares portuguesas”.

Acaso de esta época provenga el nombre el nombre de chirimía, a tener de una etimología popular que oímos hace muchos años en las islas Baleares, donde las chirinías eran todavía instrumentos de bailes pastoriles. Chirinías nos dijeron, tanto quiere decir como jeremías porque con ese instrumento de música llorona o Jeremiqu iantes se acompañaba antiguamente en las iglesias el canto de los salmos los cuales por influjo popular de las bellas lamentaciones litúrgicas de la sinagoga. Objeto de burla en la España católica, se decían jeremiadas. Esos cantos judíos dejaron profunda huella en las tierras Españolas donde abundaron los creyentes de Moisés. En Andalucía pasaron al folklor como base del llamado cantejondo. También parece que en Levante dieron su nombre a la gaita de odre. Chiringas allí significó tanto como “Sac de Jamecs"o “saco de gemidos”, que es un nombre que también se le da en tierras lemosinas a las chirimías o gaitas. Otros nombres que según Amades se dan a éste instrumento en Cataluña, confirman ese sentido tristón y nostálgico que merecen los timbres peculiares de la gaita.

El uso de las gaitas o chirimías en los templos cristianos debió de ser revivencia del carácter religioso que tuvieron tales instrumentos desde su origen. Sin duda, la gaita tuvo desde su inicio relación con lo sobrenatural. La Gaita fue un típico instrumento de magia formado del cuero cocido y empegado de un animal, al que le sacan sonidos; tal como se hizo con el cuero cocido y relleno, convirtiéndolo en tambor y en rascador. En la India, la gaita es una simple vejiga de cerdo con una caña insertada en ella y en el Cáucaso es una piel de cerdo con un cuerno de res por tubo en que tocas las notas. En algún pueblo de gentes blancas, con las gaitas se obtienen los mismos efectos hipnóticos que con los tambores batá entre los negros yorubas. El mismo Leonid Lieven dice: “Hay un rincón remoto de Yugoslavia muy cerca de la frontera rumana, que parece haber quedado casi intacto de toda influencia de los siglos transcurridos y en donde los ricos, paganos sobreviven hasta hoy. Es costumbre allí el Domingo de Pentecostés poner en estado de trance a mujeres que se suponen videntes y de los ancianos de la aldea extraen profecías mientras se hayan en estado subconsciente. La caída en trance y la vuelta al estado normal las hacen los gaiteros tocando gaitas”. Aún en los pueblos que conservan las gaitas estas se usan en las fiestas rurales, donde los bailes y regocijos van unidos a ceremonias peregrinaciones y romerías de carácter religioso, que se remontan a ritos del paganismo precristiano.

Las Gaitas o Chirimías, al caer la edad media con el descubrimiento de América, pasaron el Atlántico con los conquistadores. Las Chirimías o gaitas parece que entraron en Cuba por dos vías; primero por la eclesiástica y siglos después por la inmigración gallega.

Indudablemente, en Cuba como en el resto de América Hispánica, se tañían chirimian en relación con el servicio del culto en las iglesias. Por Real Cédula de Felipe IV se dispuso para las Indias: “Que en los presidios se asienten por soldados a cuatro chirimías que acompañen el Santísimo Sacramento” (Ley 17 it. Lib. 3).

Y, además se sonaban trompetas y trompetillas por los indios que se hacían “grandes músicos” y con ellas “ofician una misa”. Según vargas Machuca a comienzos del siglo XVIII todavía se oían varias chirimías en las ceremonias del culto y festividades sacramentales de la Catedral de Santiago de cuba. El 12 de Julio de 1721, el Consejo de Indias pide al Rey y éste resuelve que continúen en esa catedral las cuatro chirimías que gozaban plazas de soldados en el presidio de la Habana. En Cuba a las chirimías eclesiásticas se unían los calabozos o guayos y consta que éstos eran tocados por negras. No parece empero, que las chirimías fuesen también sopladas por negros, salvo ocasionalmente, a juzgar por el celo real en proveer a la catedral de chirimistas con plazas del ejercito. Debemos advertir, sin embargo, que no tenemos datos precisos para decidir si esas chirimías tañidas en la catedral de Cuba eran del tipo simple de oboe o del tipo de las gaitas o chirimías de odre. Ambos tipos se usaron en las iglesias para reforzar los cantos y ello explica el empleo de chirimistas como múscos profesionales. Quede para otros la dilucidación de esa duda.

De todos modos, tras la revolución del “siglo de las luces”, las chicrimias o las gaitas de uno y de otro tipo cayeron en desuso. La simple fue sustituida por perfeccionados oboes y clarinete. La gaita de odre fue desapareciendo en todas partes, como cosa medieval y “oscurantistas”, sobreviviendo sólo en la música folklórica de ciertas regiones montunas y marginales de occidente, y siendo sustituida en las iglesias por el órgano y el armonium. No sin que el sonido hipnótico de las chirimías fuese conservado en un registro especial, así llamado, de los órganos, mediante el cual se simulaba la voz de dicho tradicional instrumento de la música eclesiástica. Recordamos haber oído en Iglesias de España esas chirimías del órgano durante las ceremonias festivas de las Navidades.

Con tales antecedentes de antigüedad, magia, religión e influencia afroislámica, bien pudo suponerse que la gaita de odre fuera también instrumento de los negros como de los blancos. Sin duda en el África negra se conoce ese instrumento. En el diccionario hausa-inglés de Robinson (I, p, 6) encontramos la voz alguita, “un instrumento de viento que se toca como un bagpipe”. Hambly aporta la figura de un negro yoruba del sur de Nigeria tañendo una alguita: pero advierte que éste “probablemente procede del Norte de África”, es decir de tierra de moros. Pero, de todos modos, la gaita no es instrumento originario de los negros” y en África, así en la blanca como en la negra, se encuentran en gran parte ligado a los creyentes del Islam, donde se denomina alguita. Por cierto que, según se refiere por Cadamosto, en uno de sus viajes por la costa africana del oeste en el siglo XV, “el sonido de una de sus gaitas campesinas, tañida por un marinero, causó asombro entre los negros. Viendo que estaba adronada con cintas y lazos en su cabeza, ellos pensaron que era un animal vivo que cantaba con voces diversas y se complacían mucho en oírlo”.

Pero habiéndole dicho que era un instrumento y puestolo desinflado en sus manos, dijeron que era instrumento divino, hecho por el mismo Dios, para que emitiera tan dulces voces, y declararon que nunca habían oído algo que con más dulzura sonara” y en Cuba ni los negros de nación ni sus descendientes han empleado la gaita.

Cuando ya en las iglesias no sonaban chirimías, de cualquier tipo que ellas fuesen, bien mediado el siglo XIX, entró en Cuba la típica gaita gallega con los numerosos inmigrantes de Galicia. Ellos trajeron para sus divertimientos, evocaciones patrióticas y añoranzas de su tierra, sus aldeanas gaitas como los negros de África trajeron sus tribales tambores.

EL RECUERDO QUE TRAE LA MEMORIA (1994)

Un pueblo a través de los apodos de su gente

a Alejandro Pineda

Por José Ramón Mercado



La vida de un pueblo es la vida de su gente, sí de este modo, cada quien vive una extraña circunstancia que se conoce primero en el alero limitado de su casa, que posteriormente se va propalando hasta que trasciende en el ámbito de la familia y de los amigos. De aquí sale y se mete en el mundo alocado de la cuadra. Al lugar de la escuela. Al sitio de trabajo. Llega a la plaza árida y dispersa. Y se queda gravitando para siempre en la memoria de las personas, como parte de la historia natural de cada pueblo. Hasta el punto en que muchas veces a los mismos pueblos se les conoce más por le sobrenombre que se les otorga, que por el que reza en el acta de su fundación.

El ánimo de recuperar parte de la memoria perdida de la infancia en el pueblo, es lo que me hace echar a volar los recuerdos sobre el universo de los apodos de Ovejas. Empiezo a recordar a aquellos que rondaron de cerca de los oídos a través de los gritos que se despeñaban de algunos lugares escondidos. A veces, desde el espacio abierto de la plaza. El oscuro recinto de la sala de cine. Y por supuesto, desde los pozos, el lugar obligado de la gente donde acudían a buscar el agua de la vida diaria.

Hay un afecto particular en esto de recordar ciertos apodos de la gente del pueblo, por encima del ánimo mezquino de abundar en rencillas de aldea. Escuché miles de sobrenombres que ya he olvidado. Otros, que aún quedan en la memoria. El solo hecho de recordarlos, me produce un hilillo delgado de agudo sentimiento, que se confunde con un amago de lágrima cómplice, porque puedo pensar que muchos de ellos abandonaron la tierra y los lugares que todos amamos. Y de otro modo, porque ya no podemos gritar escondiéndonos de ellos y de aquel atropello que era el guijarro de la voz, lanzada desde algún lugar en donde estuvieran estos protagonistas anónimos, como repuestas, de nuestras chanzas y querellas. Así por ejemplo a Everardo Blanco, le gritábamos “Ñojoso”, a Isidro Rivero, “Chilina”, a Alfredo Jiménez, “Cotorrita”, a Juan Taboada Gamarra, “Buchicrán”, o “Juan Lala”, a Alfredo Morris, “Ñapa”, a Julio Morris, el “Careto”, a Rafael Jaraba, “Parepa”, a Teófilo Peluffo, “el Cuervo”, a Manuel de la Rosa, “Te fuiste”, a Manuel Federico de la Rosa “Pacopaco”, a Alfonso Palencia, “guepeté”, a Manuel Antonio García, “tiotigre”, a Manuel Antonio García, “Montonito”, a Antonio García, “el nene”, a Héctor García, “el chato”, a Francisco Manjarréz, “el gancho”, a Pedro Mercado Barrios, “la zorra”, a Virgilio Gutiérrez, “cachopelao”, a Joaquín Gutiérrez, “Machón”, a Segundo “Perrero”, a Enrique Rivero “Panadero”, a Francisco Blanco, “Papito”, a Manuel Díaz, “Pitirri”, a Álvaro garcía Bolaño, “Cachete de gato”, a Rafael Vásquez, “el viejo”, a Lisandro Ballestas, “Repollo”, a José María González, “Papayo”, a Joaquín González, “Calilla”, a Manuel Esteban Montalvo, “tabaco malo”, a Julio González Olivera, “picadillo”, a Samuel Aduén, “el turco”, a Hugo Aduén, “chapita”, a Federico Fernández, “Ñame”, a César Fernández, “Yo soy”, a Rafael Buelvas Olivera, “Ñamito”, a Jaime Álvarez “El Caimán”, a Eduardo Mendoza, “El burro”, a Segundo Contreras, “el castizo”, a Joaquín Castillo, “el ñeque”, a Carlos Balbacea, “La Iguana”, a Julio Paredes, “la yegua”, a Jesús Blanco, “el morrocoy”, a Alberto Tarrá, “el culebrero”, a José Causado, “El bujío”, a Rafael causado, “el cortico”, a Carlos Fernández, “chicharra”, a Julio González Rivero, “demenbollo”, a Laureano González Rivero, “malparado”, a José Ricardo Lambraño, “bolita de leche”, a Aníbal Verbel, “bola de millo”, a Alejandro Pineda, “paso” a Antonio Tovar Cárdenas, “el pasiro”, a José Joaquín Rivero, “Pachín”, a Francisco Llirene, “Llireno”, a José Blanco, “el conejo”, a Jesús Osorio, “pio”, a Julio González Cárdenas, “pica pica”, a Manuel Fernández, “panela”, a Augusto Vásquez, “el chivo”, a Manuel Contreras, “Manuelito-ratón”, a José Rivero “el gavilán”, a José María Toscazo, “Charía”, a Eduardo Pineda, “fardelito”, a Andrés Jiménez, “chepo”, a Ismael Ortiz, “ron de vinola”, a Pedro Zúñiga, “Chita”, a Gabriel Rivero Contreras, “pea-fique”, a Juan Cárdenas Toscazo, “Juan-cabezón”, a Segundo Rivero Contreras, “la ardita”, a Manuel Rivera Contreras, “El charán”, a Jairo Barrios, “maestro embolate”, a Manuel Buelvas, “barriga-tanque”, a Luís Arango Novoa, “tripilla”, a Marcos Agamez, “el platero”, a Jesús Causado Rivero, “chito”, a Hernando, “pitongo”, a Rafael García Contreras, “pulguita”, a Alejandro García Blanco, “jopito de pollo”, a Nacho Paredes, “Olimpo Cárdenas”, a Rafael García Martínez, “Bolívar”, a Eduardo García Pizarro, “ratonino”, a Ignacio Taboada, “el muñeco”, a Luís Enrique Montes, “el mono-bohorquez”, a Daniel, “comecandela”, a Gilberto Barrios, “el sordo”, a Eduardo Barrios, “el papi”, a Raúl Patiño, “Rucho”, a Carlos Narváez, “la vaca”, a Eduardo González Rivero, “el palli”, a Gabriel, “el gabelo”, Fernando Rodríguez “el yi”, a Miguel García, “chocolate”, a Juana Rivero, “Juana Yiyo”, a Joaquín Buelvas, “el manco”, a Alejo González Rivero, “Tenampa”, a Julio García Rivero, “garrafón”, y por supuesto, a Tomás García Rivero, “el cororo”. El más grande de los pequeños personajes anónimos de esta historia. Esta historia que no concluye. Porque los hijos que van naciendo, van renovando la historia envejecida y polvorienta de aquellos personajes que cumplieron el plazo de su vida en la tierra.

Y es así como van surgiendo otros rostros en el contorno local, que se encargan de renovar la imagen de aquellos personajes, que en definitiva son los protagonistas de la eterna historia del pueblo. O lo que ciertamente nos confirma que, todo cambia. –Quizás esto es la vida-. El recuerdo que trae la memoria. La mañana que nos alegra. La sombra arrastrada por el viento. El tiempo que envejece por las calles. El abrazo cálido que se nos vuelve casi una lagrima. El signo de una época irreverente. La perpetua señal de vida que invade la muerte en una síntesis.

EL RECUERDO QUE TRAE LA MEMORIA (1994)

Un pueblo a través de los apodos de su gente

a Alejandro Pineda

Por José Ramón Mercado



La vida de un pueblo es la vida de su gente, sí de este modo, cada quien vive una extraña circunstancia que se conoce primero en el alero limitado de su casa, que posteriormente se va propalando hasta que trasciende en el ámbito de la familia y de los amigos. De aquí sale y se mete en el mundo alocado de la cuadra. Al lugar de la escuela. Al sitio de trabajo. Llega a la plaza árida y dispersa. Y se queda gravitando para siempre en la memoria de las personas, como parte de la historia natural de cada pueblo. Hasta el punto en que muchas veces a los mismos pueblos se les conoce más por le sobrenombre que se les otorga, que por el que reza en el acta de su fundación.

El ánimo de recuperar parte de la memoria perdida de la infancia en el pueblo, es lo que me hace echar a volar los recuerdos sobre el universo de los apodos de Ovejas. Empiezo a recordar a aquellos que rondaron de cerca de los oídos a través de los gritos que se despeñaban de algunos lugares escondidos. A veces, desde el espacio abierto de la plaza. El oscuro recinto de la sala de cine. Y por supuesto, desde los pozos, el lugar obligado de la gente donde acudían a buscar el agua de la vida diaria.

Hay un afecto particular en esto de recordar ciertos apodos de la gente del pueblo, por encima del ánimo mezquino de abundar en rencillas de aldea. Escuché miles de sobrenombres que ya he olvidado. Otros, que aún quedan en la memoria. El solo hecho de recordarlos, me produce un hilillo delgado de agudo sentimiento, que se confunde con un amago de lágrima cómplice, porque puedo pensar que muchos de ellos abandonaron la tierra y los lugares que todos amamos. Y de otro modo, porque ya no podemos gritar escondiéndonos de ellos y de aquel atropello que era el guijarro de la voz, lanzada desde algún lugar en donde estuvieran estos protagonistas anónimos, como repuestas, de nuestras chanzas y querellas. Así por ejemplo a Everardo Blanco, le gritábamos “Ñojoso”, a Isidro Rivero, “Chilina”, a Alfredo Jiménez, “Cotorrita”, a Juan Taboada Gamarra, “Buchicrán”, o “Juan Lala”, a Alfredo Morris, “Ñapa”, a Julio Morris, el “Careto”, a Rafael Jaraba, “Parepa”, a Teófilo Peluffo, “el Cuervo”, a Manuel de la Rosa, “Te fuiste”, a Manuel Federico de la Rosa “Pacopaco”, a Alfonso Palencia, “guepeté”, a Manuel Antonio García, “tiotigre”, a Manuel Antonio García, “Montonito”, a Antonio García, “el nene”, a Héctor García, “el chato”, a Francisco Manjarréz, “el gancho”, a Pedro Mercado Barrios, “la zorra”, a Virgilio Gutiérrez, “cachopelao”, a Joaquín Gutiérrez, “Machón”, a Segundo “Perrero”, a Enrique Rivero “Panadero”, a Francisco Blanco, “Papito”, a Manuel Díaz, “Pitirri”, a Álvaro garcía Bolaño, “Cachete de gato”, a Rafael Vásquez, “el viejo”, a Lisandro Ballestas, “Repollo”, a José María González, “Papayo”, a Joaquín González, “Calilla”, a Manuel Esteban Montalvo, “tabaco malo”, a Julio González Olivera, “picadillo”, a Samuel Aduén, “el turco”, a Hugo Aduén, “chapita”, a Federico Fernández, “Ñame”, a César Fernández, “Yo soy”, a Rafael Buelvas Olivera, “Ñamito”, a Jaime Álvarez “El Caimán”, a Eduardo Mendoza, “El burro”, a Segundo Contreras, “el castizo”, a Joaquín Castillo, “el ñeque”, a Carlos Balbacea, “La Iguana”, a Julio Paredes, “la yegua”, a Jesús Blanco, “el morrocoy”, a Alberto Tarrá, “el culebrero”, a José Causado, “El bujío”, a Rafael causado, “el cortico”, a Carlos Fernández, “chicharra”, a Julio González Rivero, “demenbollo”, a Laureano González Rivero, “malparado”, a José Ricardo Lambraño, “bolita de leche”, a Aníbal Verbel, “bola de millo”, a Alejandro Pineda, “paso” a Antonio Tovar Cárdenas, “el pasiro”, a José Joaquín Rivero, “Pachín”, a Francisco Llirene, “Llireno”, a José Blanco, “el conejo”, a Jesús Osorio, “pio”, a Julio González Cárdenas, “pica pica”, a Manuel Fernández, “panela”, a Augusto Vásquez, “el chivo”, a Manuel Contreras, “Manuelito-ratón”, a José Rivero “el gavilán”, a José María Toscazo, “Charía”, a Eduardo Pineda, “fardelito”, a Andrés Jiménez, “chepo”, a Ismael Ortiz, “ron de vinola”, a Pedro Zúñiga, “Chita”, a Gabriel Rivero Contreras, “pea-fique”, a Juan Cárdenas Toscazo, “Juan-cabezón”, a Segundo Rivero Contreras, “la ardita”, a Manuel Rivera Contreras, “El charán”, a Jairo Barrios, “maestro embolate”, a Manuel Buelvas, “barriga-tanque”, a Luís Arango Novoa, “tripilla”, a Marcos Agamez, “el platero”, a Jesús Causado Rivero, “chito”, a Hernando, “pitongo”, a Rafael García Contreras, “pulguita”, a Alejandro García Blanco, “jopito de pollo”, a Nacho Paredes, “Olimpo Cárdenas”, a Rafael García Martínez, “Bolívar”, a Eduardo García Pizarro, “ratonino”, a Ignacio Taboada, “el muñeco”, a Luís Enrique Montes, “el mono-bohorquez”, a Daniel, “comecandela”, a Gilberto Barrios, “el sordo”, a Eduardo Barrios, “el papi”, a Raúl Patiño, “Rucho”, a Carlos Narváez, “la vaca”, a Eduardo González Rivero, “el palli”, a Gabriel, “el gabelo”, Fernando Rodríguez “el yi”, a Miguel García, “chocolate”, a Juana Rivero, “Juana Yiyo”, a Joaquín Buelvas, “el manco”, a Alejo González Rivero, “Tenampa”, a Julio García Rivero, “garrafón”, y por supuesto, a Tomás García Rivero, “el cororo”. El más grande de los pequeños personajes anónimos de esta historia. Esta historia que no concluye. Porque los hijos que van naciendo, van renovando la historia envejecida y polvorienta de aquellos personajes que cumplieron el plazo de su vida en la tierra.

Y es así como van surgiendo otros rostros en el contorno local, que se encargan de renovar la imagen de aquellos personajes, que en definitiva son los protagonistas de la eterna historia del pueblo. O lo que ciertamente nos confirma que, todo cambia. –Quizás esto es la vida-. El recuerdo que trae la memoria. La mañana que nos alegra. La sombra arrastrada por el viento. El tiempo que envejece por las calles. El abrazo cálido que se nos vuelve casi una lagrima. El signo de una época irreverente. La perpetua señal de vida que invade la muerte en una síntesis.

LUTO DE GAITAS (1994)

Por José Ramón Mercado
Bogotá, Octubre 4 de 1963



Eran como dioses sonámbulos de la alegría
Una precipitación de pájaros en la noche
Un golpe de viento alegre La Fiebre de las gaitas

Eran fabricantes de sones lánguidos de otro siglo
-Preludio del fuego y del esplendor-
Que echaban a rodar sus ansias cada madrugada
Como picapedreros de una música lejana
Eran dioses de una tierra de menos esperanzas
Embaucadores de penas con ron blanco de caña
Los gaiteros eran de un barro mezclado de música
Eran tocadores de gaita larga y de penas cortas
Brujos Alcaravanes nocturnos de ojos humildes
Casi brujos ebrios que manoseaban el aire de los recovecos
Sus manos gruesas repujaban las noches del ancestro
En el alba bragaron el son antiguo de sus gaitas

Bajo el fulgor de las gaitas el viento sabía a ron blanco
Yo bebí el ron caliente de sus noches ausentes

Eran como dioses sonámbulos de la alegría
Una precipitación de pájaros en la noche
En el claroscuro de las espermas en los callejones
Las mujeres derramaban el aceite de sus caderas

Eran gaiteros de una tierra que huele alegre
De voces roncas trasnochadas que bajaban de la plaza
Eran como dioses alucinados bajo las estrellas altas
Después se iban soñando por los caminos hacia el monte
Reencontraron Otras noches Otras cumbias Otros cielos

Eran dioses ciegos que parieron el tambor de cuero
El llamador que trasiega y la maraca trémula
La sembradura de la gaita Un golpe de viento alegre

Todavía me parece que oigo las gaitas en la plaza.

GAITA (1994)

A Ovejas

Por Ramiro de la Espriella Arrieta



Alguien dijo
Que la Gaita es un beso de viento
Hurtado por labios indígenas;
Para mí la gaita es una mujer
Que extiende sus manos al cielo
Para develar en la noche hermosa
De este pueblo anclado en la serranía
Una canción en el pentagrama de las estrellas

OVEJAS GAITA Y TABACO (1994)

Por Edgar Rey Sinning - Sociólogo



En el instante que una persona oye hablar de gaita y tabaco asocia los nombres de pueblos como Ovejas y San Jacinto y algunos otros más, casi sin excepción todos los habitantes montañeros de los “Montes de María” viven para la gaita y viven del tabaco y otros productos que brinda la madre naturaleza. Gaita y tabaco están en el alma de los ovejeros, este último desde la llegada de don Joaquín Pizarro, hecho acaecido en 1857. por el contrario la gaita cabeza de cera o chuana, como se le llamaba en el pasado, es un instrumento musical aerófono de los zenúes y que evolucionó posiblemente del primer instrumento musical del hombre, el caracol, que esta tribu llamaba shúa o chúa, de allí el nombre de chuana que el investigador Manuel Huertas Vergara considera como “La gaita de América”. Para probar su presencia milenaria existen dos piezas arqueológicas: el músico Sapo (Huertas) “de unos 5 centímetros de alto que representa a un músico que luce un típico sobrero trenzado o “vueltiao”… lleva una marca en la mano derecha y toca un aerófano, trompa o flauta” y la otra pieza es la de un gaitero cencenú, tocando una chuana larga figura encontrada entre Almagra y Vilú (municipio de Ovejas) en 1989, que sirvió como modelo para el afiche del sexto Festival Nacional de Gaitas realizado en 1990. ambas piezas están elaboradas utilizando la técnica tumbaga mezcla de oro y cobre. Posiblemente esta última pieza haya sido hecha hace más de mil años.

Ahora bien el tabaco desplazó otros productos y tal vez hasta la misma artesanía, sin embargo se enraizó de tal manera que el cultivo de la hoja en las tierras de los “Montes de María” entró a competir en producción y calidad con el tabaco que se sembraba en el interior del país, sobre todo con la de los Santanderes, el Tolima y otras poblaciones aledañas. Esta subregión costeña se convierte en la principal productora y exportadora del tabaco del Caribe Colombiano. Javier Hernández (1990) describe este proceso en los siguientes términos: “Desde la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, llegan a los Montes de María un grupo de empresarios hacendados que se asientan en las faldas y los cerros, zona apta por su clima, si riqueza hidrográfica y maderera y por su supuesta potencialidad ganadera. Fomentaron el cultivo del tabaco entre el campesinado asentado antes en la zona o que seguía fluyendo también de territorios vecinos, que como pareceros, terrazgueros o colonos libres, se dedicaban al cultivo del maíz, la yuca, el ñame y cría de cerdos. Si bien e tabaco se cultivaba en la zona desde tiempos remotos para el consumo, sólo a mediados del siglo XIX se comienza a comercializar la variedad criolla a partir de la expansión empresarial del núcleo de hacendados y empresarios nucleados en el Carmen de Bolívar y luego en Ovejas, San Jacinto y Zambrano, sobre todo a partir de los años 50 y 60 del siglo XX”. Con esa nota extensa queremos mostrar el proceso que sufrió la subregión con la siembra de la hoja y, por consiguiente, la estructura misma de la tenencia de la tierra y su utilización. Pero además consolidó un grupo de empresarios que asumieron la dirección de la economía y la política local.

Estos dos ingredientes –gaita y tabaco- en la vida del montañero de los “Montes de María” se han amalgamado para darle vida material y la gaita vida espiritual, que son los dos niveles de expresión de la cultura. Por ello el ovejero realiza el festival de gaita de 1985 después del proceso de producción de la hoja, cuando el campesino necesita del descanso y se ha desocupado de las labores que atañen al cultivo y por supuesto cuando ha recibido la paga y tiene el suficiente dinero para gastarlo divirtiéndose y entregándose en loa brazos de Baco. A la postre es un tiempo y un espacio necesario en la vida del ovejero donde le es menester renovar las fuerzas para continuar luchando contra la naturaleza y el olvido estatal. Y es en ese espacio y tiempo determinado por el festival el que permite entregarse a un goce colectivo sin precedente como hombre Caribe. Porque no podemos olvidar que los “Montes de María” fueron refugio de miles de negros esclavos libertos que trajeron a esas tierras –de su África lejana- su precusión que al unísono con las gaitas (hembra y macho) aborigen como las maracas, conformaron una armoniosa música que llamamos de GAITA, que sirvió para animar todas las fiestas, sean éstas familiares, patronales o regionales (Nacimiento de Jesús, 31 de diciembre, Día de Reyes, Inmaculada Concepción entre otras). Pero esa conjunción no solo fue musical o cultural, también germinó un tipo de hombre racial diferente, unos biétnicos y otros triétnicos.

Y hasta allá en “Flor del Monte”, donde se asoma una luz de esperanza para la paz del país, Gabriel Borja y Jacinto Ruiz y sus muchachos de la Corriente de Renovación Socialista, escucharon este viernes 15 de octubre el sonar de las gaitas y el repicar de los tambores dando inicio al Noveno Festival Nacional de Gaitas, Edición: Eloisa Bohórquez; que lastima que Enrique Buendía y su acompañante no los hubiera escuchado, aunque estamos seguros que Francisco “Pacho” Llirene, el inspirador del festival, los espero en el cielo con repiques de tambor tocado a mano limpia.

Esta novena versión del Festival fue la afirmación de que él tiene mayoría de edad y su afianzamiento es total, de ello son responsables todos los ovejeros. Esa es su voluntad. Porque el ovejero con su forma de ser, con su idiosincrasia montañera-sabanera es consciente de lo que significa para él el festival. La amabilidad del ovejero alcanza a los extremos, por eso el que llega se siente como en su propia casa. Antonio Hermosilla un joven ovejero que se baila y goza todo el festival, día y noche, es de los que lo invita a su hogar y le expresa al segundo de conocerlo: “cuando pase o llegue a Ovejas no toque en la puerta de mi casa, entre”. Y así es, sino que lo diga el poeta Josse Saravia. Ni que decir del doctor Germán González, o de los organizadores del festival o de la juventud que colabora con el evento cultural patrimonio del pueblo ovejero. Lo cierto es que el encanto de la gente y la hermosura y cadencia de sus mujeres hacen que uno anualmente vaya al festival a recrearse, es decir a volver a nacer. Sinceramente pensamos que no hay un ser más satisfecho de haber nacido en su tierra que el ovejero.

El festival de gaita es un homenaje a la vida, es un aporte a fomentar la cultura de la paz, a partir de la propuesta de los festivales que han surgido de la sociedad civil de muchos pueblos de Sucre, Córdova y de otros pueblos costeños. Tanto es así que a un lado de la tarima había una frase muy significativa: “La gaita es paz”. Porque es que el festival no está solo, existe una larga lista de pueblos que han ido consolidando su identidad cultural a partir de la realización de eventos como ese, valga señalar: El Festival nacional de Pito Atravesao, en Morroa; EL Festival Folclórico de la Algarroba, en Galeras; el Encuentro de Bandas de Sincelejo; El Festival Nacional del Porro, n San Pelayo; el Festival de la Tambora, en Tamalameque en el Cesar y en San Martín de Loba, Bolívar, El Festival Nacional Hombre-Caimán en Plato y otros tantos que no habría espacio para enumerar.

En este festival la gaita es la reina, por lo tanto no necesita que se le elija una de burla; una mujer reina por un año, porque la gaita como expresión musical de la América indígena es y será la reina por siempre y hasta siempre. Por eso en el fandango que se forma en los días de la gran fiesta sólo se oyen expresiones de infinita alegría y regocijo, tales como “Suena el tambó”, “Suena las maracas”, “Suena esas gaitas”, “levanta la pollera muje”, “Tómate un trago”, y en fin plegarias a la vida y a la gaita que brinda esa posibilidad mítica y onírica.

La evolución del festival ha sido importante, primero fueron los grupos de la subregión y de Cartagena, luego llegaron los de Guacamayal (Magdalena), hace siete años los de Pereira y ahora los de Barrancabermeja y San Vicente de Chucurí. Primero sólo se premiaban gaita larga y corta, después las canciones inéditas y mejores intérpretes de gaita hembra, macho y tambor alegre; en el año 1989 concurso de decimeros y desde 1991 concurso de parejas bailadoras de gaita. Pero también han llegado las Danzas de la Universidad del Magdalena, las de Medellín, la de los kamkuamos de Atánquez (Cesar) con el mama Abelancho encabezando la comitiva; investigadores socio-culturales y gente de todos los rincones del país, que llegan con todo tipo de cámaras, grabadoras, libretas de apuntes; la Radiodifusora Nacional traslada todo un equipo de grabación inmenso y luego trasmite programas para todo el país y por supuesto Telecaribe, nuestro canal, en general, el que llega al Festival es el país, en busca de reencontrarse con su pasado aborigen y baconiano y afirmarse como hombre caribe.

Pero no se crea que el festival sólo sirve para ese tipo de goce espiritual, es decir por la música, el baile, el ron, o la bacanería, sino porque alrededor del evento, está esa otra forma de goce espiritual manifiesta en la discusión teórica y práctica sobre la música de gaita y la cultura popular, y para ello se organiza el foro. En él han intervenido Orlando Fals Borda, Aquiles Escalante, Manuel Zapata y su hermana Delia, Totó la MOnposina, Eliécer Meléndez (el de los gaiteros de San jacinto), David Sánchez Juliao, Benjamín Puche, Manuel Huertas, José Ramón Mercado, Julio Sierra Domínguez, Enrique Muñoz Vélez, Simón Martínez Ubarnez, Wilmer Arias Córdoba y quien escribe estas notas entre otros. Este año el grupo “Proyecto Lumbalú” de Pereira ofreció una excelente conferencia: “Cumbia, Gaita, Porro y Merengue (Esquemas rítmicos de acompañamiento), que es el fruto de un trabajo de siete años de investigación por todos esos pueblos de Sucre, tanto que durante los años de 1990, 1991 y 1992 ocuparon el tercer lugar en el Festival Nacional de Pito Atravesao en la categoría única y en 1992 ganaron en Ovejas en la modalidad de aficionados en gaita larga, y este año fueron finalistas en la categoría de profesionales. Trabajo como el de este grupo y el que realizan otros investigadores y gaiteros son los que se necesitan para superar la crítica simplista sobre este tipo de música que a nuestro juicio nos enorgullece como caribe que somos, sentimos y vivimos.

Ovejas, su gente y su festival siempre serán el lugar para el reencuentro con el pasado que no ha muerto y alumbrará el camino para el futuro. Ahí siempre existirá una hermosa hembra que te aceptará bailar un son de gaita en las noches de octubre, mientras degustas un tabaco ovejero y un hombre te brindará un trago y su amistad sincera que será para siempre.

EL BOZAL DEL TRUENO (1994)

PEDRO ERA EL REY DE TAMBOR

Por Alfonso Hamburguer



Al tiempo de comenzar el toque, Pedro Alcázar tomaba un trago grande de ron, se echaba un poco en las manos y se las restregaba con sabrosura. Entonces lanzaba aquella grase animosa que le dio el nombre a su conjunto y que se esparció por todos los festivales de gaitas: “Me voy con el gusto”.

El tambor de Pedro Alcázar no llevaba nada de metal, todo provenía del monte; tampoco era como el de los indios, por ello sonaba diferente a todos, hasta que llegaron a pensar que era algo así como un toque celestial el que acariciaban sus manos briosas; otros decían que tenía un “empauto” con el Diablo.

Su secreto parece develarse ahora después de su partida. Iba amarrado con catabre y cáñamo de majagua colorá. El, que era un negro de 1.65 de estatura, todo lo que hacía con el tambor lo hacía con su boca, chiflaba a la par de su tambor.

Dice Edwin Díaz, su discípulo de siempre, que Pedro forraba su tambor diferente, no como lo forraban los indios. Eso lo aprendió de los negros caribes que llegaban a San Onofre o que conocía en las islas del Caribe.

Pedro forraba el tambor diferente. Las doce cuñas iban arriba. Los hacía Pedro con madera de Banco y Almacigo, irremediablemente. Además los cosía con aguja y bejuco de catabre y los pegaba por dentro con un poco de brea, de tal modo que el instrumento no perdiese tensión por la flojera de una cuña. Era un estudioso del tambor.

Con Pedro Alcázar el tambor jamás perdía su tono. Ni el sol ni el sereno de las noches, ni mucho menos varias parrandas juntas y parejas, acababan con su finura, ara ello estaba hecho con maestría. El tambor de Pedro Alcázar gozaba de timbre y de bajo.

“El tambor habla como yo… oyó?”, le decía a sus gaiteros, cuando se embelesaban en uno de sus solos de tambores que el mismo bautizaba con el nombre de “El Bozal del trueno”, o “El canto de la rana”, que eran parte esencial de su show.

“Canario porque no pillas, porque no pillas canario”, era uno de sus versos favoritos.

Su nombre es El Canario de Magangue, grabado y hecho éxito por los Gaiteros de San Jacinto, con la autoría de su primo Máximo Chiquillo, uno de sus amigos entreñables.

Tenía muchos amigos, porque cuando Pedro daba su amistad era para siempre por ser muy íntimo y honesto.
Cuando no veía parejas en la rueda de cumbias se ponía triste; pero cuando llegaban las bailadoras al Peñón, su tierra natal, entre ellas unas familiares suyas, y veía la plaza llena se emocionaba con su tambor; entonces, cuando el machero hacía el preámbulo para que le respondiera la hembra se golpeaba el pecho y decía “esto está bueno”.

Hablaba claro y despacioso. “bueno Jesús Sayas, suena la gaita para ver que es lo que da mi tambor, yo me voy con el gusto tócame la malcriá”

Eso si le gustaba, juff, lo mismo que el porro El Magangueleño. Deliraba, igualmente cuando le ponían a tocar con su tambor el merengue La Hormiga.


NO HA MUERTO

Para los integrantes del Conjunto musical conocido “Me voy con el gusto” Pedro Alcázar no ha muerto, por ello Edwin Díaz, Jesús Sayas, Feliciano Peña, Cesar Chiquillo y Catalino Alcázar (su hermano), continúan su camino gaitero y lo llevan presente donde quiera que tocan, para que el los anime desde el cielo.

Por ello, el pasado 27 de julio, fueron a enterrarlo a son de gaitas, como se despiden a los gaiteros. Tenía apenas 67 años, pero una afectación bronquial se lo llevó. No pudo regresar a Ovejas ni a San Jacinto, donde éste año, en Agosto y en Octubre, quería ratificar su reinado en la tocaduría del tambor.

Ganó en San Jacinto, se prodigó en Ovejas, se sembró en San Onofre. Son éstas tierras las más prodigas en la gaita, las tres cumbres de la chuana.

Alguna vez me lo encontré en Ovejas y evocó tiempos inolvidables con Fernández, el gran jefe, de quien me dijo “era un gaiterazo de pie alzao, cantante como ninguno”.

Su única grabación la hizo con juglares de las Sabanas, un experimento discográfico destacable, en cuyo trabajo puso la gracia de su tambor.

Como machero admiraba a Mariano Julio, quien le acompañó muchas noches de ron y parrandas.

“Que Dios nos cuide a los gaiteros ahora que quedamos sin Pedro” dice Edwin Díaz, quien siguió sus huellas.

Pedro Alcázar era pobre tenía lo suficiente para alegrar a los demás y cubría con ello el resto de sus necesidades.

Dejó a sus amigos, a sus hijos, y sus 12 hectáreas de tierra en El Peñón, corregimiento ubicado a 3 kilómetros de San Onofre, donde cumplía su segunda función en la tierra, cultivador de ilusiones.

Era hijo de Bernardo Alcázar, otro gran gaitero y pariente de los Chiquillos que le seguían su música.

Todos, especialmente Pedro, recibieron el influjo de los músicos isleños, por ello Pedro tocaba diferente, saliendo un poco de la tristeza de los indios.

Cuando la muerte lo sorprendió, por allá en Valledupar, donde había ido en busca de medicina, invitado por uno de sus hijos, ya el Festival de Ovejas tenía nombre este año, por ello no se pudo hacerle ese homenaje.

Para él un minuto de silencio, para que él que suenen todas las gaitas, que suenen los tambores, con tropicones, falsetes y asuntos, tal y como el lo hacía.

LAS FIESTAS POPULARES (1994)

Por Juan Jairo García González



Mientras en pleno siglo XX el tiempo corre vertiginosamente como queriendo acumular frívolos tesoros al considerar que el TIEMPO ES ORO (metáfora mezquina para justificar la estupidez del género humano), alejando la humanidad con conceptos de este talante de su verdadera esencia de su humus, de sus aspiraciones más sutiles pero mas certeras; mientras en los contextos urbanos el hombre descuartiza sus sueños al someterse a la contaminación, la rutina y el stress… en la provincia, en el campo, en esos lugares donde el alto gobierno no llega sino esporádicamente, permanece el espíritu del país vivo, latente, palpitando por encima de la indiferencia y la barbarie.

En aquellos parajes donde el hombre cree en el futuro que le produce la tierra con el trabajo de sus manos, existen las FIESTAS POPULARES como elemento de permanencia cultural y de afianzamiento a lo propio en la dimensión de la expresión creativa de la comunidad, desde elementos tan cotidianos y tan del alma como la poesía, la copla, la música y la danza.

Cada palabra escrita o recitada, cada repicar de tambores y trinar de gaitas, están resumiendo de alguna manera las alegrías, las tristezas, la relación con el campo, con los elementos de labranza, las frustraciones, los amores, los desamores y hasta la picardías de sus gestores.

Vale la pena resaltar que cada instrumento interpretado es en la mayoría de los casos concebido y elaborado con los elementos que da la naturaleza (cera, mangle, cardón, achiras, etc.) con lo cual se da una simbiosis entre hombre y medio ambiente desntro de un concepto de armonía cósmica, contrario a la relación hombre-naturaleza que se da en los contextos urbanos donde casi siempre se plantea como choque.

La representación simbólica de las relaciones familiares se devela en la responsabilidad que cada instrumento tiene al interior de la melodía; así el tambor hembra se pavonea alegremente sobre la base del a melodía, repicando, contestando, adornando con autonomía, mientras el tambor macho debe permanecer soportando la responsabilidad y estabilidad de la métrica musical con una presencia diríase discreta, pero necesaria, irremplazable y certera; además es el tambor hembra de mayor tamaño y sonido más fuerte, frente al tambor macho que es más débil en su sonido pero más agudo, al tiempo que es estructuralmente más pequeño.

Igual pasa con las gaitas, las cuales además de tener funciones definidas dentro de la melodía similares a las de los tambores, ofrecen diferencias morfológicas al tener simpáticamente la gaita HEMBRA, más huecos que la gaita MACHO.

Las cualidades innatas de los músicos ilustran no sólo sobre su potencial creativo, sino además abren un amplio interrogante a cerca de la información genética que debe estar inserta en sus células para permitirles parir semejantes prodigios musicales, tan elementales en su proyección pero tan complejos musicalmente como es el caso de la gaita, la cumbia, la puya, el bambuco y el pasillo, para solo citar unos pocos ejemplos.

No son pocos los hombres del común, campesinos y provincianos que han cruzado las fronteras de los impredecible hasta adquirir la categoría de titanes que con sus creaciones han hecho vibrar el corazón del país, unos reconocidos por el común y otros, aunque cuyos nombres no hallan figurado en los principales medios de comunicación sí aparecen en la pequeña provincia de donde proceden, bajo la respetable categoría de MAESTROS: José Barros, Lucho Bermúdez, Cresencio Salcedo, Estafanía Caicedo, Jorge Villamil, Noé Home, Darío garzón, Alejo Durán, Leandro Díaz, etc…

Los festivales de música popular además de ser importantes agentes para la convocatoria social donde se reivindican unas razones y un estilo de vida propios sin folclorismos mentirosos con la fortaleza y la certeza de quien muestra con orgullo sus más caras tradiciones, son focos de civilidad, de paz y de convivencia que merecen un respaldo institucional que supere el exiguo auxilio o la banal nota de felicitación, para que se traduzca en importantes proyectos de memoria cultural sectorizada y en políticas claras de respaldo a la gestión popular, y así algún día no nos tengamos que lamentar por estar evocándolos solamente desde la nostalgia y el recuerdo.

Los festivales populares no son piezas de museo, son el corazón del país que palpita desde la provincia.

LA GAITA ESTÁ MÁS VIVA (1993)

El esfuerzo de crear un Festival de la chuana es estas tierras ariscas, que en un momento no fue considerada una quijotada sino como un acto de locura de hombres decididos y apegados a nuestras más caras tradiciones, hoy comienza a dar los resultados más elocuentes, de tal manera que la historia nos obliga a los directivos emergentes a mantener viva esa brisa fresca de esperanzas para que la Gaita siga sonando y alegrándonos el alma.

Han pasado ya nueve largos años desde aquel día que en el sopor de un sardinel espontáneamente surgió la idea del festival. Decir nombres sobraría. Todos los hombres de este pueblo de una forma u otra han servido con cualquier acto de sus vidas al Festival, con su presencia, con sus aplausos, con sus sonrisas, con la compañía, con la ausencia, se han casado con el evento y hoy le quieren como un legado a nuestros antepasados que nos siguen transmitiendo su sabiduría, a través de la gracia morena, de ese mestizaje que nos ha hecho fuertes.

En el festival se expresan también los artesanos, decimeros, los que aún conservan el emocionante grito de vaquería, zafra de monte y la que utilizan en los entierros de pobres mientras dejan de ser sendos porros de madera sobre la capa que cubre el ataúd del familiar o amigo. Es la expresión viva de la cultura popular de estos pueblos, por lo que podemos afirmar que el festival de Gaita, al igual que el Pito Atravesao en Morroa y el de Algarroba en Galeras se han convertido en el espacio de expresión folclórica del pueblo costeño.

El Festival ha servido también para sacar de esa largo olvido en que permanecieron los cultores de esta música y colocarlos en el escenario que ellos merecen. Los Gaiteros quienes en el rincón de sus pueblos polvorientos, vivían chupando la boca de miel para alegrar el alma de sus vecinos hallaron en el evento el trampolín para encontrarse con un público más amplio que les ha sabido aplaudir. Los Peluffos, Los Laras, Los Cabreras, Los Padillas, Los de Guacamayal, los del Guamo, y tantos de nuestras regiones han demostrado que la Gaita seguía viva y que lo que hacia falta era un escenario que le sirviera para mostrar su gracia. Esto nos demuestra que no podemos hablar de rescate, sino de preservación y difusión, pues, los Gaiteros aunque olvidados se aferraron a su música.

Y el movimiento que se inició en 1985 desde Ovejas ha servido para que la Gaita no decaiga en la juventud que en forma ávida de gracia repentina sigue demarcando la tradición, surgiendo grupos de niños que se unen a los viejos a tocar espontáneamente y mientras se siembra la semilla hay la esperanza de una buena cosecha.

A la par han surgido grabaciones y arreglos musicales de otros grupos que han encontrado en la Gaita un pozo de la inspiración para refrescar sus trabajos discográficos. El gran Joe Arroyo halló en la Gaita un sustento de su obra introduciéndole un pedazo de melodías chuaneras en un homenaje a Estefanía. Y ahora por esos días, la Gaita ha hecho su aparición auspiciosa en los arreglos novedosos en ese himno asombroso de la Costa como lo es “La Hamaca Grande” de la autoría del San Jacintero Adolfo Pacheco y en la versión de Carlos Vives. Sin pretender llegar a los extremos de la comercialización desmedida que mata la originalidad, estos hechos engrandecen la Gaita, como lo hicieron en algún tiempo los famosos Gaiteros de San Jacinto que nos representaron con su indígena instrumento en la mayoría de los países del Viejo Continente y en toda América Latina.

Es propósito del Festival que hacemos en Ovejas preservar ese legado cultural de nuestros artistas populares, crear especialmente en los artistas populares, crear especialmente en los niños el sentido de pertenencia en el género de la cultura y la música que nos identifica.

Ahora solo faltan más eventos Gaiteros y organizaciones dedicadas a ello, el hecho de que surjan nuevos festivales y organizaciones con ese propósito debe servir para fortalecer todo este movimiento, de tal manera que no debemos verlos como una competencia sino como el más vivo ejemplo de que la Gaita ha encontrado el escenario adecuado para vivir y seguir viviendo.

“Un par de Gaitas y un Tambor Compa’e
es suficiente para llenar
al mundo entero de alegría, decía Pacho Llirene,
Y alegraba:… y un traguito de ron blanco,
Eso es todo”.

LITERATURA Y FOLCLOR (1993)

Por Arnoldo Ramírez *



Poetizar la realidad es reescribirla desde una perspectiva más o menos literaria. Muchos son los elementos que perviven latentes en la cultura popular los cuales emergen a veces inconscientemente. Esto indica que en la tradición oral existe una gran riqueza del patrimonio cultural colectivo y que debe rescatarse.

No por pertenecer a una sociedad industrial con avances tecnológicos debe darse la espalda a la base de la cultura. Rescatar la memoria cultural es ver claramente nuestros ancestros y no andar al garete con un pasado borroso, inseguro, hacia el presente y a edificar la cultura venidera. E. Galeano decía: “Tengo la convicción compartida con muchos otros colegas en el oficio de escribir de que, un pueblo que ignore de donde viene, difícilmente puede llegar a averiguar a donde va y que la recuperación de la memoria colectiva de América Latina región del mundo condenada a la amnesia por sus amos, es una de las tareas más urgentes e importantes que sus intelectuales pueden llevar adelante”.

Una de las formas menos duras de rescatar esa tradición oral y ojala “toda” la memoria cultural de una región es recreándola. Recrearla significa recogerla, escribirla y devolverla a la comunidad para que la vea, la oiga, la goce; la critique la enriquezca.

En este introito, solo pretendo dar una muestra escrita de lo que todos conocemos por vía oral, con la inquietud de estimular esta y muchas búsquedas de nuestro borroso patrimonio cultural ancestral.

Tal es el caso de Ovejas, Sucre. Allí se celebra cada año un hermoso carnaval de la autoctonía. El Festival de Gaitas, que además lleva los concursos de gaita larga, corta, pito atravesao, danzas, canciones, décimas.

La gaita es de Ovejas, aunque en menor intensidad la cultivan en potras partes. Es típica Costeña, es allí, de todo Colombia donde mejor se cultiva y se interpreta, ya hay regiones, Pereira, Bogotá, Magangue, Cartagena… donde hay grupos de gaiteros, siguiendo el hermoso ejemplo de Ovejas. Su difusión se siente, es.

El festival folclórico de gaitas es uno de los más auténticos de la tradición oral de la Costa. Auténtico a toda prueba; y ha calado para bien en el alma y afecto nacionales. Son ya ocho festivales, viene el 9º a celebrarse en este pueblo dulce, pacífico y amable, sano y de paz. Allí se puede la calma, la paz.

Han sobresalido en el rescate de esos bellos valores; los hermanos Lara con su gaita larga, (85, 86); también los gaiteros de Guacamayal, Los Hermanos Peluffo (87), Los Sones de Mancomoján, Me Voy con el Gusto (88), los gaiteros de Catalino Parra, Los Hermanos Padilla (89) entre otros. También en gaita corta tenemos a: Palma Caliente (85), Bernardo Meza y su conjunto (86), los Cumbiamberos de Magangue (87), los Gaiteros de la Costa (88 y 89), Pedro Ramayá Beltrán (90) y la Universidad Simón Bolívar. También han ilustrado el festival, los cantantes, copositores, danzarines, decimeros.

En canción van: Reyes Peluffo (87), Joaquín Pizarro (88), Catalino Parra (89), Jairo Barrios (90). Decimeros poetas como Rafael Pérez López y Alejandro Martelo, dos estupendos maestros de la décima cantada (89 y 90), Miguel Castro, Gabriel Segura ganador en el 92.

Vivir el folclor es sentir en Ovejas a poética de lo auténtico. Desde Francisco Llirene, ese hombre humilde, tamborilero inmenso y muchos personajes típicos de la gaita corta, larga, pito timbal, com un Don Enrique Arias, reliquia viva del Festival.

Si. Rescatar la memoria cultural y las tradiciones y lo más representativo de una región no es solo canción, licor y música. Ovejas, su estupendo comité organizador, ha sabido integrar las diferentes manifestaciones culturales, integrando, el folclor infantil, conferencias, foros, muestras artesanales, festivales gastronómicos. Es decir, en Ovejas, allá por octubre se vive auténtica fiesta de la cultura, y la chuana de América se pasea donosa con un airecito delicado y tenue por todos los resquicios del amado pueblo Ovejero.

* ARNOLDO RAMÍREZ E. Profesor titular de Literatura Latinoamericana y Talleres Infantiles de Creación en la Universidad de Antioquia y Extensión Cultural. Ganador del Concurso de Cuento Latinoamericano Jaivera Correa de Chile en 1985. autor de varios libros y colaborador de numerosas revistas nacionales e internacionales.

EL FESTIVAL NACIONAL DE GAITA FRANCISCO LLIRENE, OVEJAS, E IDENTIDAD CULTURAL (1993)

Por Aquiles Escalante, Antropólogo



Desde muchos antes de la existencia jurídica de la Constitución de 1991, nuestras investigaciones en el campo de la ciencia integral del hombre arrancaban del hecho de que en el estado nación que es Colombia existen diversas regiones geográficas habitadas por tipos humanos portadores de subculturas regionales y una personalidad básica distinta.

En efecto, la Antropología y la moderna historia vienen dedicando sus mejores elogias mentales al estudio y comprensión de esas particularidades. Colaboran hermanadamente en la tarea las neohumanidades y las humanidades clásicas. Comparten el mismo interés por entender al hombre colombiano, trazándose su perfil cultural sin perder la noción de totalidad.

Con rigor crítico se toma como unidad de análisis la comunidad más representativa, para atender la región y los complejos culturales, mediante unn estudio sistematizado de las diferencias y similitudes en la estructura y funciones de las instituciones socioculturales, en el ETHOS o conjunto de valores culturales, en los gustos y prejuicios compartidos.

En forma paralela se aportan los cambios de tipo sociocultural, las transformaciones económicas demográficas, políticas; las tradiciones, la historia de la gente con sus virtudes y defectos.

Verdad inconclusa es que hasta el momento es imposible definir con certeza cuál es el hombre colombiano tipo; nuestros compatriotas, por el contrario, están muy identificados con sus subculturas regionales.

Expresando las ideas anteriores en la forma bella y elegante característica de los literatos, repetimos al unísono con Eduardo Caballero Calderón:

“… es que el hombre colombiano como tipo genérico no existe. No existe como expresión de una raza, ni de una tradición común, ni de una nueva cultura”.

Para ayudar a reflexionar a nuestros lectores en la temática de moda: subculturas e identidad regional, consideramos conveniente transcribir los conceptos de región y cultura propuestos en la ponencia presentada por la Universidad al V Congreso nacional de Antropología, Villa de Leiva, 1989:

“La región es un espacio construido a partir de procesos históricos económicos, sociales, políticos y culturales que en su conjunto delinean una red de relaciones sociales específicas que se articulan en una totalidad dentro de un espacio geográfico determinado y que generan el sentimiento colectivo de construir una unidad diferente de otras unidades o regiones”.

La subcultura de una región “es, ante todo, esa manera de vivir y de morir, ese conjunto de reglas que definen las relaciones humanas fundamentales entre hombres y mujeres, entre parientes y niños, entre amigos y vecinos; en síntesis, es una cultura vivida, inmediata local la que se convierte en el condicionante primario de los comportamientos, actitudes y expectativas del antioqueño del oriente”.

Según la misma ponencia dos imágenes culturales identifican la subcultura de la subregión oriental antioqueña: el hombre de empresa y la madre.

En el caso particular de la gran región geográfica Costa Caribe, la subregión Sabanas de Sucre ha sido objeto de ensayos que nos proporcionan una visión básica de su haber cultural. Uno de sus elementos estructurales es Ovejas.

Sirve de escenario al hombre de sombrero vueltito y abarcas tres puntá, bellas mujeres, alimentados por una economía tabacalera, ñame y suero.

Pueblo musical por tradición, sus aires representativos son: la gaita, la cumbia y el porro, expresiones musicales y danzarias que impregnan la identidad musical del sucreño. El Festival Nacional de Gaitas “Francisco Llirene” en Ovejas, el de Pito Atravesao en Morroa y el Encuentro Nacional de Bandas en su capital Sincelejo, constituyen los mejores indicadores.

En octubre del presente año de 1993 se desarrollará por novena vez el festival de Ovejas. Trátase de un fruto óptimo sembrado por la inteligencia de un selecto grupo de intelectuales, educadores, profesionales y hombres de acción ovejeros, impulsados por el amor al terruño y la ideología de la cultura popular.

Bien sabían los impulsores iniciales que para que el éxito nos acompañe en la vida es imprescindible trazarse objetivos claros y lo que es más importante, alcanzarlos. De ahí que en la primera versión del denominado Festival nacional de Gaitas “Francisco Llirene”, díjose que fue organizado “con el objeto de rescatar, fomentar y promocionar la música de gaita”.

Los cambios socioculturales generados por la industrialización del país y los modernos medios de comunicación condujeron, según un escritor nativo, casi al olvido total de la música utilizada regularmente por los campesinos para animar las velaciones, los fandangos y otros festejos culturales populares. Según Jairo Mercado, “recuperarla si deformarla”, aludiendo a lo que ocurre con otros festivales.

Directivos de muchas luces, comenzaron por lo lógico y natural: fundar escuelas de gaitas para adiestrar a los niños y jóvenes en el manejo del instrumental pertinente, y organizando concursos como formas de estímulo.

Es agotadora la organización del evento anual; sin embargo, cada año son evidentes los progresos “en el aspecto logístico, organizativo y de proyección a la comunidad”. Por fortuna, no aparece en Ovejas la figura de la “Cacique” o del “Cacique”. Guiados por el altruismo y un profundo espíritu democrático, se rota la presidencia y demás cargos directivos. De ahí que hoy exista un formidable grupo de personas capacitadas para la dirección del evento, portadoras de mucha mística y amor por la comunidad.

La utilización de los comités de apoyo y el entrenamiento de jóvenes entusiastas ha logrado la creación de un SPRIT DE CORPS entre dirigentes y el pueblo.

Para ello se movilizan todos los modernos medios de comunicación, gracias a lo cual se trasciende en términos regionales y nacionales. Una magnífica revista anual, gestada por la junta directiva, recoge en sus páginas el pensamiento de los intelectuales ovejeros, costeños y colombianos en general. De ahí la claridad que hoy se tiene sobre todo lo atinente a la gaita, al igual que sobre la economía, la cultura y la personalidad del ovejero.

Durante el mismo se promueven otras actividades culturales; muestras pictóricas, artesanales y arqueológicas; conferencias sobre la gaita y la cultura popular a cargo de los intelectuales más versados en la temática. Plegables bien concebidos, participación de la prensa, la radio y la televisión le dan la trascendencia merecida.

Sin embargo, lo más digno de destacar como característico del festival de la Gaita es la participación popular, claro indicativo de la identidad del ovejero con su gaita, admira ver como los nativos, comenzando por los niños y jóvenes de gaita. Es impresionante el garbo, la elegancia y la maestría de las bellas ovejeras deslizándose al compás de su musica ancestral.

LA CHUANA: “MAGIA Y BELLEZA DE LA AMÉRICA INDÍGENA” (1993)

Por Alfredo Taboada Alfaro



El país tiene dos grandes retos históricos: uno, la construcción de un orden de convivencia democrática y dos, ser capaz de insertarse en el mercado internacional de manera competitiva y superar los factores que generan la pobreza de la mayoría.

El país no requiere un proyecto educativo sino un proyecto sobre el saber social para responder a la construcción de la nación.

Y por saber social se entiende el conjunto de conocimientos, practicas, destrezas, ritos y tradiciones dentro de lo cual la educación es sólo un aspecto del problema.

Por lo tanto, en esa perspectiva un proyecto sobre el saber social significa:

a) Garantizar la producción de nuevos saberes: investigación, creación cultural.
b) Garantizar la acumulación y conservación de los saberes culturales y académicos (bibliotecas, archivos, formación cientifica, etc.)
c) Garantizar la transparencia y apropiación de los mejores saberes de una sociedad a las nuevas generaciones (trabajo de los educadores).
d) Fortalecer la difusión del saber acumulado: importancia de los medios de comunicación como industrias culturales.

Hoy el conocimiento pasa a ser considerado como la fuente de riqueza más importante de las naciones del universo. Por esa vía el incremento de la productividad y la sintonía con los avances científicos y tecnológicos debe partir especialmente de la acumulación de conocimiento que será en adelante el eje de las transformaciones productivas y el vínculo que rompe cualquier frontera nacional.

Al hablar aquí de cultura lo hacemos en un sentido amplio, reconocimiento que ella no se circunscribe solamente al campo de lo artístico o de la educación; la cultura se desenvuelve también en los marcos del estado, la política, la economía, el derecho, la ética, la ciencia, la comunicación y la cotidianidad.

La cultura es un factor de convivencia, paz y democracia; el aliado más importante para lograr la Paz del país es la Cultura.

1993 ha sido consagrado por la ONU como el AÑO INTERNACIONAL DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS; un punto importante es la defensa de los derechos de los aborígenes de nuestro continente de acuerdo con sus características multiétnicas y pluriculturales de nuestros países.

Tenemos el compromiso de avanzar en la integración latinoamericana, además de ser una urgencia de la época es también la concreción, en ese aspecto del sueño del Libertador Simón Bolívar.

La biodiversidad es la variante total de la vida existente en el planeta. Lo ambiental no es sólo lo ecológico, es condición y posibilidad para el ejercicio de la democracia, es la reorientación del gasto público, la moralización de la administración pública, es el acceso a la educación, salud, vivienda con espacio digno, seguridad alimentaria, agua potable y derecho a la tierra. No es un problema de árboles, contaminación o recolección de basuras, es eso, pero también mucho más.

Hay que movilizar los recursos humanos, ecológicos, culturales y de conocimientos hacia el diseño de una política ambiental del país. También deben elaborarse planes nacionales, regionales y municipales de desarrollo ambiental que contemplen la participación de las comunidades garantizando el acceso a los recursos tecnológicos y culturales.

De otro lado Colombia toda, la alegre, la rica, la positiva, la creativa, la que construye sueños sobre las dificultades del presente y abre caminos cuando parece cerrarse el horizonte, es aquella que se levanta con más fuerza después de cada golpe, aquella que demuestra que saldrá adelante a pesar de la pesadumbre y de no poder contemplar el sol a veces porque el llanto en los ojos no nos deja.

Ininterrumpidamente desde el año 1985, en Ovejas, departamento de Sucre, República de Colombia, se viene celebrando anualmente el Festival Nacional de la Gaita, uno de los eventos culturales más autóctonos de la nación.

Eventos culturales como éste, tienen una importancia crucial en la Colombia de hoy, estimulan la cara positiva de esa Colombia amable, con días llenos de esperanza y jornadas colmadas de optimismo para vencer el desconcierto y la desesperanza.

El Festival es una acción colectiva que nos conduce y ensancha necesariamente en la ruta de la paz, día a día alumbran nuevos caminos hacia el desarrollo que buscan superar las propias dificultades, vencer obstáculos y abonar el terreno para quienes nos sucedan tengan un futuro mejor.

El Festival es una labor constante que requiere el trabajo conjunto de las entidades encargadas de su protección.

Esperamos seguir contando con el apoyo del Estado, de la Empresa Privada, de los medios de comunicación, etc., con el fin de incorporar el reconocimiento y la valoración del patrimonio cultural de la Chuana en la vida cotidiana nacional.

Desde bien temprano se escuchará el próximo 15 de octubre la ya tradicional frase: “Bienvenidos al Festival” y se abrirán las gaitas para inundar el Parque Central de la cabecera urbana, con todas las notas para cantar al pasado glorioso, al presente duro y al futuro fincado en la esperanza de que retorne la gloria.

En octubre comenzará lo nuestro. ¡Que lindo y conocido es! Siempre igual pero con una magia que lo hace aparecer como si se acabara de estrenar.

Bendita la tierra del Llire, del Cororo, de Ñamito, de Nacho Paredes, de Lelen, de José Ramón, de Lucho Sufrimiento, de Chepo, de los Cotorritas, de PAchín y de Julio Papel que con sus jardines olorosos, con el Mancomoján agonizante, con el sol fúlgido, con su gente accesible, humana, amiga, sana y abierta se entrega a brindar a Colombia, América y el resto del Universo un festival distinto.

Se abre el magno evento cultural y se oirá el sonido melodioso salido del bitoque de pitahaya cabeza e’cera brindando las notas que cultivaron los ancestros.

La ceremonia es en la Tarima Pacho Llirene, allí los participantes y todo el pueblo reunido en la Plaza Principal entonarán el Himno Nacional, el de Ovejas y como todos los años se confundirán los abrazos con las lágrimas. ¡Que gente tan noble y romántica ésta de la Gaita!. Lloran ante un verso nuevo y lo hacen también ante uno viejo y nostálgico, esto sólo lo comprende el que ha vivido de cerca el Festival, pero los que llegan por primera vez y disfrutar comprenden lo que dijera en una ocasión el maestro José Antonio Cabrera Rivero: “Ser gaitero es un estado del alma”.

El Festival interpreta la visión real y a la vez fantástica que los Gaiteros tienen sobre las tradiciones y las raíces autóctonas de nuestros pueblos.

El Festival es una búsqueda permanente de quienes muchas veces no han tenido voz propia para expresar la tristeza y la nostalgia de una América Milenaria y en donde la ternura, el dolor y la esperanza convertida a veces en grito, constituyen fuentes de inagotable creación para los Gaiteros que presentan en le certamen folclórico una selección de imágenes en sus composiciones musicales que reflejan el mundo que los circunda.

El Festival es una tribuna para cantarle a la vida, al amor, a la paz, es tradición y belleza que se proyecta y conjuga como una canción en medio del calor humano.

El Festival es una estimulante muestra de cómo la pureza del alma infantil puede ser transmitida al mundo por los Niños Gaiteros, con la candidez y la sensibilidad que los caracteriza.

El Gaitero es un personaje que tiene la capacidad casi increíble de estar al tanto de lo que pasa en la historia. Cada vez que está en un lugar, él desfila lo que está pasando con el resto del mundo, además de saber aprovechar esas experiencias para convertirlas en algo que a él también le ayuda a progresar, a cambiar, a transformarse. Ese talento de poder de concentración, de adaptación de la realidad circundante, no lo vemos en ninguna persona.

Los Gaiteros con mucha dedicación se preparan todo un año para participar en el evento. El Gaitero es humano y comprensivo dejando año tras año, un legado de enseñanza, la amistad.

Las facetas naturales que caracterizan a los Gaiteros son: la sencillez, la sensibilidad, el amor a la tierra y la fraternidad a sus habitantes se expresan con intensidad y consistencia en sus composiciones musicales que ponen a prueba la moral humana, la ética, la amistad, la pasión, el amor. El buen humor de las composiciones hace que éstas sean fluidas y amenas y que después venga una honda reflexión acerca de la vida y la historia cotidianas en nuestras comunidades.

El Estado tiene el compromiso moral de desarrollar programas de beneficio social que permitan mejorar las paupérrimas condiciones de vida en que hoy se debaten la gran mayoría de los Gaiteros.

Hoy tributamos un justo y merecido homenaje a Jaime Vides Feria, actual Presidente del Festival; insigne periodista y defensor de lo nuestro y quien desde hace más de cuatro años viene realizando por la Emisora Radio Caracolí de Sincelejo, todos los sábados, el programa denominado: “GAITAS Y TAMBORES” único en su género en el mundo, cuyo objetivo central es el rescate, conservación y fomento del género musical de la GAITA. Gente de empuje como este personaje, es la que necesita la CULTURA POPULAR NACIONAL para salir adelante.

Por último, Ovejas está dando un gran ejemplo, esperamos que el resto de Colombia lo siga. Luchemos por lo nuestro, defendamos el patrimonio de nuestros hijos y no demos marcha atrás, cuando hemos adelantado gran trecho en este largo camino para devolverle a Colombia esta PAZ tan ansiada por todos.